miércoles, 24 de junio de 2009

El ARTE de VOLAR

Guión: Antonio Altarriba

Dibujo: Kim

Editorial: Ediciones de Ponent

Formato: Álbum Cartoné. 208 Páginas

Precio: 34€

Calificación: 7.5/10

En este mundillo del coleccionismo de cómics hay ciertas constantes que uno siempre cree que son personales (e intransferibles) pero que, cuando comienza a conocer a otros "locos" como él, entiende que donde pensaba personal debía haber pensado universal (y transferibles). Una de ellas, que ya he compartido en más de una ocasión con algún conocido es aquella de dejar para el "final" aquellos cómics a los que uno tiene más ganas cuando se le han acumulado varios tomos. En el caso que nos atañe, y ciñéndolo a este mes en el que a las columnas de lectura atrasada ha venido a sumarse la correspondiente al Salón, desde un primer momento tenía claro que había ciertos tebeos que iban a ser los últimos leídos y, por supuesto, recomicdados. Dos ya habéis podido comprobar cuáles son (Peter Pan y Las Puertitas del Señor López), quedando para lo que resta de semana este Arte de Volar y un par de títulos más que se desvelarán a partir de mañana. Las razones para que las recomicdaciones que estáis leyendo esta semana hayan sido las "elegidas" son de lo más variopintas: desde el reencuentro con una lectura que en su momento no valoré en su justa medida, hasta una que había devorado hacía más de veinticinco años, pasando por las dos que el Sr. Carcelero consideraba como las inexcusables del Salón de Barcelona.

Sea porque el criterio de Álvaro es uno en el que el noventa por ciento de las veces se puede confiar, sea porque el tema del cómic en cuestión me atraía enormemente (al igual que lo había hecho hace poco el 36/39 de Giménez), sea porque la introducción de Antonio Martín lo calificaba como "una obra magistral que recupera la Historia de los españoles y que hará Historia", las expectativas con respecto a lo que me esperaba en El Arte de Volar eran muy, muy elevadas. Pero claro, no contaba con esa ley no escrita que afirma que a mayor expectativa, mayor decepción...no ha sido así exactamente, pero la verdad es que si me esperaba una lectura que superara con creces el notable que al final ha obtenido.

¿Qué cuáles son los dos principales escollos que (casi) han hecho zozobrar a la obra de Altarriba y Kim?. El primero de ellos, y quizás el principal, es bastante sencillo de señalar, el dibujo. No me malinterpreten, no estoy diciendo que sea "malo" (un epíteto que evito usar siempre que puedo), lo que si afirmo es que, a la luz del guión de Altarriba, resulta algo inadecuado ese "trazo que parece de un fanzine", como bien apuntaba Mario cuando charlábamos el otro día acerca del presente volumen. Así, el dibujo del creador de Martínez el Facha es algo que no permite volcarse a fondo con las intensas emociones, sentimientos y acontecimientos que el guionista pone en juego. Documentado de forma exhaustiva hasta el más mínimo detalle, la estructura narrativa cerrada y algo estática de cada página unido a un dibujo que, en definitiva, no cuadra con mis gustos (que es de lo que al fin y al cabo se trata) fue consiguiendo sacarme de la lectura en no pocas ocasiones, estableciendo una barrera invisible entre la historia y un servidor difícil de romper en muchos momentos.

