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jueves, 29 de julio de 2010

Las AVENTURAS del CAPITÁN TORREZNO

Guión: Santiago Valenzuela

Dibujo: Santiago Valenzuela

Editorial: Edicions de Ponent

Formato: Álbumes Cartoné. 116 a 150 Páginas

Precio: 10 a 14€

Calificación: O.M

Me piden los amigos de Lecturas Recomicdadas una reseña de una obra capital, que me impactara en su día, que dejara mella en un servidor. No me lo pensé mucho a pesar que tenía unas cuantas por ahí rondando. Esta vez si que iba a por ti, Torrezno. Ya te podías esconder donde quisieras y hacerte pasar por cualquiera. Iba a volver a releerte e iba a sacarte de tu adorado ostracismo.


La tenue línea que separa una obra maestra de otra viene fuertemente marcada por el subjetivismo. ¿Cómo si no iba yo a señalar esta Obra de redonda, de maestra?. Motivos podría dar unos cuantos, como unos cuantos serán los que dudarán de mi aseveración. Este es un reparte obra maestras… dirán; la verdad que no suelo dar ese premio más que a cinco o seis clásicos y desde hace unos años entra esta saga. Lo primero que puedo decir a su favor, es que siento una química especial con el autor de este cómic, pese a no conocerlo de nada. Los dos hemos recorrido bares, fiestas de bellas artes, escenarios irreales y momentos peliagudos. Hemos crecido viendo y aprendiendo y hace tiempo nos dimos cuenta que esto, la vida, es una batalla constante llena de olvidos y nostalgias y el humor nuestro mejor ariete.


Otro punto a favor, es que entrar en este mundo requiere de abandonar toda otra cosa que se este haciendo, de ahí la pereza que me entraba para volver a releer al Capitán Torrezno. La morosidad, la urgencia, la violencia que preside esta obra hace que su lectura sea tan absorbente que durante días (sabed, oh grandes amigos que son 6 tomos metidos en su señorial cofre) no podrás salir de este inmenso y a la vez diminuto infierno.


Para terminar de hacernos el hara kiri, hay que mencionar que la obra es española. Ahí esta lo bueno, no tenemos que irnos a otros países. Deneeim esta aquí, a la vuelta de la esquina, en nuestras conciencias. El autor Santiago Valenzuela es un vasco afincado en Madrid. Calidad a arrobas. Os lo dice alguien que lleva leyendo la tira de años.


Pero, os diréis, vosotros apóstoles de la desconfianza, que de ¿qué diablos va esta saga?.


Es una gran pregunta e intentaré dar unas pinceladas cuerdas sobre el demencial contenido y continente. Torrezno es una historia-río que comienza con nuestro héroe es arrancado de su mundo y metido en un mundo de fantasía, de épica guerrera, de violencia y huidas, de temor y de honor. Historia que solamente de vez en cuando es salpicada con elementos reconocibles de la realidad del personaje, un borrachete cachondo de cualquier tugurio de la periferia de Madrid. En el primer número, Horizontes Lejanos, vemos esa lisérgica parábola sobre que a todos nos gustaría jugar a ser Dios, en este caso, en la piel de un gris funcionario reconvertido en demiurgo. En los siguientes números se marca más el aspecto bélico de la historia, sucediéndose homenajes e influencias de lo más dispares y variadas y siempre desternillantes, observando atónitos, nosotros insignificantes mortales, este despliegue de costumbrismo castizo, cultura popular y angustia bélica.


