Dibujo: Carlos Giménez
Editorial: Glénat
Formato: 4 Álbumes Cartoné. 56/64 Páginas
Precio: 15€ c/u
Calificación: Obra Maestra
Por ese azar del destino que hace que uno nazca en una fecha y no otra, y en una familia y no otra, la vida quiso que servidor fuera alumbrado entre una de "rojos" y otra de "fachas". Por parte materna, mis abuelos sufrieron la Guerra Civil en el bando de los perdedores y nada menos que en Marruecos, teniendo que huir con lo puesto de la noche a la mañana de la parte española a la francesa cuando en España los rebeldes daban el golpe de estado. Por parte paterna la historia es precisamente todo lo contrario ya que mi abuelo, militar de carrera, se pasó la Guerra matando en diversos frentes españoles y fue uno de los "elegidos" por Franco para formar parte de la División Azul que éste envió al frente ruso como apoyo a los nazis. Y entre medio de unas y otras historias quedo yo, antibelicista convencido y, por si no resulta obvio, mucho más cercano a las historias de hambre, muertes absurdas y miedo de mi abuelo materno que las de gloria, grandeza de España y las afirmaciones de "con Franco se vivía mejor" que alguna vez que otra llegué a escuchar en casa de los padres de mi padre.
De esto se desprende, y no hay que ser muy despierto para darse cuenta, que con tan sólo unas páginas leídas, Carlos Giménez me había ganado por completo con su última y magistral obra, un relato intenso, crudo, descarnado y lamentablemente realista de lo que fueron los tres años durante los que se prolongó la Guerra Civil. A través de las brillantes páginas con las que el autor de Paracuellos llena los cuatro volúmenes estupendamente editados por Glénat, tenemos la oportunidad de acercarnos casi como si estuviéramos allí, a treinta y tres meses que cambiaron la faz de nuestro país durante cerca de cuarenta años. Y lo hacemos a ras de la calle, algo a lo que el autor ya nos tiene acostumbrados en obras como Barrio o Los Profesionales pero que aquí, en Malos Tiempos, cobra una singular importancia mostrando la Guerra como una herramienta despreciable que sólo sabe sacar a la luz lo peor del ser humano. Para ello, Giménez se vale de una familia corriente de ideología izquierdista que sirve al autor para poner de relieve las miserias que los madrileños, como foco sobre el que se centraron desde un principio las miras del generalísimo, tuvieron que vivir durante los constantes bombardeos que día tras día asolaron la capital durante el conflicto.
Sabedor de que tiene muchas historias que contar, el artista madrileño evita estructurar los cuatro volúmenes a través de una continuidad que hubiera lastrado la lectura de forma innecesaria, provocando así que las muchas "anécdotas" (todas ellas reales) que quedan plasmadas en las páginas de Malos Tiempos se sujeten a una semblanza argumental en cada uno de los tomos. Así, el primero se adentra en los inicios del conflicto y muestra de manera desnuda, sin florituras ni concesiones, los absurdos asesinatos que se cometieron desde ambos bandos. A partir de ahí, y con la clara intención de no hacer ninguna concesión hacia la galería, Giménez va trazando un recorrido brutal por el hambre, los bombardeos y el final de la guerra con los comienzos del franquismo, reflexionando sobre cada uno de dichos "momentos" a través de esa voz de la razón que resultan ser Marcelino y su esposa, esa suerte de protagonistas que ven pasar la guerra casi como meros espectadores y sin poder hacer nada al respecto.
Como el autor bien dice en su también magnífico epílogo del tercer volumen, Malos Tiempos intenta ser lo más neutral posible, algo que no lleva implícito que el autor no tenga clara su posición, antes bien, esta rezuma de forma cristalina por los cuatro costados de cada tomo, quedando claro que la libertad, la condena al conflicto, a los que lo provocaron y alimentaron y a aquellos que oprimieron al pueblo español durante tantas décadas es el motor principal que mueve a Giménez a dejarse la piel en cada plancha de las que componen la magna obra. Como si de un Goya transfigurado en dibujante de tebeos se tratara (algo que ya Antonio Martín apunta en sus magníficos textos introductorios), las estampas negras que el artista traza con cruel precisión en las páginas de 36-39 contemplan desde su parcialidad la totalidad de lo que los ciudadanos de a pie tuvieron que vivir durante esos oscuros años y en este sentido, hay historias en los tomos para todos los gustos: desde aquellas en las que el autor saca a florecer el humor negro y amargo que trascendía en muchas de las páginas de Paracuellos, hasta el dolor y el drama más intenso que uno pueda imaginarse, perteneciendo a esta última tendencia las dos mejores historias (y esto es mucho decir pues todas son magistrales) de cuantas trufan la lectura; Sito, que cierra provocando desconsoladas lágrimas en este lector el segundo tomo, y Tisis, que pone punto y final al cuarto.
