jueves, 30 de abril de 2009

LOBEZNO. ¡SEDIENTO de SANGRE!


Guión: Peter David

Dibujo: Sam Kieth

Editorial: Forum

Formato: Tomo Rústica. 104 Páginas


Calificación: 6/10


Andaba Forum liada con los fastos de su décimo aniversario cuando un pipiolo con algo de acné y mucha curiosidad por comprobar si había algo más de vida en los tebeos al margen de Astérix, Tintín, Mortadelo (y cía.) y Superlópez se aventuraba a comprar un tomito de un llamativo color rojo con un tío peludo, desnudo y con seis garras que daban bastante susto. El pipiolo, ocviamente (que dirían Les Luthiers) era un servidor. El tebeo, Lobezno ¡Sediento de Sangre!.

Así es, queridos lectores, este tebeo, junto con algunos otros que ahora mismo no recuerdo (o más bien no quiero recordar) supuso mi puerta de entrada al mágico mundo de La Casa de las Ideas...al menos de forma oficial (oficiosamente había leído algo de Spider-man y La Masa siendo un tierno infante). En los diecisiete años que han transcurrido desde entonces el recuerdo de lo pergeñado por David y Kieth se mantenía tan imborrable como en alta estima, por lo que cuando Mario y el que suscribe comenzaron a pensar las recomicdaciones que irían incluidas en este especial dedicado a Lobezno, no tuve duda alguna de que ¡Sediento de Sangre! tenía que formar parte de la selección. Ello me iba a permitir volver a valorar, con la experiencia acumulada de estos años, si aquello que en mi juventud tanto me había impactado seguía conservando algo de lo que en su momento pude apreciar.

Por más que me pese, la calificación obtenida es un dato que habla por si sólo, respondiendo sin atisbo de dudas a mis preguntas: un tebeo que en su momento habría superado fácilmente el notable hoy se escapa por los pelos del aprobado justito. ¿Y a qué es debido esto?. Principalmente al guión de David. A ver, teniendo en cuenta que la historia en este tomo recopilada fue editada en su forma original como parte de ocho números del Marvel Comics Presents, tampoco esperaba encontrarme con un guión a la altura de otros trabajos del escritor, pero sí un relato que hiciera justicia al grato recuerdo que guardaba de él y que, a la postre, no llega a pasar de la anécdota descomprimida. Y es precisamente esto último, una característica que cada vez aborrezco más, lo que me habría sacado por completo de la lectura de no haber sido por un pequeño gran detalle, el dibujo de Sam Kieth.

Aquí sí que mis recuerdos no se equivocaban al valorar tanto la labor del artista de Maxx o Epicurus: con un gusto casi psicótico por el detalle y un juego en la composición de página que en no pocas ocasiones recuerda al gran Eisner y su Spirit, Kieth concreta con esta historia de Lobezno uno de sus trabajos más profusos en lo visual, preludio inequívoco de lo que después podríamos verle en la alucinógena Maxx.

Queda aquí pues testimonio de que en muchas ocasiones es recomendable dejar que la memoria guarde los recuerdos que quiera acerca de lecturas o películas (no volváis a ver Una Pandilla Alucinante) que recordamos con cariño. Es preferible eso que pasar por el mal trago de pensar que, o no tenías gusto hace una veintena de años, o tus filias han evolucionado de tal manera que no serías capaz de reconocerte de joven si te llamaras Marty McFly y pudieras encontrarte contigo mismo en el pasado.

Sergio Benítez (153)

miércoles, 29 de abril de 2009

WOLVERINE: LOGAN


Guión: Brian K.Vaughan

Dibujo: Eduardo Risso

Editorial: Marvel

Formato: Premiere HC. 112 Páginas

Precio: $19.99

Calificación: 7/10

Con la edición de Origin parecía que Quesada abría por fin la veda para empezar a contar la oscura vida de un personaje al que ya se le había puesto fecha de nacimiento. La realidad, no obstante, fue bien diferente y no se produjeron cambios sustanciales en el personaje hasta el evento de Civil War. Fue entonces, con un Lobezno recuperando de golpe todos sus recuerdos, cuando Marvel decidía que ya era hora de llenar los huecos dejados tras treinta años de personaje. Nacía así Wolverine: Origins, una serie regular auspiciada por Daniel Way y Steve Dillon que abundaría sobre detalles nunca contados del canadiense.

Como ya he dicho no pocas veces, he terminado agotado al intentar seguir ciertas colecciones hasta sus últimas consecuencias. Es por ello que mis contactos con la regularidad de los universos de DC y Marvel se limiten a proyectos autoconclusivos en los que los requerimientos acerca de conocimientos de continuidad sean mínimos. La miniserie que nos ocupa entraba de lleno en este concepto (y se alejaba de la citada Origins, de la que sólo me leí los seis primeros números) y teniendo en cuenta los nombres que estaban al frente, no dudé ni un segundo a la hora de pedírmela por Previews.

Brian K.Vaughan es uno de los pocos guionistas que sigo haga lo que haga, como ya he comentado alguna vez por aquí. Con la clara intención de concretar una historia que se pudiera leer de forma aislada, los planteamientos de Vaughan de cara a Logan son muy similares a los que Claremont y Miller desarrollaron en su mítica miniserie allá por los ochenta. Así, Vaughan narra una historia centrada en Japón para mostrarnos el momento en el que nuestro mutante favorito se hizo hombre. Esta frase publicitaria, demasiado exagerada, esconde una historia que el guionista estructura en dos tiempos diferentes, la Segunda Guerra Mundial y el presente.

La segunda línea temporal es tan sólo una excusa para que Vaughan desarrolle, aunque muy brevemente dada la exigua duración de la miniserie, lo que realmente le interesa, una historia de encuentros y pérdidas que ya hemos leído mil veces en otros tantos tebeos, pero no por ello deja de funcionar a la perfección. Eso sí, una vez consumida en poco más de veinte minutos, la sensación que el guión deja en el lector es que este era un proyecto cuyas necesidades superaban ampliamente las setenta y dos páginas en las que queda constreñido, quedándose al final en un quiero y (casi) no puedo.

Afortunadamente ahí está el gran Eduardo Risso para suplir las carencias de lo que Vaughan no llega a ofrecer. El argentino, maestro de las sombras y un narrador consumado (como ya ha demostrado por activa y por pasiva en esa gran obra que es 100 Balas), ofrece en Logan todo un recital de buen hacer a los lápices y las tintas, una labor que queda complementada a la perfección por la correcta paleta con la que Dean White perfila pasado y presente.

Como tebeo de mutantes Logan se alza por encima de lo que normalmente podemos encontrar en las aburridísimas series X (menos los New X-Men de Morrison y los Astonishing de Whedon, claro está). Como tebeo a secas no pasará a la historia como piedra angular del personaje, tan sólo como un entretenimiento de rápido consumo, algo a lo que Marvel nos tiene ya más que acostumbrados.

Sergio Benítez (152)

martes, 28 de abril de 2009

LOBEZNO: HONOR


Guión: Chris Claremont

Dibujo: Frank Miller

Editorial: Panini

Formato: Cartoné 96 Páginas

Precio: 14,95 €

Calificación: 8/10

Anda que no me he echado yo buenas risas con los colegas discutiendo el número de películas en las que sale el bueno de Christopher Lambert portando una espada. Da igual que sea una katana, una espada bastarda a dos manos o un abrecartas. Desde que protagonizó en su día Los Inmortales parece que se ha encasillado "un poco" en el papel de espadachín. Algo parecido ocurre con Frank Miller: si a las espadas de marras añadimos un buen puñado de ninjas y samuráis, un entorno como Japón, que siempre viene bien, y para rematar la jugada, sumamos un código de honor que hay que seguir a rajatabla, tendremos entretenimiento seguro.