De la saga y del autor (cuidado si vais a empezar a leer otras obras de este autor, algunas son muy difíciles, buscar los tomos de Torrezno, no os será fácil encontrar el 1º a no ser que lo hayan reeditado) hay que mencionar su vigor narrativo, realmente impresionante, y sus tintes kafkianos. Su pasmosa facilidad para crear mundos y universos imaginarios realmente atrapadores como telas de araña. Con un dibujo en blanco y negro y con tonos grisáceos nos demuestra con variados registros gráficos su talento innato para diferenciar los planos de realidad que conviven en el relato, amen de un dominio increíble de los montajes paralelos (llega un momento que tiene articuladas hasta 5 ö 6 tramas paralelas) y sobre todo la inclusión y profusión de textos de cualquier tipo, desde literarios recargados hasta poéticos todo en aras de detallarnos e idealizarnos este mundo, esta historia. Con la salida del último numero Los Años Oscuros cerró la historia dejando muchas cosas en el aire (con el tiempo me di cuenta que esto es así, que es inútil intentar explicar más). Este último número, con mucha parte de libro, defraudó a bastante gente que esperaba que siguiera su surrealista odisea; yo con el tiempo (y con ese pedazo de portada) he llegado a apreciarlo mucho y a ver un extraño final a un extraño cómic. Y ¡ojo! que extraño está dicho en lo más benevolente y fascinante sentido de la palabra. Y con esto acabo, ya que podréis imaginar, queridos y calidos amigos, que son varias las hojas que podría escribir sobre el choteras de Torrezno, esos copones, esas mecaguen las hostias y esas ganas de tomarse su anisete y que le dejen en paz, sea donde sea, son y serán impagables.


Toni (y FIN)

jueves, 18 de febrero de 2010

El TIEMPO ARREBATADO

Guión: Antonio Navarro

Dibujo: Antonio Navarro

Editorial: Edicions de Ponent

Formato: Álbum Cartoné. 104 Páginas

Precio: 20.50€

Calificación: 7.5/10


Es extraño como pueden llegar a afectarnos las casualidades de la vida, las personas que conocemos o las decisiones que pueden llevarnos a un camino muy diferente al que en el momento andamos. Hay quien pasa por nuestra vida sin llamar la atención, sin apenas dejar rastro alguno y luego están las personas que nos marcan de una forma especial. El Tiempo Arrebatado trata sobre la búsqueda de esta persona especial, que en el caso de Constantine es Simon y en el caso de Zahar es Birita. Sería algo cursi decirlo, pero esta podría ser una (o dos) historia sobre la búsqueda de la felicidad.

Todo empieza cuando la chabola donde vive una gitana rumana (Zahar) junto a su hijo (Birita) es arrasada por un incendio. Salvándose milagrosamente Zahar despierta en un hospital, pero allí solo encuentra un anciano moribundo con una caja de zapatos. No ha ingresado ningún niño. Cuando vuelve al barrio le cuentan que su hijo se fue voluntariamente con hombre llamado Constantine, igual que el anciano que Zahar conoció en el hospital. Asustada y desesperada Zahar pide ayuda a Ana, la única amiga que tiene, y gracias a la caja que el anciano le entregó en el hospital comenzará una búsqueda que acabará llevándonos del presente al pasado y viceversa y tal vez algo más.

Un detalle que quería remarcar es que el personaje de Simone no nace en este cómic, sino que Antonio Navarro la creo para la revista Cairo hace unos veinte años, donde en una serie de relatos nos contaba las aventuras del personaje y sus viajes por diferentes y exóticos países. Para los que tuvieron el placer de conocer a Simone en aquella ocasión ahora podrán disfrutar de ella y de su romance con el poeta Constantine y el final de su viaje. Para los que no (como el que escribe) tendrán la ocasión de conocer a una gran mujer de la que puede que hasta te encariñes.

¿Cuál será el final de trayecto? Por supuesto que no haré spoilers, pero os puedo asegurar que cual cliffhanger de Perdidos os sorprenderá y no os lo esperareis para nada.

Sebastián (16)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

De MANO en MANO

Guión: Emilio Ruiz

Dibujo: Ana Miralles

Editorial: Edicions de Ponent

Formato: Álbum Cartoné. 48 Páginas

Precio: 18€

Calificación: 7.5/10

Comienza como un tebeo costumbrista, se desarrolla a base de suscitar la curiosidad del lector por la suerte de su "protagonista", continua como una cínica disección de la realidad social de nuestro país, y acaba con unas reflexiones existencialistas acerca de nuestro protagonismo como individuos en el gran guiñol de la vida. Eso es, en pocas líneas lo que nos ofrece De Mano en Mano en sus intensas cuarenta y ocho páginas. Una propuesta que, para ser la primera vez que leo algo de Ana Miralles, me ha dejado un estupendo sabor de boca.