Superado muchas veces por la intensidad de lo que tiene que contar, no debe resultar extraño al lector familiarizado con la obra del madrileño el encontrarse que Giménez, durante la intensa experiencia que supone devorar los cuatro volúmenes, afea en extremo sus dibujos, desfigurando a sus personajes para hacer así más cercanos los horrores de una Guerra que nunca hubo de tener lugar (¿y cuál no lo fue?). Que Carlos Giménez se merece el Príncipe de Asturias de las Artes es algo para lo que esta humilde recomicdación no es necesaria: su papel fundamental en la historia del tebeo español, la grandeza de lo que durante años ha contado en todas sus series de carácter biográfico, y el hecho de que 36-39: Malos Tiempos sea una Obra Maestra del noveno arte son sólo pequeños apuntes que deberían servir para que al autor se le reconociera desde las más altas esferas de la "cultura" española un título que, para aquellos que lo admiramos, ya tiene más que ganado.
De esto se desprende, y no hay que ser muy despierto para darse cuenta, que con tan sólo unas páginas leídas, Carlos Giménez me había ganado por completo con su última y magistral obra, un relato intenso, crudo, descarnado y lamentablemente realista de lo que fueron los tres años durante los que se prolongó la Guerra Civil. A través de las brillantes páginas con las que el autor de Paracuellos llena los cuatro volúmenes estupendamente editados por Glénat, tenemos la oportunidad de acercarnos casi como si estuviéramos allí, a treinta y tres meses que cambiaron la faz de nuestro país durante cerca de cuarenta años. Y lo hacemos a ras de la calle, algo a lo que el autor ya nos tiene acostumbrados en obras como Barrio o Los Profesionales pero que aquí, en Malos Tiempos, cobra una singular importancia mostrando la Guerra como una herramienta despreciable que sólo sabe sacar a la luz lo peor del ser humano. Para ello, Giménez se vale de una familia corriente de ideología izquierdista que sirve al autor para poner de relieve las miserias que los madrileños, como foco sobre el que se centraron desde un principio las miras del generalísimo, tuvieron que vivir durante los constantes bombardeos que día tras día asolaron la capital durante el conflicto.
Sabedor de que tiene muchas historias que contar, el artista madrileño evita estructurar los cuatro volúmenes a través de una continuidad que hubiera lastrado la lectura de forma innecesaria, provocando así que las muchas "anécdotas" (todas ellas reales) que quedan plasmadas en las páginas de Malos Tiempos se sujeten a una semblanza argumental en cada uno de los tomos. Así, el primero se adentra en los inicios del conflicto y muestra de manera desnuda, sin florituras ni concesiones, los absurdos asesinatos que se cometieron desde ambos bandos. A partir de ahí, y con la clara intención de no hacer ninguna concesión hacia la galería, Giménez va trazando un recorrido brutal por el hambre, los bombardeos y el final de la guerra con los comienzos del franquismo, reflexionando sobre cada uno de dichos "momentos" a través de esa voz de la razón que resultan ser Marcelino y su esposa, esa suerte de protagonistas que ven pasar la guerra casi como meros espectadores y sin poder hacer nada al respecto.
Como el autor bien dice en su también magnífico epílogo del tercer volumen, Malos Tiempos intenta ser lo más neutral posible, algo que no lleva implícito que el autor no tenga clara su posición, antes bien, esta rezuma de forma cristalina por los cuatro costados de cada tomo, quedando claro que la libertad, la condena al conflicto, a los que lo provocaron y alimentaron y a aquellos que oprimieron al pueblo español durante tantas décadas es el motor principal que mueve a Giménez a dejarse la piel en cada plancha de las que componen la magna obra. Como si de un Goya transfigurado en dibujante de tebeos se tratara (algo que ya Antonio Martín apunta en sus magníficos textos introductorios), las estampas negras que el artista traza con cruel precisión en las páginas de 36-39 contemplan desde su parcialidad la totalidad de lo que los ciudadanos de a pie tuvieron que vivir durante esos oscuros años y en este sentido, hay historias en los tomos para todos los gustos: desde aquellas en las que el autor saca a florecer el humor negro y amargo que trascendía en muchas de las páginas de Paracuellos, hasta el dolor y el drama más intenso que uno pueda imaginarse, perteneciendo a esta última tendencia las dos mejores historias (y esto es mucho decir pues todas son magistrales) de cuantas trufan la lectura; Sito, que cierra provocando desconsoladas lágrimas en este lector el segundo tomo, y Tisis, que pone punto y final al cuarto.