Desempolvé mis ejemplares del coleccionable de Planeta para acometer una nueva lectura del Lobezno:Honor. Y he de confesar que no recordaba una historia tan entretenida como la que me he encontrado.

Vayamos por partes. No podíamos esperar otra cosa del guionista de Honor. Nada menos que Papá Claremont. Si alguien ha sabido dotar de personalidad a los mutantes, y en especial al enano canadiense de malas pulgas, ese ha sido él sin lugar a dudas. Para Honor, el escritor teje una interesantísima historia plagada de ninjas de La Mano, traiciones y amor verdadero, sí, sí, amor, que con Claremont las cosas eran distintas. Épica y heroicidad campan a sus anchas por cada una de las páginas de la miniserie.

El apartado gráfico corre a cargo de un primerizo Frank Miller, que nos ofrece un auténtico recital de buenas, qué digo buenas, de excelentes ideas rematadas de manera torpe y tosca. Que nadie se vaya a llevar las manos a la cabeza. Por este blog ya se ha dicho por activa y por pasiva que Miller es un excelente narrador, con unas composiciones de páginas bastante llamativas y espectaculares, pero su mediocridad a los lápices siempre ha sido tapada por buenos entintadores (Klaus Janson) o trucos de luces y sombras (Sin City). Honor no iba a ser menos, y hay tanto de lo uno como de lo otro.

Recomicdadísima lectura este Lobezno: Honor, que aún datando de 1982 no ha envejecido nada mal. Al fin y al cabo sólo hay que echar un vistazo al presente de todo lo relacionado con la miniserie para echarse a llorar: Claremont no consigue ni a la de tres llegar a las cotas ochenteras que él mismo marcó; de Miller mejor ni hablamos que ya tiene lo suyo con el truño de Spirit y está más perdido que el barco del arroz, y no digamos Lobezno, que anda repartido en unas dieciocho colecciones mensuales, título arriba o abajo. Sí, somos pesaditos con la misma cantinela, pero es que ya no se hacen tebeos pijameros como los de antes, y esto os lo digo por la gloria de mi madre, que quizás no sea el código de honor al que tanto apela Miller, pero a mi me suena mucho mejor.

Marione (2ª Época #1)

lunes, 27 de abril de 2009

ORIGIN

Después de que se filtrara por la red una copia de trabajo hace cosa de poco más de un mes esta semana se estrena por fin en cines la esperada X-Men Origins: Wolverine. Y como no podía ser de otra manera en lecturas reCOMICdadas hemos preparado un especial sobre el personaje a través de cinco lecturas que hemos pensado son representativas sobre el mutante más famoso. Especial que lo es por razón doble, ya que durante esta semana, y a través de dos de las recomicdaciones volvemos a tener entre nosotros a Mario (APLAUSOS por favor), que escapa momentáneamente de su jubilación anticipada para echarme una mano. Esperamos que lo disfrutéis.

Nuff Said!


Guión: Jenkins, Quesada & Jemas

Dibujo: Kubert & Isanove

Editorial: Marvel

Formato: HC. 160 Páginas

Precio: $34.95

Calificación: 6.5/10

Recuerdo que cuando Quesada y Jemas (del que los aficionados ya empezaban a estar cansados por aquél entonces) anunciaron de forma muy enigmática este Origin, internet se convirtió por unos meses en un hervidero de comentarios y elucubraciones acerca del proyecto - algo parecido a lo que pasaría pocos años después con el 1602 de Gaiman, por poner otro ejemplo - y lo que este iba a relatar. Cuando por fin se supo que ambos actuarían como autores de la trama y Jenkins "firmaría" un guión que pretendía narrar el pasado de Lobezno, el fervor se convirtió en insoportable. Había opiniones para todos los gustos, desde aquellos que afirmaban que tras los muchos años que habían pasado desde Weapon-X ya era hora de que se comenzarán a desvelar los secretos del personaje, hasta los puritanos que se rasgaban las vestiduras porque aquello era una afrenta contra los lectores fieles que siempre habían creido que el pasado del mutante sería intocable por siempre, pasando por los muchos que, como un servidor, veían la maniobra como una estratagema comercial más para sacar los cuartos a los coleccionistas y esperaban con cierto escepticismo una historia que, probablemente, no pasaría de lo anecdótico.

La salida del primer número no hizo sino acrecentar todas las posiciones extremas: los que querían saber más comenzaban a quejarse por la aparente broma pesada que salía de La Casa de las Ideas; los puritanos respiraban medio aliviados al comprobar que la cosa no iba a ser lo que ellos pensaban; y mientras, ¿qué hacíamos los escépticos?. Pues al margen de reirnos de todas las posturas blancas y negras, expeler un sonoro ¿¿¡¡PQC!!??. A ver, no me malinterpreten, la poca información que se había podido ver por la red no daba para llegar a hacerse una idea de lo que Quesada y cía. estaban cociendo. Pero si habían dicho que iban a desvelar el pasado de Logan, lo que menos se podía esperar uno es que ese pasado fuera el que parecía que nos iban a relatar en Origin: el nacimiento del mutante como tal y no lo que, en teoría, todo el mundo estaba esperando, lo que había pasado hasta llegar a Weapon-X y lo que sucedía entre esta y la incorporación del canadiense a las filas de los X-Men.

Completada la miniserie de siete números y leída un par de veces desde entonces, las impresiones sobre la misma no han variado en exceso, siendo su mejor virtud el magnífico trabajo que hacen Andy Kubert y Richard Isanove y el defecto más olvidable el folletín que idean Quesada y Jemas, siendo la labor de Jenkins la de un mero "mandao" que completa huecos sin más. Del personal y reconocible trazo de Kubert y su académico storytelling poco se puede decir que no sea comprobable en su incontables trabajos, tan sólo hay que comentar que en Origin, su trazo a lápiz es directamente completado sin necesidad de tintas por Isanove, mediante un proceso que desde entonces hemos visto muchas veces aplicar sobre el arte de Salva Larroca en los mutantes o Pasqual Ferry en Adam Strange.

Pero por mucho que la bella pátina visual de Kubert e Isanove llegue a deslumbrarnos es difícil ignorar el culebrón venezolano que Quesada y Jemas idean. No hay apoyo posible en las páginas de Origin que pueda sustentar la historia que los polémicos ejecutivos de Marvel pretenden meternos con calzador: arrancar la narración con los personajes siendo infantes para luego convertirlos en adolescentes y plantear un forzado triángulo amoroso; engañar a los lectores (o al menos pretenderlo) desde la primera página para que este juegue a un lamentable quién es quién tratando de averiguar la verdadera personalidad de Logan; hacerlo todo rodeado de un aura de melodrama barato con tintes brontescos, pasar después a una serie de números en los que el ritmo languidece hasta el hastío para terminar de forma abrupta y en muy pocas páginas lo que ha costado excesivas viñetas relatar....en fin, que creo que no hace falta decir mucho más para hacerse una idea de lo pobre de un guión que, para más delito, intento venderse - y así llegaron a rezar algunas de las críticas publicitarias - como un cómic a la misma altura de Maus y Watchmen. Sinceramente, no hay quien se lo crea.