Con un estilo naturalista, cierta pasión por el detalle y por que los decorados de las viñetas sean tan importantes como los personajes que por ellas pululan. Lo que ello provoca es que la lectura tenga un matiz hiperrealista de bastante entidad que hace que la miríada de personajes que se pasean por la acción se sientan tan cercanos como cualquier conocido nuestro, o cualquier persona de carne y hueso que podamos encontrarnos en la calle. Además, la genialidad del tebeo reside también en huir de emitir juicios de valor acerca de todas aquellos que quedan implicados en la narración por culpa del "protagonista". En este sentido resulta admirable tanto el que Miralles se esfuerce por que ningún personaje sea más desagradable a nuestros ojos que el resto (ni siquiera unos skin que aparecen en un momento dado) como que Ruiz los describa desde la neutralidad propia de un observador imparcial.

El no dejarse llevar por pasiones redunda en que sea el lector el que tenga que ir extrayendo sus propias conclusiones acerca de lo que va desarrollándose ante sus ojos por acción directa o indirecta del "protagonista" y es encomiable la gran variedad de situaciones diferentes que el guionista es capaz de inventar para hacer virar la acción hacia un destino u otro, sin que ello suponga un perjuicio en el ritmo de la lectura y en la comprensión de la misma. Antes bien, la capacidad de guionista y dibujante para definir con cuatro líneas y otros tantos trazos a sus personajes es de gran ayuda para crear esa ilusión de cercanía que comentaba más arriba, cuajando un trabajo estupendo, ameno y que se lee en un suspiro.

¿Que quién es ese misterioso "protagonista"?. Pues un billete. Un billete de 20€. Y no me digáis que después de esta revelación no os ha entrado cierta curiosidad por saber más sobre De Mano en Mano. Pues ya sabéis. A la tienda a comprarlo. Que hay que levantar el tebeo patrio.

Sergio Benítez (320)

miércoles, 24 de junio de 2009

El ARTE de VOLAR

Guión: Antonio Altarriba

Dibujo: Kim

Editorial: Ediciones de Ponent

Formato: Álbum Cartoné. 208 Páginas

Precio: 34€

Calificación: 7.5/10

En este mundillo del coleccionismo de cómics hay ciertas constantes que uno siempre cree que son personales (e intransferibles) pero que, cuando comienza a conocer a otros "locos" como él, entiende que donde pensaba personal debía haber pensado universal (y transferibles). Una de ellas, que ya he compartido en más de una ocasión con algún conocido es aquella de dejar para el "final" aquellos cómics a los que uno tiene más ganas cuando se le han acumulado varios tomos. En el caso que nos atañe, y ciñéndolo a este mes en el que a las columnas de lectura atrasada ha venido a sumarse la correspondiente al Salón, desde un primer momento tenía claro que había ciertos tebeos que iban a ser los últimos leídos y, por supuesto, recomicdados. Dos ya habéis podido comprobar cuáles son (Peter Pan y Las Puertitas del Señor López), quedando para lo que resta de semana este Arte de Volar y un par de títulos más que se desvelarán a partir de mañana. Las razones para que las recomicdaciones que estáis leyendo esta semana hayan sido las "elegidas" son de lo más variopintas: desde el reencuentro con una lectura que en su momento no valoré en su justa medida, hasta una que había devorado hacía más de veinticinco años, pasando por las dos que el Sr. Carcelero consideraba como las inexcusables del Salón de Barcelona.