Al margen del dibujo de Kim, el otro detalle, aunque de menor importancia, es la desigualdad tanto de ritmo como de intensidad emocional de lo que Altarriba narra a lo largo de las poco más de doscientas páginas de que consta el volumen. Y precisamente aquí es donde podríamos cambiar de bando y comenzar a hablar de la fortaleza del tebeo, su guión. Estructurado como un enorme flashback que el guionista inicia con el suicidio de su padre, motivo fundamental por el que terminará escribiendo esta obra, El Arte de Volar recorre casi un siglo de la historia de nuestro país a través de un ciudadano cualquiera, un hombre del campo que se vio envuelto en una serie de circunstancias históricas extraordinarias y que luchó en ambos bandos durante la Guerra Civil para después, una vez exiliado a Francia, combatir a los nazis desde la resistencia. Para poder trasladar con la intensidad y el detalle que se merece todo lo acaecido durante esos nueve años (y todos los que siguieron después) en los que Altarriba padre no cesó de luchar, Altarriba hijo cuenta con una ayuda ejemplar, la de las numerosas cuartillas autobiográficas que su progenitor escribió como una suerte de terapia de autoayuda para exorcizar sus demonios. Dichas cuartillas, transformadas por el escritor en guión del cómic, nos acercan a un soñador, un hombre que siempre supo que sus cualidades superaban con mucho el papel que le había tocado jugar en la vida y que, debido a ello, sólo conoció la felicidad de forma intermitente.

Para que la intensidad de lo plasmado por Antonio Altarriba padre no se pierda en el distanciamiento de la tercera persona, el guionista se saca de la manga, cual prestidigitador, un "conejo" genial: a través de una alianza de sangre cuy significado conoceremos en el transcurso de la narración, el hijo se convierte en padre y el padre en hijo (frase supermaniana donde las haya) permitiendo así que, salvo un primer acto narrado desde la obligada perspectiva del escritor, todo el tebeo tenga la voz de su progenitor. Ello permite sentir mucho más cercanas todas las vicisitudes por las que este singular hombre tuvo que pasar y cuyas ansias de "volar", de llegar más lejos de lo que la sociedad y el acotado mundo donde había nacido siempre fueron motivo de frustración. Encarnado en su padre, Altarriba desnuda la narración de toda crítica hacia las dos contiendas bélicas o el régimen franquista, desvistiéndose de todo rasgo de su personalidad y dejando que sea la del "protagonista" la que vierta, si así lo cree necesario, juicios de valor acerca de lo que pudo vivir. Esto permite al hijo encarar ciertas situaciones que no han debido (ni debieron) resultar nada fáciles, como saber que su padre frecuentó señoras de dudosa compañía durante algún tiempo, que fue infiel a su madre con la esposa de uno de sus socios o que terminó odiando a su esposa hasta el punto de querer perderla de vista.

Este distanciamiento, se traduce como apuntaba más arriba, en que la intensidad de lo que se nos narra llegue con desigual fuerza, siendo en este sentido el cómic como una sinfonía, arrancando con una magnífica obertura, seguida de dos movimientos mucho más conservadores, para terminar con un ajustado allegro ma non troppo que deja la puerta abierta para una magnífica coda final, un último capítulo que se eleva como lo mejor de un cómic que, ante todo, es memoria viva de una España que nunca debería olvidarse.

Sergio Benítez (192)

3 comentarios:

Marione dijo...

Segundo comenrario del dia. Buf. Esto es preocupante. Una de "las solo pueden quedar dos novedades saloneras" segun The Jailer. Las altas expectativas son mu malas. Despues pasa lo que pasa.

De todas formas he de decir algo. Desconocía que el dibujo corria a cargo de Kim. Despues de leer la reseña me entero que es el dibujero de Martinez el Facha, del cual tengo varios tomos, y me parecen muy cachondos.

Quizas es ahi donde esta el problema. En Martinez funciona de maravilla, pero en este Arte De Volar desentona un poco, dando ese aspecto de Fanzine, termino para nada despectivo, que conste.

No se, la verdad es que me quedo un poco frio. Ya veré lo que hago con la edicion mas barata que van a sacar.

Saludazos

sebelo2 dijo...

Pues sí, lo de las expectativas es algo que tenemos muy hablado. Y mucha razón tienes cuando dices que en Martínez el Facha funciona perfectamente, pero aquí más bien como que no.
Saludetes,
Sergio

pablo dijo...

Leo comics de muchas nacionalidades. No me considero un "experto", pero en el caso de El arte de volar, coincido con A.Martín y A. Pons a los que sí considero muy fiables en sus juicios.
Creo que es una obra extraordinaria en todos los sentidos que me ha emocionado profundamente.