Dibujo: Dante Ginevra
Editorial: Norma
Formato: Albúm Cartoné. 48 Páginas
Precio: 13€
Calificación: 7/10
Mis breves contactos con la historieta argentina han tenido nombres propios cuyo reconocimiento en este mundillo hace tiempo que está fuera de toda duda: Oesterheld, Breccia, Altuna, Trillo, Risso o Quino (con su añorada Mafalda) han supuesto, hasta la fecha, un constante aporte de frescura y novedosas sensaciones a la hora de abrir un tebeo. A estos nombres viene ahora a sumarse otro, el de Diego Agrimbau, cuyo guión para El Muertero Zabaletta me ha dejado francamente sorprendido.
Ambientado en un Buenos Aires cuya evolución industrial se paró en los años cincuenta, y mostrando claras reminiscencias steampunk, Agrimbau construye con la presente obra una interesante aproximación al género negro con ciertos tintes de corte fantástico: la sociedad que nos dibuja el guionista ha rechazado de pleno la religión (considerada ilegal) creando al tiempo un grupo de asesinos estatales, los muerteros, que se dedican a "limpiar" las calles de elementos indeseables. Dichos asesinos, ex-convictos todos, reciben sus órdenes a través de la "Calesita" una terminal de datos cuya forma de funcionar recuerda, aunque sólo sea de soslayo, a aquella que aparecía en Minority Report.
Dividido en cuatro capítulos, Agrimbau utiliza los dos primeros para presentarnos a sus personajes principales: Zabaletta, su compañero Reno, el cabeza Aráoz (jefe de la unidad donde trabaja Zabaletta) y Roda Falcone, una jovencita con una habilidad que será la detonante de la acción que transcurre en los capítulos tres y cuatro; siendo precisamente en estos donde el guionista carga las tintas simbólicas del relato, echando mano de elementos masones mezclados ágilmente con teorías matemáticas como la recurrente serie de Fibonacci.
El resultado es un volumen que se lee con fruición, sobre todo en una recta final en la que cuesta apartar la mirada ante vertiginosa concatenación de acontecimientos que quedan perfectamente plasmados en la parte gráfica por un trazo sucio y una paleta de colores casi monocromática, convirtiendo la elección de Ginevra en todo un acierto, por más que su estética feista pueda echarnos para atrás en un primer acercamiento. Muy recomendable.
Ambientado en un Buenos Aires cuya evolución industrial se paró en los años cincuenta, y mostrando claras reminiscencias steampunk, Agrimbau construye con la presente obra una interesante aproximación al género negro con ciertos tintes de corte fantástico: la sociedad que nos dibuja el guionista ha rechazado de pleno la religión (considerada ilegal) creando al tiempo un grupo de asesinos estatales, los muerteros, que se dedican a "limpiar" las calles de elementos indeseables. Dichos asesinos, ex-convictos todos, reciben sus órdenes a través de la "Calesita" una terminal de datos cuya forma de funcionar recuerda, aunque sólo sea de soslayo, a aquella que aparecía en Minority Report.
Dividido en cuatro capítulos, Agrimbau utiliza los dos primeros para presentarnos a sus personajes principales: Zabaletta, su compañero Reno, el cabeza Aráoz (jefe de la unidad donde trabaja Zabaletta) y Roda Falcone, una jovencita con una habilidad que será la detonante de la acción que transcurre en los capítulos tres y cuatro; siendo precisamente en estos donde el guionista carga las tintas simbólicas del relato, echando mano de elementos masones mezclados ágilmente con teorías matemáticas como la recurrente serie de Fibonacci.
El resultado es un volumen que se lee con fruición, sobre todo en una recta final en la que cuesta apartar la mirada ante vertiginosa concatenación de acontecimientos que quedan perfectamente plasmados en la parte gráfica por un trazo sucio y una paleta de colores casi monocromática, convirtiendo la elección de Ginevra en todo un acierto, por más que su estética feista pueda echarnos para atrás en un primer acercamiento. Muy recomendable.
Sergio Benítez (7)
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