Dibujo: Paolo Rivera & Marcos Martín
Editorial: Marvel
Formato: Comic Book. 24 paginas
Precio: $2.99
Calificación: 7.5/10
Con todo lo que le ha pasado al Hombre sin Miedo desde que Brubaker dejara su destino en manos de Andy Diggle, quizás sea conveniente comenzar esta reseña repasando la trayectoria del personaje en los momentos previos a que Mark Waid se haga con la capitanía de la colección que ahora mismo está llevando a tan buen puerto.
Como
decía, tras dejar Brubaker un pabellón muy alto (quizás no tanto como
el testigo que le había sido cedido a él por parte de Bendis y Maalev,
pero alto sin lugar a dudas) Andy Diggle comenzaba una andadura con
Daredevil que le llevaría a resquebrajar por completo el mundo del alter
ego de Matt Murdock. Comenzando ya desde el epílogo del último número
guionizado por Brubaker, que situaba al cuernecitos al frente de la
temida Mano, Diggle enhebra una saga en la que Matt/Daredevil comienza a
ver como su personalidad se ennegrece hasta el punto de autoproclamarse
señor de los destinos de la Cocina del Infierno y provocar el crossover
Shadowland, en el que muchos de los héroes de Nueva York tendrán que
enfrentarse a un compañero poseído por un espíritu demoníaco que lo ha
llevado a la más completa locura.
Aunque
el recurso del demonio esté muy trillado, y la lectura completa de
Tierra de Sombras se resienta (como siempre pasa en los crossover) por
la inevitable inclusión de números colaterales que no llevan a nada, el cuerpo
central de la acción consigue atrapar la atención del lector y, para
cuando el polvo de la batalla se ha despejado y el bien ha triunfado sobre el mal, la
conclusión más directa es que Matt Murdock ha desaparecido y con él, por
supuesto, el Hombre sin Miedo.
Así
las cosas, y con un personaje que, para expiar sus pecados, se ha
marchado de la Gran Manzana a deambular por las carreteras de Estados
Unidos, Diggle nos trae como coda a su estancia en la colección la
miniserie Renacimiento, una excusa de muy fácil digestión en la que,
tras enfrentarse a un grupo de matones que tienen atemorizado a un
polvoriento pueblo norteamericano, nuestro héroe decide que ya es hora
de regresar a su hogar. Y es así como entran en acción Mark Waid y el
brillante dúo de dibujantes que Marvel pone a su disposición.
Consciente
de que un relanzamiento es una oportunidad de oro para captar nuevos
lectores, Marvel enmarca el comienzo de Daredevil dentro de ese proyecto
editorial llamado Big Guns, con el que sacar nuevo partido no sólo al
héroe ciego si no al Capitán América, el Castigador y el Caballero Luna. Haciendo aquí un pequeño alto en el camino, cabría resaltar que esa nueva vida que se ha pretendido insuflar a las otras tres series ha dado resultados desiguales. Mientras que Brubaker, encargado del Capitán América junto a Steve McNiven y Alan Davis en los diez primeros números, ha sabido renovar esfuerzos y cambiar completamente de rumbo con respecto a lo que le habíamos leído hasta ahora en las aventuras de Steve Rogers (virando hacia un tono más clásico y menos noir), Rucka ha dibujado un Castigador inane que palidece en su comparación con lo que Aaron ha concretado en la injustamente cancelada versión MAX del personaje, y Bendis y Maalev han perdido por completo el norte en un Caballero Luna tan estrambótico como olvidable.
Con tan aciago panorama, y aunque el Daredevil de Waid no sea una maravilla, cabe valorarlo como la mejor serie del cuarteto por varios motivos. El primero es el buen hacer del guionista. Vale, el escritor de Kingdom Come nunca ha pasado de ser un buen artesano del medio, pero ello le da cierta ventaja cuando juega junto a pesos pesados dentro de la Marvel como Brubaker o Bendis, permitiéndole su más modesto estatus no crear tantas expectativas con respecto a su trabajo y que éste al final no defraude en la medida de los otros.
Pero sería injusto valorar lo conseguido por Waid por simple oposición a lo no logrado por sus colegas cuando el trabajo del norteamericano devuelve algo de ese espíritu jovial que hace eones había desaparecido de la cabecera de Daredevil. Con la nueva directriz (algo que se está viendo ya en casi todas las series regulares del Universo Marvel) de no centrar su atención en arcos argumentales de seis números que sean carne de recopilatorio, Waid ha ido planteando desde el principio lo que ahora mismo esta a punto de terminar por eclosionar en la publicación. En resumidas cuentas: Matt/Daredevil se ha hecho con un disco duro que contiene información vital para la supervivencia de las cinco organizaciones criminales más poderosas del mundo y éstas harán lo que sea para hacerse con él. Con este trasfondo, el avance de la serie ha ido alternando aventuras autoconclusivas destinadas a servir más de relleno que de otra cosa (aunque la de la Navidad es bastante curiosa) con otras que van montando el escenario de fondo en el que, se preve, será el gran enfrentamiento entre nuestro héroe y las fuerzas del mal.
Y puntualizando todo ello con suma brillantez y extrema elegancia y sencillez encontramos la labor de dos artistas como la copa de un pino: Paolo Rivera y Marcos Martín. De nuestro compatriota poco hay que decir salvo que sigue sorprendiendo su magnífico uso de los más variopintos recursos narrativos. El segundo, que ya nos había conquistado con su arte pintado en Mythos, varía aquí de estilo para adaptar su arte a las necesidades de un título mensual, no perdiendo por ello ni un ápice de su gran validez como dibujante.
En definitiva, una serie tremendamente entretenida que se sigue con sumo interés mes a mes y de la que cabe seguir esperando que cumpla sus funciones a la perfección mientras Waid siga al frente. Ojalá que sea por mucho tiempo.
Sergio Benítez (V)
2 comentarios:
Creo que el mayor problema que se puede encontrar esta serie es el que la gente cambie el chip después de haber leído las anteriores etapas. Bendis, Brubaker y Diggle le han hecho autenticas perrerías a DD y sus versiones han sido oscuras tirando a muy chungas y ahora llega Waid con un personaje mas colorido y superheroico, quizás un cambio demasiado radical.
Y nosotros que disfrutamos como un cerdo en una cochiquera al ver a un personaje pasarías putas.
Saludazos
Ahí le has dado Mario, ya que esa es exactamente la sensación que se tiene al comienzo. Pero, una vez cogido el punto al nuevo estilo del cuernecitos, uno se lo pasa bomba, la verdad.
Abrazos,
Sergio
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