Dibujo: Benoit Springer
Editorial: Planeta DeAgostini
Formato: Libro Cartoné. 176 Páginas
Precio: 15.95€
Calificación: 5/10
Las muchas innovaciones que desde hace unos años hemos venido observando en el género vampírico, ya sea en cómic o en cine, siempre (o casi siempre) van orientadas a variar de forma sutil algunos de los clichés asociados con las criaturas nocturnas con la pretensión de que, de esta manera, cambie en cierto modo su idiosincrasia: la mayoría de estos cambios siempre tiran de eliminar alguna de las debilidades de los vampiros, tales como el ajo, o las cruces; mientras que otros llegan más allá ofreciéndonos interesantes relecturas de la iconografía chupasangre. Dentro de este último grupo están enmarcados sin duda ejemplos como las dos primeras cintas de Blade (de la tercera mejor no hablamos), 30 Días de Noche (en sus dos versiones, comiquera y cinematográfica) o el Vampiros de Carpenter (una de las mejores aproximaciones cinematográficas que se han hecho a estas criaturas). En este mismo grupo, aunque no con la intensidad de los ejemplos citados, cabría enmarcar este Volunteer.
Quizás porque estoy acostumbrado a leer de forma mayoritaria cómic americano, o por alguna otra razón que ahora se me escapa, encuentro que el cómic europeo en general suele adolecer de una característica clave en cualquier lectura que se precie: la claridad narrativa. Adornada como quieran, tanto el cómic, como la literatura en general, deben conseguir que la aproximación a la lectura no exija un ejercicio de dificultad extrema por parte del lector. Ello no implica, ni mucho menos, que todo lo que se escribe en el noveno arte sea del nivel de una novela de Corín Tellado; a lo que me refiero, y con Volunteer tenemos un ejemplo perfecto, es al hecho de que con tal de mantener un giro final sorprendente (que al final no lo es tanto) el guionista arranque la historia sin introducir de manera coherente a los personajes, y vaya desarrollando la misma con pocos atisbos de querer que el lector tenga una idea clara de qué narices está pasando. En el caso de Volunteer para cuando Sevestre determina que ya es hora de aclarar ciertos matices del guión, le quedan pocas páginas y resuelve todo el embrollo de forma precipitada.
Springer por su parte arranca el primer álbum, de los tres que componen la historia, con un dibujo detallista en el que la diferenciación entre personajes es clara y la composición de páginas y viñetas subsana levemente lo confuso del guión. El problema es que, conforme pasamos del primer al segundo álbum, y de éste al tercero, el dibujo de Springer va perdiendo definición y detalle hasta tal punto que termina por convertirse en el equivalente gráfico al guión de Sevestre, abandonando abruptamente la claridad narrativa del primer, e incluso, el segundo volumen, para pasar a un grafismo a caballo entre Dave McKean y Sean Phillips (sin llegar, evidentemente, a la genialidad de ninguno de ellos).
Con todo, ciertos apuntes del guión, y el brillante dibujo del primer álbum mantienen a flote la lectura de un tomo en cuya intrascendencia reside su mayor virtud, pero que queda a mucha distancia de otros lanzamientos de la línea BD como El Canto de las Estrigias, con el que comparte alguna que otra similitud.
Quizás porque estoy acostumbrado a leer de forma mayoritaria cómic americano, o por alguna otra razón que ahora se me escapa, encuentro que el cómic europeo en general suele adolecer de una característica clave en cualquier lectura que se precie: la claridad narrativa. Adornada como quieran, tanto el cómic, como la literatura en general, deben conseguir que la aproximación a la lectura no exija un ejercicio de dificultad extrema por parte del lector. Ello no implica, ni mucho menos, que todo lo que se escribe en el noveno arte sea del nivel de una novela de Corín Tellado; a lo que me refiero, y con Volunteer tenemos un ejemplo perfecto, es al hecho de que con tal de mantener un giro final sorprendente (que al final no lo es tanto) el guionista arranque la historia sin introducir de manera coherente a los personajes, y vaya desarrollando la misma con pocos atisbos de querer que el lector tenga una idea clara de qué narices está pasando. En el caso de Volunteer para cuando Sevestre determina que ya es hora de aclarar ciertos matices del guión, le quedan pocas páginas y resuelve todo el embrollo de forma precipitada.
Springer por su parte arranca el primer álbum, de los tres que componen la historia, con un dibujo detallista en el que la diferenciación entre personajes es clara y la composición de páginas y viñetas subsana levemente lo confuso del guión. El problema es que, conforme pasamos del primer al segundo álbum, y de éste al tercero, el dibujo de Springer va perdiendo definición y detalle hasta tal punto que termina por convertirse en el equivalente gráfico al guión de Sevestre, abandonando abruptamente la claridad narrativa del primer, e incluso, el segundo volumen, para pasar a un grafismo a caballo entre Dave McKean y Sean Phillips (sin llegar, evidentemente, a la genialidad de ninguno de ellos).
Con todo, ciertos apuntes del guión, y el brillante dibujo del primer álbum mantienen a flote la lectura de un tomo en cuya intrascendencia reside su mayor virtud, pero que queda a mucha distancia de otros lanzamientos de la línea BD como El Canto de las Estrigias, con el que comparte alguna que otra similitud.
Sergio Benítez (13)
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