Sergio Benítez (151)

viernes, 24 de abril de 2009

KONRAD y PAUL: SUPER PARADISE

Guión y Dibujo: Ralf König

Editorial: La Cúpula

Formato: Libro Rústica. 209 Páginas

Precio: 9.50€

Calificación: 6/10

Me lo tenía que haber imaginado. La combinación de hechos aislados que rodeaban a mi primera aproximación a la obra del irreverente Ralf König no auguraba nada bueno. La recomicdación venía de parte de mi gran amigo Paco, uno de los sórdidos de Vicisitud y Sordidez, cuyo gusto en cómics es de lo más variopinto. Por otra parte tenía a Mario advirtiéndome del grosor del humor que König utiliza en todas sus obras. Y a eso añádanle que en rápidos vistazos a algunos de sus tomos editados por La Cúpula, sólo había atisbado enormes falos y viñetas de sexo homosexual demasiado explícitas para mi gusto. Haciendo de tripas corazón ante tanto mensaje en contra decidí lanzarme a la ventura y empezar por este Super Paradise una obra que, según Paquito, "era lo mejor de König".

Entrado en materia, he de confesar que sólo a fuerza de voluntad he sido capaz de terminarme tan "bestiajo" tebeo. Para empezar el humor de König (al igual que me pasara con el de Triunfo en Hollywood) no me ha hecho ninguna gracia. En serio. No es que esperara troncharme de risa con las desventuras gays de Konrad y Paul, pero si al menos esbozar alguna sonrisa. Pues nada, de esbozos nada. De bostezos, muchos. Llega un momento que tanto borderío, tanto pene erecto y tanta burrada visual agota.

Es por ello que cuando König efectua el giro argumental del último tramo de la historia cambiando el tono brutalista y soez por uno que se mueve de forma difusa entre el drama y la alegoría vital es un tarde, aunque no del todo, para que el lector se enganche al positivo mensaje que lanza el autor: el rumbo que toma la historia desde que se revela un hecho que cambia de forma drástica la vida de Paul, es descrito con tanta veracidad y realismo por König que el autor casi consigue hacernos olvidar todo lo que ha acontecido hasta entonces.

Son ese nuevo curso, y esa última página que resume a la perfección las verdaderas intenciones del autor, los que redimen a Super Paradise de obtener un suspenso como una catedral. Antes de leer el presente tebeo no tenía en mente esperar mucho hasta abordar Podéis Besaros y Como Conejos, los otros dos tomos recomicdados por Paco. Después del atracón de vergas que supone Super Paradise, creo que esperaré un poquito, no vaya a ser que termine atragantándome. Y no va con segundas, ojo.

Sergio Benítez (150)

jueves, 23 de abril de 2009

Mi PEQUEÑO

Guión: Olivier Schrauwen

Dibujo: Olivier Schrauwen

Editorial: Norma

Formato: Libro Cartoné. 56 Páginas

Precio: 15€

Calificación: 8/10

Una portada que retrotrae de forma inmediata a los modos gráficos de Windsor McCay en un cómic europeo es algo que era imposible pasar por alto cuando hace unos días repasaba las últimas novedades de Norma en mi tienda habitual de cómics. Después de meditarlo durante un rato decidí que Mi Pequeño fuera, junto a Prince of Persia y Pietrolino uno de los tres ganadores de aquella tarde (quedándose convenientemente apartados para su posterior recogida el Burbujas de Daniel Torres y el Long John Silver de Dorison y Lauffray). Dados su pequeño tamaño, sus pocas páginas y lo intrigado que estaba por leer tan curioso tebeo, di buena cuenta de él en el pequeño rato (no hacen falta más de quince minutos para acabar su lectura) que pasé sentado en un banco público mientras esperaba a que mi esposa viniera a recogerme.

La primera impresión, y la que al final ha resultado determinante para calificar al trabajo de Schrauwen es su inclasificable carácter: en su brevedad el tebeo del belga hace gala de un surrealismo cuasi pesadillesco en el que la acción que se nos muestra sólo cobra sentido si no se intenta aprehender desde la lógica. Así las cosas, esta historia de un padre que debe criar a su hijo (del tamaño de un ratón) tras la muerte de su mujer - genial homenaje al cine mudo esas cuatro primeras páginas - no se construye al uso con un final definido, ofreciendo un ténue hilo argumental que casi se podría afirmar que es inexistente. Sin conclusiones que entresacar del desarrollo de la narración, Mi Pequeño apela directamente a esa parte de nuestro cerebro que se activa cuando todas las demás descansan y sólo así es cuando su genialidad sale a la luz, ya que su originalidad es algo evidente a simple vista.

Digno heredero del creador de Little Nemo tanto a nivel visual como ciertos pequeños detalles que no desvelaré, el artista belga dota a su obra de una cualidad que se escurre entre las palabras, y que, muy probablemente, se ajuste de forma diferente a cada lector que se acerque a ella, adquiriendo una dimensión mucho más compleja dependiendo de lo que cada uno vierta en sus páginas. Que tan complicado proceso dimane de tan aparentemente simples páginas es una virtud de la que muy pocos cómics pueden alardear. Si eres de los que disfruta cuando una lectura pone a prueba tus sentidos, entonces Mi Pequeño es sin duda una obra de compra obligada.


Sergio Benítez (149)

miércoles, 22 de abril de 2009

DAREDEVIL: HELL to PAY TPB's 1 & 2

Guión: Ed Brubaker

Dibujo: Michael Lark

Editorial: Marvel

Formato: TPB. 144/160 Páginas

Precio: $14.99/15.99

Calificación: 9/10

La noticia no dejaba indiferente a nadie. Tras permanecer al frente de la colección durante cincuenta y cinco números y casi seis años, Brian Michael Bendis y Alex Maalev dejaban Daredevil. Atrás quedaba la que, con permiso de Frank Miller, se perfilaba como la mejor época de la serie del luchador ciego. En esos cuatro años largos Brian Michael Bendis había cogido un personaje que no pasaba por su mejor momento tras los raros experimentos de David Mack y, dándole la vuelta, lo entregaba de nuevo a un público que no podía hacer otra cosa que rendirse ante el genio del guionista. (AVISO. Sáltate lo que sigue a continuación si no has leído la etapa del escritor. De hecho, ¡¿qué haces leyendo esta reseña cuando podías estar disfrutando de uno de los mejores cómics de superhéroes de los últimos tiempos?!) Con Bendis al timón Matt Murdock se casaba, veía su identidad secreta desvelada al gran público, su vida puesta en peligro constante y por último, daba con sus huesos en la cárcel junto a Kingpin.

Tras el demoledor final del número ochenta y seis quedaba claro que la tarea que le esperaba al sustituto de Bendis no iba a ser ni de lejos fácil. Superar la intensidad conseguida durante tantos números sin ser comparado con el genio de Cleveland era, a todas luces, imposible; claro que nadie sabía que su sustituto iba a ser otro de esos guionistas que convierten en oro todo lo que tocan: Ed Brubaker.

Catwoman, Sleeper y Gotham Central. Como carta de presentación no está nada mal, ¿no creen?. Pero dicho así, de forma tan fría uno no puede hacerse una idea de lo que Brubaker logra alcanzar con cada una de las citadas colecciones. Con Catwoman, el guionista se da el gustazo de cambiar el status quo de uno de los personajes más ambiguos del universo de Batman, escribiendo una serie de claro gusto por los ambientes noir sacados del cine negro de los años cuarenta y cincuenta. Sleeper es, hasta la fecha, lo mejor que se ha publicado en Wildstorm. Punto. Intensa y brillante, la colección de veinticuatro números demuestra, fuera de toda duda, que a la hora de ser caustico, Brubaker compite de tú a tú con Millar. Por último, Gotham Central, una título policíaco que durante su corta vida deja en pañales a cualquier serie de televisión que se le ponga por delante.