Sea porque el criterio de Álvaro es uno en el que el noventa por ciento de las veces se puede confiar, sea porque el tema del cómic en cuestión me atraía enormemente (al igual que lo había hecho hace poco el 36/39 de Giménez), sea porque la introducción de Antonio Martín lo calificaba como "una obra magistral que recupera la Historia de los españoles y que hará Historia", las expectativas con respecto a lo que me esperaba en El Arte de Volar eran muy, muy elevadas. Pero claro, no contaba con esa ley no escrita que afirma que a mayor expectativa, mayor decepción...no ha sido así exactamente, pero la verdad es que si me esperaba una lectura que superara con creces el notable que al final ha obtenido.

¿Qué cuáles son los dos principales escollos que (casi) han hecho zozobrar a la obra de Altarriba y Kim?. El primero de ellos, y quizás el principal, es bastante sencillo de señalar, el dibujo. No me malinterpreten, no estoy diciendo que sea "malo" (un epíteto que evito usar siempre que puedo), lo que si afirmo es que, a la luz del guión de Altarriba, resulta algo inadecuado ese "trazo que parece de un fanzine", como bien apuntaba Mario cuando charlábamos el otro día acerca del presente volumen. Así, el dibujo del creador de Martínez el Facha es algo que no permite volcarse a fondo con las intensas emociones, sentimientos y acontecimientos que el guionista pone en juego. Documentado de forma exhaustiva hasta el más mínimo detalle, la estructura narrativa cerrada y algo estática de cada página unido a un dibujo que, en definitiva, no cuadra con mis gustos (que es de lo que al fin y al cabo se trata) fue consiguiendo sacarme de la lectura en no pocas ocasiones, estableciendo una barrera invisible entre la historia y un servidor difícil de romper en muchos momentos.

Al margen del dibujo de Kim, el otro detalle, aunque de menor importancia, es la desigualdad tanto de ritmo como de intensidad emocional de lo que Altarriba narra a lo largo de las poco más de doscientas páginas de que consta el volumen. Y precisamente aquí es donde podríamos cambiar de bando y comenzar a hablar de la fortaleza del tebeo, su guión. Estructurado como un enorme flashback que el guionista inicia con el suicidio de su padre, motivo fundamental por el que terminará escribiendo esta obra, El Arte de Volar recorre casi un siglo de la historia de nuestro país a través de un ciudadano cualquiera, un hombre del campo que se vio envuelto en una serie de circunstancias históricas extraordinarias y que luchó en ambos bandos durante la Guerra Civil para después, una vez exiliado a Francia, combatir a los nazis desde la resistencia. Para poder trasladar con la intensidad y el detalle que se merece todo lo acaecido durante esos nueve años (y todos los que siguieron después) en los que Altarriba padre no cesó de luchar, Altarriba hijo cuenta con una ayuda ejemplar, la de las numerosas cuartillas autobiográficas que su progenitor escribió como una suerte de terapia de autoayuda para exorcizar sus demonios. Dichas cuartillas, transformadas por el escritor en guión del cómic, nos acercan a un soñador, un hombre que siempre supo que sus cualidades superaban con mucho el papel que le había tocado jugar en la vida y que, debido a ello, sólo conoció la felicidad de forma intermitente.

Para que la intensidad de lo plasmado por Antonio Altarriba padre no se pierda en el distanciamiento de la tercera persona, el guionista se saca de la manga, cual prestidigitador, un "conejo" genial: a través de una alianza de sangre cuy significado conoceremos en el transcurso de la narración, el hijo se convierte en padre y el padre en hijo (frase supermaniana donde las haya) permitiendo así que, salvo un primer acto narrado desde la obligada perspectiva del escritor, todo el tebeo tenga la voz de su progenitor. Ello permite sentir mucho más cercanas todas las vicisitudes por las que este singular hombre tuvo que pasar y cuyas ansias de "volar", de llegar más lejos de lo que la sociedad y el acotado mundo donde había nacido siempre fueron motivo de frustración. Encarnado en su padre, Altarriba desnuda la narración de toda crítica hacia las dos contiendas bélicas o el régimen franquista, desvistiéndose de todo rasgo de su personalidad y dejando que sea la del "protagonista" la que vierta, si así lo cree necesario, juicios de valor acerca de lo que pudo vivir. Esto permite al hijo encarar ciertas situaciones que no han debido (ni debieron) resultar nada fáciles, como saber que su padre frecuentó señoras de dudosa compañía durante algún tiempo, que fue infiel a su madre con la esposa de uno de sus socios o que terminó odiando a su esposa hasta el punto de querer perderla de vista.