Superado muchas veces por la intensidad de lo que tiene que contar, no debe resultar extraño al lector familiarizado con la obra del madrileño el encontrarse que Giménez, durante la intensa experiencia que supone devorar los cuatro volúmenes, afea en extremo sus dibujos, desfigurando a sus personajes para hacer así más cercanos los horrores de una Guerra que nunca hubo de tener lugar (¿y cuál no lo fue?). Que Carlos Giménez se merece el Príncipe de Asturias de las Artes es algo para lo que esta humilde recomicdación no es necesaria: su papel fundamental en la historia del tebeo español, la grandeza de lo que durante años ha contado en todas sus series de carácter biográfico, y el hecho de que 36-39: Malos Tiempos sea una Obra Maestra del noveno arte son sólo pequeños apuntes que deberían servir para que al autor se le reconociera desde las más altas esferas de la "cultura" española un título que, para aquellos que lo admiramos, ya tiene más que ganado.
Sergio Benítez (155)
7 comentarios:
El amigo Gimenez y su maldita costumbre de hacer obras maestras. Tanto buscar buenos comics de lo que viene de fuera y aqui en España tenemos autenticos genios aun por descubrir, y no me refiero a Gimenez.
¿Donde esta el reconocimiento a Beá, Luis Garcia, Fernando Fernandez, Segura, Ortiz, Maroto,..? Tantos y tantos autores que no son rescatados del olvido. La generacion Toutain que era la autentica caña.
A ver si le dan el Principe de Asturias y la cosa cambia un poco. ¡Ay! Suspiros de España
Saludacos
Hola.
Mi abuelos tambien fueron de cada extremo pero al reves. Mi abuelo materno fue republicano y estuvo en algun que otro campo de concentración. Mi abuelo paterno fue motorista correo en el frente por el bando nacional.
Y obviamente tambien he tirao por el rojo, por lo que cuando me lei no hace mucho los tres primeros de Malos tiempos, se me pusieron los pelos como escarpias; y es que Gimenez tiene la facilidad el jodio para ponermelos ( vease paracuellos, Kooalu el leproso y tantas y tantas obras..)
Estoy a falta del cuarto por leer, que tiene pinta de ser un gran colofon.
Y si Mario, tremenda generación. El historias de taberna galactica de Beá es sencillamente imprescindible y el duo Ortiz y Segura es mi número uno de este pais con su saga "Hombre"....creme de la creme de las cremas......
Saludos.
Amén a los dos.
Yo ahora estoy con el Drácula de Fernández y estoy babeando a cada nueva página que paso.
Por cierto Toni, ese que comentas de Ortiz y Segura, será imposible de conseguir, ¿no?.
Saludetes a los dos,
Sergio
Desgraciadamente si, Sergio, es imposible de conseguir. Yo los tengo de la colección cimoc extra color de Norma. Una obra dura, pesimista y cruda, muy cruda pero a la vez un canto a la libertad y a la esperanza.
Vengo pidiendo en los diferentes blogs de blogosfera, su recuperación y reedición.
Saludos.
Pues si está en los Cimoc Extra Color cabe la posibilidad de que mi suegro los tenga.....confirmado, dice que les suena tenerlo en su inmensa tebeoteca. En cuanto me los deje daré buena cuenta de ellos y te contaré Toni.
Saludetes,
Sergio
joer que bueno, Sergio, asi de facil.
Si tiene a Hombre tendrá muchas mas cosas....
Creo que te va a pasar lo mismo que a mi. El tiempo. Un buen amigo me regalo hace un año y medio todas sus colecciones de revistas de los años 70 y 80 ( lease cimoc, totem, cairo, vibora, etc..) y lo que me falta es tiempo.
Saludos.
Yo lo del material de mi suegro me lo tomo con calma, más que nada porque si quisiera leerme todo lo que tiene, y al mismo tiempo acabar con todo lo que yo tengo por aquí, necesitaría dos vidas, como mínimo.
¡Ay, que vicio este! ;).
Saludetes Toni,
Sergio
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