Sabiendo que los guiones de Daredevil estaban en tan buenas manos, y que la parte gráfica iba a recaer en Michael Lark, el efectivo dibujante de Gotham Central, no había nada que temer. Y efectivamente así ha sido. Con dos arcos argumentales hasta la fecha, Brubaker nos hace olvidar rápidamente a Bendis. En el primero, The Devil Inside and Out, el guionista continua la historia justo donde la dejó su antecesor, cambiando en sus doce primeros números el rumbo de la colección sin que en ningún momento lamentemos el nuevo destino. En el segundo arco, objeto de esta reseña, Brubaker construye una de las historias mejor hilvanadas que hayan tenido como protagonista, no ya a Daredevil, sino a cualquier superhéroe.

Tomándose su tiempo para desgranarla a lo largo de los doce números que la componen, Hell to Pay arranca con Melvin Potter, el Gladiador, tratando de averiguar por qué no es capaz de recordar las muertes de las que es claramente culpable; y termina con un Matt Murdock que ha pasado un infierno para averiguar cuál de sus enemigos se ha propuesto arruinarle la vida a él y a todos sus seres queridos. En el interín, Brubaker y Lark (cuyo dinámico y sucio estilo van que ni pintados al toque realista del escritor) cogen a Matt/Daredevil, lo vapulean, zarandean y maltratan a placer escribiendo por el camino momentos antológicos entre los que se cuentan, sin excepción, todas las páginas de un impresionante número 100.

De entre toda la bazofia que Marvel (bueno, y también DC) sigue empeñada en editar al cabo del mes, es de agradecer que haya guionistas como Bendis o Brubaker empeñados en mantener a sus criaturas alejadas de los tejemanejes de los directivos de las compañías, demasiado ocupados en contar billetes para darse cuenta de que más le valdría tener dos colecciones como este Daredevil, que setenta como las que ofertan cada mes. Más claro no se puede decir.

Sergio Benítez (148)

martes, 21 de abril de 2009

GREEN LANTERN: SECRET ORIGIN

Guión: Geoff Johns

Dibujo: Ivan Reis

Editorial: DC

Formato: HC. 160 Páginas

Precio: $19.99

Calificación: 8.5/10

Lo ha vuelto a hacer. No se cómo, pero lo ha vuelto a hacer. Mira que el origen de Hal Jordan es una historia que nos han contado mil veces, desde mil puntos de vista y mil autores diferentes (hasta ahora mi favorita sigue siendo la que narró Darwyn Cooke en su maravillosa New Frontier); y que debido a ello, no sólo era complicado hacer estos números atractivos, sino que además, resultaba evidente, al menos en apariencia, su carácter de puente hacia eventos más importantes dentro de la continuidad de una de las pocas series pijameras que sigo fielmente. Pero ahí es donde entra Geoff Johns para demostrarnos de nuevo (y van...) que él tiene la última palabra en cuanto a lo que es complejo y no y, más aún, para dejarnos boquiabiertos con un trabajo excelente que para colmo sirve como perfecto punto de partida a aquellos que no se hayan acercado nunca a Linterna Verde.

Como es de imaginar por el título, Johns, ayudado por el siempre efectivo dibujo de un Ivan Reis que sigue puliendo su estilo (aunque aún sean muy evidentes sus deudas a Carlos Pacheco y Bryan Hitch), abunda en los siete números aquí recogidos en el origen del personaje, tocando al mismo tiempo ciertos puntos clave que nunca han tenido explicación como por ejemplo por qué Abin Sur siendo un Green Lantern llegó a la Tierra en una nave espacial. Pero lo realmente interesante es observar como el guionista se introduce en los instersticios de la mitología del personaje para ofrecer detalles acerca de su personalidad, su relación con Sinestro - que plantea una gran pregunta, ¿y si ambos hubieran seguido siendo amigos? -, y las causas reales de la muerte de su antecesor y cómo estas van a afectar directamente a lo que esta por venir en la colección, sobre todo en lo que atañe a ese esperado The Blackest Night.

Lo dicho, esperaba que esta fuera una lectura entretenida y poco más, y Johns ha vuelto a confirmarme por qué es uno de los pocos guionistas actuales dentro de las dos grandes que merece mi total atención en todo aquello que haga (deseando estoy echarle el guante al Superman: Brainiac) y mi más profunda admiración hacia la gran mayoría de lo que ha escrito hasta ahora para DC. Green Lantern es la mejor prueba de que cuando hay ganas, buenas ideas y se tiene bien planificado lo que se quiere hacer con un personaje, el resultado es INMEJORABLE. ¡A seguir así Sr. Johns!.

Sergio Benítez (147)

lunes, 20 de abril de 2009

Las CALLES de ARENA

Guión: Paco Roca

Dibujo: Paco Roca

Editorial: Astiberri

Formato: Libro Cartoné. 116 Páginas

Precio: 15€

Calificación: 9/10

Si hay dos autores que en los últimos tiempos se han hecho indispensables a la hora de hablar de cómic español, esos son David Rubín y Paco Roca. El primero, a través de los tres volúmenes publicados hasta la fecha (El Circo del Desaliento, La Tetería del Oso Malayo y Cuaderno de Tormentas), ha demostrado que con imaginación y ganas, hasta superhéroes como Superman y Batman pueden ser tratados con capacidad innovadora. Del segundo hay muy poco que decir que no se haya dicho ya durante todo el 2008. Acaparador de premios con su inmensa Arrugas (que se ha llevado uno de los pocos dieces otorgados por estos lares), estaba claro que su siguiente trabajo iba a ser motivo por una parte de celebración, pues el autor no ha decepcionado en ninguno de sus tebeos hasta la fecha, y por la otra de un agotador escrutinio, ya que, habiendo conseguido poco menos que una Obra Maestra con su anterior cómic, las expectativas estaban, qué duda cabe, muy altas.

Vaya por delante, y para que nadie se lleve a engaño, que Las Calles de Arena NO es Arrugas ni se le parece en nada, salvo en el nombre de su autor, claro está: ambos tebeos no tienen relación alguna en la temática, ni en el estilo narrativo que Roca utiliza para la ocasión - incluso el dibujo, aún conservando sus señas de identidad, se vuelve más menudo- separándose completamente (e intuyo que de forma más que consciente) de su galardonada obra. Ahora bien, el que no se parezca ni en el "blanco de los ojos" a Arrugas, no quita para que estemos ante un gran tebeo, preñado de imaginación y multitud de detalles que enriquecen la lectura muy por encima de lo que, hoy por hoy, podemos encontrar en muchos de los cómics publicados en nuestro país.

Más allá de la gran cantidad de referencias literarias a las que hace alusión Juan Manuel Díaz de Guereñu en su introducción, muchas de las cuales me habré perdido por no haber leído a Cortazar o Borges (sí, lo se, son asignaturas pendientes), lo que a mi modesto entender supone un gran punto a favor de lo pergeñado por Roca, es cómo el autor consigue enganchar al lector desde la primera página, atrapándolo hasta tal punto en el laberinto de calles que conforman el Barrio donde la acción tiene lugar, que es prácticamente imposible soltar el volumen (editado con la calidad habitual por parte de Astiberri) toda vez se haya comenzado la lectura. Para ello, el artista valenciano se sirve de una historia que comienza de forma muy sencilla y no por casualidad en una libreria (que tiene todo el aspecto de una tienda de cómics) en la que el personaje, cuyo nombre no conoceremos en todo el relato, compra una estatua de Corto Maltés. Con este pequeño recurso - no hay nada que guste más a un aficionado a los tebeos que verse reflejado en los mismos - Roca se gana al lector de forma instantánea, entregándose éste a todos los juegos que el autor comienza a proponer cuando, de repente, el personaje se pierde entre las callejuelas sin nombre del Barrio Viejo.