Este distanciamiento, se traduce como apuntaba más arriba, en que la intensidad de lo que se nos narra llegue con desigual fuerza, siendo en este sentido el cómic como una sinfonía, arrancando con una magnífica obertura, seguida de dos movimientos mucho más conservadores, para terminar con un ajustado allegro ma non troppo que deja la puerta abierta para una magnífica coda final, un último capítulo que se eleva como lo mejor de un cómic que, ante todo, es memoria viva de una España que nunca debería olvidarse.

Sergio Benítez (192)

lunes, 22 de junio de 2009

MISTIGRI

Guión: Chris Stygryt

Dibujo: Nacho Casanova

Editorial: Ediciones de Ponent


Formato: Libro Rústica. 133 Páginas


Precio: 15€

Calificación: 6.5/10

¡Ah, los recuerdos de la infancia!. Aquellos días de colegio en los que las horas pasaban volando mientras estudiabas casi por inercia deseando terminar para jugar con los Madelman o los Clicks de Famobil. Aquellos días de verano en los que uno se reencontraba con sus amigos estivales y deseaba, ante todo, que las tardes nunca tuvieran fin, entre juegos de policías y ladrones, escondites, o balón prisionero.

Jugar a recordar todo eso siempre entraña sus riesgos, sobre todo cuando, ya siendo adulto, descubres al recordar que muchas veces no todo era tan bucólico como nos hemos esforzado en pintarnos a lo largo de nuestro crecimiento. Jugar a escribir un cómic que se basa principalmente en los recuerdos fragmentados de una niñez que tuvo lugar hace más de treinta años, y hacerlo además intentando reconstruir ésta a través de fotografías dispersas, es toda una hazaña. Que además el cómic sea de carácter universal, dando igual que su autor sea francés, con todas las diferencias culturales que ello implica, es digno de alabanza.

El problema es que, al margen de la forma tan simple, directa y honesta con la que Stygry se dirige al lector y que es la que aporta ese sentido de universalidad, la narración fragmentada no ayuda a que la empatía hacia él (o al menos hacia su "él" de pocos años) se consiga al cien por cien, sobre todo cuando ésta vira hacia temas muy personales, como cuando plasma la manera en la que vivió la separación de sus padres. Ello termina jugando bastante en contra de un tebeo que se inicia de forma inocente, casi casual, con Titú (su apodo de infante) jugando a andar por encima de una de las líneas que delimitan el campo de fútbol de su colegio (¿quién no lo ha hecho de pequeño?) y que, acto seguido, comienza a forjar, página tras página, ese carácter desestructurado del que antes hablaba. Así, a lo largo de las ciento treinta y tres páginas que componen el volumen, y aunque el guionista hace el esfuerzo consciente de presentar las anécdotas en orden cronológico, uno no puede evitar una normal sensación de pérdida, ya que nuestras neuronas intentan hilar los saltos temporales con suposiciones que, probablemente, son de todo punto incorrectas.

En la parte gráfica Nacho Casanova cumple sin estridencias con un dibujo de trazo suelto y desenfadado que sabe cómo caracterizar a los personajes y ser solvente al mismo tiempo en la fluidez narrativa, siendo especialmente destacables del conjunto las páginas dedicadas a una pesadilla recurrente del guionista, en las que el español trastoca el orden "natural" de tinta sobre papel blanco para, con el lienzo en negro, insinuar con tinta blanca lo que acechaba a Stygryt por las noches, esas noches que nunca eran lo suficientemente cortas como para permitir que toda nuestra infancia fuera un juego continuo.

Sergio Benítez (189)