Dibujo: Miguelanxo Prado
Editorial: Norma
Formato: Álbum Cartoné. 32 Páginas
Precio: 10€
Calificación: 7.5/10
"Música clásica". Tan escuesta respuesta provocaba siempre un curioso arqueo de cejas en todo aquel adulto que me preguntaba de pequeño qué tipo de música me gustaba. "¿Y eso?", solían volver a inquirir. Y entonces llegaba, con alguna que otra variación, la misma explicación: "Pues porque la primera cinta de cassette que escuché fue una de Beethoven y me encantó". Ante tan contundente respuesta es más que probable que muchos pensaran "menudo crío más repelente", pero en mí era lo más natural del mundo pasar las horas leyendo con algunas de las muchas cintas que mi padre atesoraba con grabaciones de Bach, Tchaikovsky o el citado Beethoven. Filia inalterable que con el tiempo no ha hecho más que acrecentarse, la pasión por la música orquestal terminaría ampliándose con los años a las bandas sonoras, pero eso es historia para otra recomicdación...
La que nos toca aquí tiene, obviamente mucho que ver con esa gran cantidad de música clásica que pude escuchar dese más o menos los ocho años de edad, y más aún con la obra en la que el gran Miguelanxo Prado se inspira para concretar este álbum que se lee en poco más de diez minutos. Para el que no la conozca, Pedro y el Lobo es una obra orquestal de poco más de veinticinco minutos en la que Prokofiev adaptaba el popular cuento ruso en el que un pastor miente acerca de ese lobo que va a atacar pero nunca lo hace. En su versión, el compositor identifica a cada personaje del cuento con un instrumento o sección de la orquesta, haciendo que para un niño sea un juego magnífico escuchar tan soberbia pieza, una experiencia que se completa con la voz del narrador, que va explicando todo lo que sucede antes de que la orquesta lo ejecute (de las muchas versiones que existen recomiendo encarecidamente la narrada por Rafael Taibo, una verdadera delicia).
Como no podía ser de otra manera, dado lo que del gallego hemos hablado por aquí hasta ahora, la visión que Prado efectúa sobre el cuento y la pieza musical nada tiene que ver con la moraleja que del primero se derivaba (las consecuencias de las mentiras pueden ser fatales) y mucho con profundizar en esa paradoja que constamente se da cuando somos infantes: por mucho que el miedo a lo desconocido nos atenace, la curiosidad siempre puede más. A esta verdad como un puño, el artista añade una más en la conclusión de la historia, el gran peso que la vanidad y la soberbia adquieren cuando uno se sabe centro de atención (máxime si es todavía niño). Tales cuestiones nada baladís son plasmadas por Prado con su habitual maestría al dibujo en unas páginas con muy pocas viñetas ejecutadas en ese estilo que desde Trazo de Tiza le es tan característico, demostrando el autor en las escuetas páginas que componen el volumen que no hay historias pequeñas si se sabe lo que se quiere contar.
La que nos toca aquí tiene, obviamente mucho que ver con esa gran cantidad de música clásica que pude escuchar dese más o menos los ocho años de edad, y más aún con la obra en la que el gran Miguelanxo Prado se inspira para concretar este álbum que se lee en poco más de diez minutos. Para el que no la conozca, Pedro y el Lobo es una obra orquestal de poco más de veinticinco minutos en la que Prokofiev adaptaba el popular cuento ruso en el que un pastor miente acerca de ese lobo que va a atacar pero nunca lo hace. En su versión, el compositor identifica a cada personaje del cuento con un instrumento o sección de la orquesta, haciendo que para un niño sea un juego magnífico escuchar tan soberbia pieza, una experiencia que se completa con la voz del narrador, que va explicando todo lo que sucede antes de que la orquesta lo ejecute (de las muchas versiones que existen recomiendo encarecidamente la narrada por Rafael Taibo, una verdadera delicia).
Como no podía ser de otra manera, dado lo que del gallego hemos hablado por aquí hasta ahora, la visión que Prado efectúa sobre el cuento y la pieza musical nada tiene que ver con la moraleja que del primero se derivaba (las consecuencias de las mentiras pueden ser fatales) y mucho con profundizar en esa paradoja que constamente se da cuando somos infantes: por mucho que el miedo a lo desconocido nos atenace, la curiosidad siempre puede más. A esta verdad como un puño, el artista añade una más en la conclusión de la historia, el gran peso que la vanidad y la soberbia adquieren cuando uno se sabe centro de atención (máxime si es todavía niño). Tales cuestiones nada baladís son plasmadas por Prado con su habitual maestría al dibujo en unas páginas con muy pocas viñetas ejecutadas en ese estilo que desde Trazo de Tiza le es tan característico, demostrando el autor en las escuetas páginas que componen el volumen que no hay historias pequeñas si se sabe lo que se quiere contar.
Sergio Benítez (373)
2 comentarios:
Miguelanxo prado, que más se puede pedir ;)
Si te quedas mas tranquilo, hay gente que de mayor tambien piensa que cuando quieres te pones de un repelente y de un repugnante que te partiria la cara. Vamos, el otro dia te lo dije por telefono.
Y hombre, Miguelanxo es mucho prado.
Saludazos caxoperro.
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