Lo que sigue es un corolario de lo mejor que Roca sabe hacer, pintar una realidad no muy opuesta a la nuestra introduciendo en la misma pequeños matices diferenciadores, ya sea en el decorado donde se mueve la acción, como, sobre todo, en los peculiares y carismáticos personajes que acompañan al protagonista en un viaje que tiene poco de búsqueda exterior (por más que el "héroe" de la función trate de salir por todos los medios del Barrio) y mucho de interiorización, sirviendo cada conversación que este tiene en el edificio en el que se desarrolla la práctica totalidad de la acción, como un paso más hacia el esperable, aunque no por ello menos poético, final. Tratando a esa improvisada Torre de Babel donde se despliegan los encuentros como un personaje más dentro del transcurso de la trama, Roca consigue dibujar una realidad cohesiva en la que persona y edificio no constituyen entes alienados, resultando imposible entender a los primeros sin aprehender la idiosincrasia del segundo.

Es precisamente en la descripción de los peculiares habitantes del Barrio y el Hotel La Torre, cuyas vidas en un momento u otro han quedado atrapadas en la inercia funcional del mismo, donde el autor alcanza los mejores momentos de la lectura. Cada uno de ellos ofrece, a su manera, una historia que pudiera haber llenado perfectamente todas las páginas del tomo sin que la lectura se hubiera resentido un ápice: desde el improvisado compañero de habitación del protagonista que nunca consigue llenar la maleta para irse del edificio (y cuando lo hace, la sutileza del momento es tratada simplemente de forma magistral), hasta el imposible cartógrafo agorafóbico y sus mapas personalizados, pasando por Don Diógenes, un vampiro atrapado en el recuerdo de los objetos que le rodean; Don Soto, el hombre que quiere dejar de vivir y pasa todo el día en su ataúd; el Coronel Franciso Piedra, científico a su pesar que persigue una y otra vez el sueño de que su mujer vuelva a la vida; la improbable pareja formada por la Señora Esther (gerente del edificio) y el Señor Rueda, su encargado de mantenimiento o Eva, la cartera que mantiene viva al Barrio a través de una correspondencia que ella misma escribe...todos conforman un lienzo vivo y cambiante que se ve afectado irremisiblemente por la incursión del protagonista en sus vidas hasta tal punto que él será el inesperado desencadenante de todo el final.

Lo poético de la resolución de todas las vidas que se tocan en la lectura - bellísimo como se resuelve, por ejemplo, el personaje de Don Diógenes - y ese final en el que el protagonista comprende por fin cuál es su verdadero sitio, terminan por cuajar un magnífico tebeo, de lectura obligada y relectura más que aconsejable en el que Roca consigue de nuevo cautivar al lector de principio a fin con unas páginas tan impregnadas de poseía visual como de inusitada vida mucho tiempo después de que la lectura toque a su fin. El artista español es un genio del noveno arte y Las Calles de Arena es buena prueba de ello.

Sergio Benítez (146)

viernes, 17 de abril de 2009

STURMTRUPPEN vol.3

Guión y Dibujo: Bonvi

Editorial: Nuevas Fronteras del Arte

Formato: Álbum Cartoné. 64 Páginas

Precio: 12€

Calificación: 9/10

La capacidad para reírse de todo, sea ese todo tan dramático como queramos, es algo innato al ser humano y que no todo el mundo es capaz de asimilar, ofendiéndose en vano cuando ciertas intenciones van claramente orientadas a quitar hierro a todo lo que de un modo u otro va marcando la historia. Esta suerte de máxima es la que Bonvi siguió al pie de la letra cuando creó Sturmtruppen en 1963, una serie de tiras cómicas protagonizadas por los soldados rasos (y algún que otro cargo de mayor rango) del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Publicado por primera vez en España en los años ochenta, el recuerdo que guardaba de aquellos pequeños tomos que publicaran Nueva Frontera y New Comic se había mantenido en mí indeleble, aunque siga sin poner en pie ni que fue de ellos ni dónde los leí (es más que probable que la respuesta a esta última duda sea la casa de mis abuelos paternos). El caso es que, cuando hace tres años se anunció el lanzamiento del primer volumen en tapa dura de la mítica serie de Bonvi, esos recuerdos que se mantenían en letargo me avisaron que esta era una colección que tenía que llevarme a casa sí o sí. Algo que, obviamente, terminé haciendo.

Con una cadencia de publicación que se antoja eterna - en tres años han aparecido tres tomos con una separación entre el primero y el segundo de casi veinticuatro meses- la editorial Nuevas Fronteras del Arte, heredera directa de aquella que editara el material de Bonvi en los ochenta, se ha propuesto lanzar una edición integral de todo lo creado por el italiano en los treinta y dos años que el artista estuvo dibujando a sus soldaditos. A ritmo de dos años de material por volumen, y si el ritmo de un ejemplar al año se mantiene, la editorial se enfrenta a dieciséis largos años (trece sin consideramos los tres que ya han pasado) en los que seguir sacando a la luz estos Sturmtruppen; demasiado tiempo para un mercado como el español, la verdad.

Dejando a un lado la que es única pega del tebeo, Sturmtruppen se alza como una de las mejores tiras cómicas que uno puede sentarse a leer: echando mano de unos personajes tan estereotipados como los soldados alemanes, Bonvi plantea un firme alegato antibelicista que aumenta en intensidad con cada lectura de un nuevo tomo en directa relación a como elevan su tono las carcajadas (sí, carcajadas, nada de medias sonrisas) que uno suelta cuando lee cualquiera de las tiras elaboradas por el artista. El uso de los arquetipos sirve a Bonvi para despersonalizar a los soldados hasta tal punto que todos tienen el mismo rostro y, salvo el Sargento al que todos los soldados temen, y el Coronel del que todos se mofan a la mínima de cambio, el único nombre que se utiliza es el de Franz. La recurrencia de estos tres personajes, y su uso reiterado es parte de la gran comicidad que atesoran las tiras, debiéndose otra gran parte a los mil y una giros y matizaciones que el autor es capaz de darle al mismo chiste.

De trazo caricaturesco y exagerado en cuanto a la eterna postura de sus "actores", que siempre aparecen encorvados y con las piernas flexionadas, Bonvi no mantiene una estructura constante en cuanto a número de viñetas en que dividir la tira, no pasando nunca, eso sí, de tres, algo que hace aún más genial la labor del dibujante. Con una capacidad innata para situar la "acción" con cuatro trazos y gran limpieza en el acabado, el dibujo de Bonvi para Sturmtruppen es tan reconocible como indisoluble del producto final (ya quisieran muchos dibujantes presumir de que sus trabajos tuvieran una ligazón tan íntima con la historia que cuentan los guiones) colocando a esta maravillosa serie como una de mis cinco tiras cómicas favoritas de todos los tiempos. Ahí es nada.

Sergio Benítez (145)

jueves, 16 de abril de 2009

Los CARRUAJES de BRADHERLEY

Guión y Dibujo: Hiroaki Samura

Editorial: Dolmen

Formato: Libro Rústica. 216 Páginas

Precio: 8.95€

Calificación: 8.5/10

Convocándoos con la clara intención de haceros partícipes de este espacio de la red que visitáis cada día, la idea de haceros elegir Lo Mejor del 2008 tenía una inocente intención oculta, llamar mi atención sobre aquellas lecturas del pasado año que se me hubieran pasado por alto y que debían formar parte de mi tebeoteca. Y aunque la gran mayoría de lo que recomicdásteis ya había pasado por mis manos o estaba esperando para su lectura, una considerable cantidad de títulos de los que nos hicisteis llegar eran todavía tierra por descubrir. Con la clara resolución de que durante este año aparezcan algunos de ellos que ya han sido convenientemente adquiridos, me pareció adecuado empezar por este manga del que tanto había oído hablar con mucha razón.

Ya he comentado en más de una ocasión que el manga (fuera de ciertos autores a los que sigo fielmente) no es santo de mi devoción. Ello no quita para que, de cuando en cuando, y si las críticas hacia él vertidas así lo propician, no sepa dejar de lado mis reservas y me acerque intrigado a ciertos títulos. Con una portada hipnótica y bastante inquietante que refleja de forma sutil lo que nos vamos a encontrar en el interior, tengo que admitir que Los Carruajes de Bradherley dejó profunda mella en mi ánimo tras finalizar su lectura. Será casualidad, aunque con los años cada vez creo menos en que las cosas ocurran por azar, pero la lectura del manga coincidió con el visionado de una película con la que guarda no pocas concomitancias, la francesa Martyrs. Ambos, cómic y filme, parten de una enfermiza premisa para terminar sirviendo de análisis más o menos preciso de lo horrible de la naturaleza humana.

Las diferencias entre uno y otro, al margen de las obvias debidas a lo diferente de las disciplinas artísticas en las que se enmarcan y la historia que cuentan, se circunscriben de forma más ajustada a la crudeza con la que el filme de Pascal Laugier muestra la violencia (hasta límites dolorosamente explícitos) en firme contraposición a el portentoso uso de la elipsis y esa brillante manera de enseñar sin enseñar de la que haga gala Samura en el manga. De trazo capaz de aunar fragilidad y delicadeza con una violencia desgarradora, el autor japonés enmarca Los Carruajes de Bradherley en una época enormemente adecuada para el tono del relato, la Inglaterra victoriana (aunque en ningún momento se cite per se que estemos en Gran Bretaña), y sus ocho capítulos más epílogo ofrecen todo un recital narrativo en el que el artista juega con los saltos temporales y en centrarse en un personaje determinado para ir deshaciendo el horrible ovillo que se oculta tras el Plan 1.14.

De resonancias truculentas, el manga se lee aguantando la respiración ante lo real del terror que subyace bajo la bella pátina que suponen las viñetas de Samura. Lectura intensa, a la par que tremendamente poética y evocadora, la innegable calidad de Los Carruajes de Bradherley sirve como importante apoyo a mi lenta reconciliación con el cómic manufacturado en el país del sol naciente.

Sergio Benítez (144)

miércoles, 15 de abril de 2009

S.

Guión y Dibujo: Gipi

Editorial: sins entido

Formato: Libro Rústica. 112 Páginas

Precio: 16€

Calificación: 8/10

Siempre me ha dado la impresión que los premios del Salón del Cómic de Barcelona tenían cierto tufillo elitista. Debido a ello, jamás había sentido curiosidad por ojear alguna de las "mejores obras" galardonadas en dicho evento. Con S. fue diferente. No se si fue la cuidada edición (con un papel de alto gramaje), o el hecho de que al leer las dos primeras páginas en mi tienda de cómics habitual ya estuviera enganchado. El caso es que no pude evitar traérmelo a casa. Ahora me alegro.

De forma totalmente aleatoria (o al menos así lo parece al principio, después descubriremos que no) Gipi nos pasea por S. a través de sus recuerdos y los de su otro protagonista, cuya identidad se mantiene oculta hasta bien entrada la lectura, su padre. Más que un cómic, S. es un acto de amor al tiempo que una válvula de escape que sirve al autor para poder verter en sus geniales viñetas acuareladas todo aquello que le ayuda a superar el tremendo dolor por la muerte de su progenitor. Como si de un caótico diario se tratara, por las páginas de S. Gipi va desgranando, casi siempre en pasado, muy pocas veces en presente, historias que fueron vitales en las vidas de los implicados, ya fueran de tanta envergadura como la participación de su padre y tío en la Segunda Guerra Mundial; como lo anecdótico de un viaje en barca con su primo. Sin dar a unas más importancia que a las otras, Gipi deja en manos del lector la responsabilidad de ponderarlas y de concretar de cuáles de ellas podemos sacar enseñanzas vitales.

Cosidas con firmeza, ambas vertientes del relato pergeñado por Gipi quedan realzadas por una labor gráfica impresionante que sorprende en cada nueva página por su variabilidad y juego. Distinguiendo primero entre viñeta cerrada y abierta, color y paleta monocromática para diferenciar sus recuerdos de aquellos de su padre, Gipi estructura las páginas con pocos dibujos para que sea la historia (y sobre todo lo que no se nos cuenta de la misma) la que vaya respirando a placer sin las constricciones propias de una estructura narrativa cerrada. Ello permite al autor jugar a su antojo con las herramientas iniciales trastocándolas de forma arriesgada hacia el final de la narración.

Así, llegadas las últimas páginas de la historia, cuando el artista ya ha desvelado todas sus cartas y aceptado que no volverá a ver a su padre, nos encontramos con que estas están en blanco a excepción de los textos de apoyo: desprovisto así de cualquier atadura narrativa, Gipi deja que sean sus sentimientos, perfectamente acotados mediante una entrañable anécdota, los que traspasen la frontera del papel y lleguen al lector en su estado más puro, sin estar contaminados por ninguna manipulación visual. Les puedo asegurar que lo que esas dos páginas remueven en el lector supera con mucho lo que otros autores son capaces de expresar con muchos más recursos. Si eso no merece ser alabado...

Sergio Benítez (143)

martes, 14 de abril de 2009

La COSA NOSTRA. Primera Época

Guión: David Chauvel

Dibujo: Erwan Le Saëc

Editorial: Planeta DeAgostini

Formato: Libro Cartoné. 224 Páginas

Precio: 20€

Calificación: 7 /10

"Que yo recuerde, siempre quise ser un gángster".

Con esa frase comenzaba una de las cintas más ambiciosas de Martin Scorcese, Uno de los Nuestros. Un calificativo, el de ambicioso, que muy aplicado al cine y casi siempre a las nuevas producciones del citado director, Ridley Scott o James Cameron, casi nunca encuentra su traslado al noveno arte. La Cosa Nostra no sólo se adhiere perfectamente a este concepto, sino que su ambición termina jugando en cierto modo en su contra.

Chauvel y Le Saëc plantean con la presente serie un repaso a los orígenes de la Mafia en Estados Unidos, alrededor de los cuales hay más mito que realidad; intentando los autores acercar su relato más hacia el segundo de los términos. Este deseo se refleja, antes que nada, en el grafismo de Saëc, cuyo verismo a la hora de construir las calles de Nueva York, se enfrenta a lo que el artista llega a dar de si cuando toca dibujar a los personajes: si bien su caracterización está bastante conseguida y es fácil distinguir a Capone de Lucky Luciano, Bugsy Siegel o Frank Costello, el encorsetamiento que produce tamaña labor redunda en detrimento de la fluidez narrativa, con unos personajes abigarrados y estáticos que en ocasiones entorpecen el ritmo de la lectura.

En lo que a Chauvel respecta el ritmo no es un problema. La labor de investigación y documentación que el autor demuestra en cada página del tomo es tan exhaustiva como asombrosa: muestra de ello son las últimas páginas del volumen, donde se citan las fuentes y pequeñas licencias que el escritor se ha tomado a la hora de estructurar la narración (siempre en off, como las grandes cintas del cine negro). Chauvel recaba información de muy diversos rincones para contarnos, de forma casi lineal (aunque permitiéndose varios saltos temporales), una historia apasionante en la que cada "actor" está dotado de una precisa voz propia, siendo precisamente este el punto fuerte de la labor del guionista. Desde el desconocido narrador, hasta cada uno de los mafiosos protagonistas, Chauvel escribe con pulso firme sin que en ningún momento decaiga, no ya la descripción de los mismos, sino el vertiginoso devenir de los acontecimientos en los que se ven envueltos.

A la postre, es por el trabajo del guionista más que por el de Saëc por lo que La Cosa Nostra termina siendo una lectura apasionante, que atrapa en cada capítulo y no da un respiro al lector. Teniendo en cuenta dónde acaban los acontecimientos narrados en este tomo, muy mal lo tiene que hacer Chauvel para no enganchar aún más con el siguiente, en el que, a todas luces, se revisarán los años de la Ley Seca, apasionante época para el que alguna vez se haya acercado a la historia de los Estados Unidos.

Sergio Benítez (142)

lunes, 13 de abril de 2009

FABLES vol.10: The GOOD PRINCE

Guión: Bill Willingham

Dibujo: Mark Buckingham


Editorial: DC


Formato: TPB. 240 Páginas

Precio: $17.99

Calificación: 9/10

Permítanme comenzar con una pequeña historieta personal: cuando comencé a coleccionar cómics en firme, el material que durante dos o tres años nutrió mis por aquel entonces exiguas estanterías fue, en su inmensa mayoría, grapa. ¿Por qué?, pues muy sencillo, Algeciras no contaba en aquellos tiempos con tienda de cómics (una carencia que Inma y su Amuleto vinieron a suplir con el tiempo) y lo máximo a lo que uno podía aspirar era a lo que llegaba a esta o aquella papelería cercana a su casa. Aún así, el nivel de compras no era bajo, y por mis manos pasaron infinidad de series en comic-book y, de cuando en cuando, algún que otro de los tomos editados por Zinco o Forum que, no se sabe muy bien por obra de que hados, llegaban a mi ciudad. Todo ello cambió por un doble motivo cuando emigré a Sevilla: primero, el descubrimiento de las tiendas de cómics (la recordada Elektra, Nostromo, Arte 9, la fenecida Rumbo Sur) y del Previews; el segundo, y más importante, internet. A través de la red, y con el auxilio de Milehigh (una tienda imprescindible aún hoy) pude ir completando los muchos huecos que faltaban en mi tebeoteca con ingentes cantidades de grapas venidas del otro lado del océano. Pero, ay, llegó un momento que eran tantas las colecciones que seguía, y tan poco el tiempo para leer (la puñetera carrera se encargó de ello a base de bien) que se me acumulaban las lecturas atrasadas por meses y si no era así, llevar tantas colecciones para adelante comenzaba a mermar seriamente en mi capacidad retentiva, hasta el punto de que casi no era capaz de recordar de un mes para el siguiente que pasaba en tal o cual título. Y entonces llegaron los tomos recopilatorios. "Mi salvación", pensé. Y sí, lo fueron, al menos durante unos años en los que si quería, podía leer doce meses de cualquier serie del tirón siendo un poco paciente. Y aquí es donde arranca la verdadera recomicdación de Fables...

Y diréis, ¿que tiene que ver toda esta historieta con la serie de Willingham y Buckingham?. Muy sencillo, desde hace año y medio más o menos, son tantas las lecturas que se me han acumulado (y ya no son grapas, sino tomos de grosor variable) que cuando me he querido dar cuenta, llevaba más de doce meses sin hincarle el diente a la genial colección de los personajes de cuentos, con todo lo que ello implica: mi memoria, que ya no es lo que era por tanta saturación de información (y no sólo de cómics, sino también de cine, bandas sonoras y, por supuesto, mi profesión), no es capaz de acordarse de los detalles de un título al que hace más de trescientos sesenta y cinco días que ni miraba, cuanto más si se trata de una colección cuya continuidad es fundamental para su buen entendimiento y disfrute. Es por ello que cuando saqué este tomo diez de la balda que tengo destinada a pendientes, lo hice no sin cierto temor a que no fuera a acordarme de nada. Y así fue, al menos durante las primeras diez páginas.

Perdido inicialmente entre las muchas referencias que se hacían a lo sucedido en los números (o tomos) anteriores de la serie, gracias a que Willingham pronto se centra en establecer los dos frentes iniciales sobre los que moverá la totalidad del volumen, podemos disfrutar de una de las sagas más compactas de cuantas haya escrito el guionista desde que comenzara su serie hace ya casi siete años. Haciendo gala de una salud envidiable, Fables encara con The Good Prince un arco argumental soberbio, en el que el guionista coge a uno de los personajes más queridos (al menos por el que esto suscribe) del inmenso universo de cuento por él imaginado y le da un giro de ciento ochenta grados, transformando a Flycatcher de encargado de la limpieza en el edificio que rige los destinos de Fabletown en monarca de un nuevo reino en el corazón de las tierras controladas por el temido Adversario.

Usando para ello la misma calidad de imaginación que ha venido demostrando hasta la fecha, Willingham añade a la ya rica iconografía de Fables un nuevo personaje y, por ende, nuevas leyendas con las que jugar, las Artúricas, trayendo para la ocasión a Lanzarote como principal acicate para lograr que Fly se transforme en rey. Lo que sigue es el recuento de las hazañas del soberano de Haven en su lucha continua contra las fuerzas del Adversario, logrando el guionista cotas de excelencia a la hora de narrar las nobles peripecias del que hasta hace poco en la serie había sido un simplón secundario.

Decía antes que Willingham abre dos frentes bien diferenciados centrándose el segundo de ellos en avanzar lo que ocupará sin duda buena parte del futuro inmediato de la serie: la inminente guerra entre Fabletown y las fuerzas del Adversario. Descubierto el plan del enemigo gracias a Frau Totenkinder (la bruja de Hansel y Gretel), las pequeñas píldoras de información que el hábil escritor va soltando a lo largo de la lectura van dibujando lo que se adivina como una saga apasionante de la que habrá que estar muy pendiente.

En el apartado gráfico, Mark Buckingham cumple como ha hecho hasta ahora a lo largo de la gran mayoría de los sesenta y nueve números de la serie. Habiéndose distanciado notablemente de sus obvias similitudes iniciales con Chris Bachalo (dibujante que últimamente ha oscurecido su narrativa de forma ostensible) no es que el trazo de Buckingham haya evolucionado mucho desde los inicios de Fables, pero es innegable que su personal estilo ha sido el que se ha convertido a la serie en lo que es, con esos enmarcados de página tan característicos y la correcta diferenciación de personajes que consigue con pocos elementos.

Lo dicho, Fables (y no sólo este tomo sino la serie en general) es uno de los mejores tebeos regulares editados hoy en Estados Unidos que nada tienen que ver con los superhéroes. Retomando el comentario con el que iniciaba la recomicdación, si algo tengo claro es que no voy a volver a esperar más de un año para leer el volumen 11 (titulado War and Pieces). De hecho, cuando escribo estas líneas, el recopilatorio viene de camino desde el otro lado del charco, así que es de esperar que en pocas semanas volvamos a incidir sobre este magno cómic. Hasta entonces, que ustedes sean felices y, si la crisis se lo permite, coman perdices.

Sergio Benítez (141)

miércoles, 8 de abril de 2009

DRAGONBALL ULTIMATE EDITION


Guión y Dibujo: Akira Toriyama

Editorial: Planeta DeAgostini

Formato: 32 Libros Rústica. 224-232 Páginas

Precio: 7.95€ c/u

Calificación: 10/10

Creo haber comentado alguna vez que Dragonball jugó un papel muy importante en mi decisión de empezar a tomarme los cómics como algo más en serio que un mero entretenimiento. Hasta la aparición del número uno de la serie roja en 1992, llevaba dos o tres años coqueteando con la idea de que las compras esporádicas que hacía de algún que otro cómic suelto pasaran a ser una costumbre mensual, uniéndose a mis otras dos aficiones (el cine y la música de cine) como parte de mis gastos fijos. Sin embargo, en ese tiempo, no encontraba ninguna colección que llamara mi atención lo suficiente. A ver, no me malinterpretéis, estaban Superman, Spider-man, Hulk o los dichosos mutantes, pero el peliagudo asunto de la continuidad ya me echaba bastante para atrás por aquel entonces. Como quiera que Bola de Dragón se había convertido en muy poco tiempo en un visionado obligado, el encontrarme un buen día con el cómic en la papelería que servía de desfogue para mis cada vez más recurrentes compras fue todo un shock: en tonos rojos y con el título de Dragonball Z en un amarillo chillón aparecía en la portada un Goku con el pelo rubio que no se había visto hasta entonces por la televisión. Ahí comenzaba todo.

Como podrán comprender, el cariño que guardo a ese número en especial (que por desgracia vendí conforme me fui haciendo con las diferentes ediciones que Planeta fue sacando en el transcurso de los años) en mi memoria es un punto de partida poco objetivo para la recomicdación que están leyendo, pero espero que sepan perdonármelo. Habiéndome saltado la serie blanca, que había comenzado a editarse pocos meses antes, y a sabiendas de que la duplicidad de publicación por parte de Planeta se debía a la voluntad de la editorial de enganchar a nuevos lectores anticipándoles lo que iba a ocurrir en el anime, Dragonball pasó, de la noche a la mañana a ser EL PRIMER cómic del que no podía prescindir ningún mes, calmando mis ansias lectoras en el tiempo que pasaba entre la publicación de uno y otro número releyendo de forma ávida las páginas de los números que ya tenía en mi poder. A partir de ahí, y poco a poco, otros cómics comenzaron a formar parte de mi incipiente colección. Pero siempre con Dragonball ocupando un sitio de preferencia.

El coleccionista que desde pequeño ha habitado en mí fue evolucionando, se mudó de ciudad, y comenzó a abrir horizontes con otros tebeos, pero manteniendo la constancia en cuanto a mi fidelidad con la magistral serie de Toriyama: tras las series blanca y roja vinieron los tomos (primeros los blancos, después los amarillos), y tras ellos, e ignorando de forma más que consciente la compra de las series amarilla y azul, llegarían los treinta y dos volúmenes que componen la Ultimate Edition. Con páginas a color, nuevas portadas del dibujante nipón y una cuidada edición a un tamaño superior a de los tomitos blancos/amarillos pero inferior a la del cómic de grapa, la Ultimate Edition ocupa hoy un lugar prominente en mis estanterías y ya ha sido objeto de un par de lecturas completas (la que le hice mientras recibía la suscripción mensual y una más que efectué una vez hubo terminado su publicación) que no han hecho más que confirmar que Dragonball es una de esas series por las que no pasa el tiempo y en la que múltiples incursiones no hacen mella en su capacidad para entretener como pocas.

Diferenciándose del anime en la no eternización de las varias sagas que la componen (todo el mundo recuerda lo de los segundos que faltaban para que Namek explotara), Toriyama consigue con sus más de siete mil páginas un cómic que sabe como divertir, mantener la tensión y motivar a una lectura que, aunque en muchas ocasiones resulta rápida en exceso por las ingentes cantidades de viñetas que se dedican a las escenas de lucha, es de lo más gratificante. Poco se puede decir que no se haya dicho ya acerca de las inmensas virtudes del dibujante como narrador, sobre todo en lo que a las peleas atañe, dominando el nipón a la perfección los encuadres y nunca cayendo en la desorientación espacial que tanto abunda en los tebeos japoneses: a ninguna página de Dragonball puede achacársele el ser confusa o haber saltado de una viñeta a otra sin que la elipsis narrativa quede perfectamente definida. Esto, unido a la perfecta caracterización que Toriyama hace de todos y cada uno de sus personajes, desde los principales hasta el último secundario, y el derroche de imaginación y detalle que pone, no sólo en la creación de ellos sino en los fantásticos entornos donde va moviendo la acción, convierte a Dragonball en todo un ejemplo de manga a seguir.

En cuanto a los guiones, mucho se ha criticado la simplicidad de los mismos y como el avance de la serie acusa, a partir de la inclusión de Piccolo y la posterior aparición de la denominación Z, el síndrome del "malo más grande": los detractores de la serie (que los hay, como es natural) siempre han arremetido contra el hecho de que, con la aparición de Vegeta, la frescura y humor de Bola de Dragón se pierda en un afán del Toriyama escritor por poner a prueba los límites de su storytelling y, por consiguiente, de su imaginación, a la hora de concretar el siguiente supervillano. En mi modesta opinión eso resultaría negativo si el japonés repitiera esquemas cada vez que una saga acaba y comienza la siguiente. Pero ese no es el caso. Dragonball no acusa en ningún momento cansancio por parte de su creador, como mucho se le podría achacar una cierta premura en los últimos números, cuando cierra como loco los flecos que le han quedado sueltos, y aún así estaríamos haciendo flaco favor a todo lo que se desarrolla en el resto de la colección. Y aquí hay decenas de momentos en los que detenerse: desde la impactante transformación de Goku en Superguerrero al sacrificio de nuestro héroe en la lucha con Radik o la fusión de los héroes con los Potala; desde la revelación del origen de Piccolo y su relación con cierto personaje divino a la chocante muerte de Krilin o la relación de éste con la robot y la niña que tienen en común (sic); desde Vegeta convirtiéndose en Ozaru y Yajirobai tornándose en inesperado héroe a Célula alcanzando la perfección y transformándose en un ser invencible o la curiosa relación entre el monstruo Bu y el cobarde Satán....son tantos los detalles de la historia en los que nos podríamos fijar que necesitaríamos de otra recomicdación para poder listarlos convenientemente.

Y es que Bola de Dragón hay que tomarla como lo que es, un entretenimiento de primer orden que no pretende mover a la reflexión profunda, sino hacer que el lector vuelva a una etapa de su vida donde bastaba con leer "Kamehameha" para ser transportados durante varios minutos a un mundo en el que todo era posible de la mano de unos personajes que para siempre quedarán bien guardados en nuestra memoria. Sirva esta
recomicdación como sentido homenaje a una colección que tanto supuso para muchos aficionados en su momento y que, eso seguro, seguirá despertando pasiones en las futuras generaciones que a ella se acerquen.

Sergio Benítez (140)

P.D: ¡Casi se me olvida!. Con motivo de las festividades nos tomamos unas mini vacaciones lo que queda de Semana Santa y nos volveremos a ver el lunes con nuevas recomicdaciones.