Dibujo: Régis Loisel
Editorial: Glénat
Formato: Álbum Cartoné. 384 Páginas
Precio: 49.50€
Calificación: 9/10
Con el paso del tiempo mis modos de pensamiento acerca de cómo ocurren las cosas en la vida han ido cambiando desde una tendencia bastante escécptica que afirmaba con rotundidad (¡ah!, bendita adolescencia) que todo lo que se producía a lo largo de nuestra existencia era fruto de la casualidad, a una forma de ver los acontecimientos del día a día que sabe apreciar cómo hilos invisibles se van alineando para que tal o cual hecho tenga lugar. Aplicado a la recomicdación que hoy nos ocupa, esta forma de entender pasado y presente, para que lo que está por venir sea consecuencia directa de ellos y no fruto del azar, tiene relación directa con cuál ha sido mi extraña relación con el Peter Pan de Loisel. Tengo que confesar aquí y ahora que esta no es la primera vez que leo la magnífica obra del autor francés, es más, dicha confesión adquiere cierto tono de vergüenza al tener que afirmar que mi primera lectura del tebeo fue tan insatisfactoria que me llevó a cometer la "locura" de regalar los seis tomos que Glénat editara hace unos años. Pero claro, por aquél entonces se unían dos hechos que me no me dejaban apreciar la magnificencia con la que Loisel trata este prólogo a la inmortal obra de Barrie: por un lado la ceguera con el pijamismo, que aunque no me impedía acercarme tímidamente al cómic europeo, si que servía de seria traba para disfrutarlo plenamente; por el otro, y quizás con mayor peso, el que desde aquella lectura, hecha hace cuatro o cinco años, hasta ahora, servidor haya experimentado serios cambios en su vida, cambios que se han traducido en esa nueva forma de ver las cosas, de saber relacionar detalles aparentemente inconexos y poder sacar conclusiones de ellos.
El caso es que de una primera lectura de la que trascendió muy poco, y a la que no hubiera puntuado por encima del seis/siete, ahora me encuentro ante una obra que no llega al diez por un par de detalles que no terminan de cuajar, sin que ello suponga un estorbo para considerarla un trabajo sobresaliente. Antes de entrar en materia hay que pararse un instante para alabar el buen gusto de Glénat a la hora de editar en un sólo volumen los seis que en su momento se publicaron más el equivalente a un séptimo con una estupenda entrevista a Loisel, y decenas de bocetos, un material que siempre se agradece pero que resulta caro de ver impreso por estos lares.
Como primera impresión que me gustaría trasladar de este Peter Pan está el que sea una obra con múltiples capas de significado, tantas que una sola lectura sólo puede acaso arañar la primera, ya que Loisel, que afirma sin pudor ninguno haber elaborado el cómic por su pasión hacia la película de Disney y no hacia el libro de Barrie, que le parece anecdótico y poco conciso acerca de episodios fundamentales de la historia del niño que no quería crecer, escudriña con ahínco esos recovecos vacíos de contenido que le achaca a la novela, explorando ciertos momentos clave y abundando sobre todo en la compleja personalidad de Peter y, sobre todo, de Campanilla. El primero es un personaje que el francés transforma en algo fuera de lo común, desvistiéndolo de la inevitable carga de inocencia que tenía su homónimo disneyano y psicoanalizándolo casi como si fuera una persona real. Sólo así se explican esos traumas que le hace arrastrar, barridos por la peculiar idiosincrasia temporal de la Isla de Nunca Jamás, un lugar capaz de borrar cualquier recuerdo y al que es bastante fácil asimilar a ese mecanismo de defensa que tiene nuestra mente a la hora de afrontar un recuerdo cruento, suavizándolo con el tiempo hasta el punto de taparlo bajo capas de autodefensa. Por boca de Peter, Loisel vomita gran cantidad de diálogos que aparentemente carecen de sentido, frases que muchas veces se antojan inconexas y que quedan lejos de serlo, adquiriendo su razón de ser, conforme la lectura va tocando a su fin.
Y si el personaje de Peter es fascinante, entonces Campanilla se alza como la clara protagonista de la obra (no en vano es la que aparece en portada, si es que eso sigue queriendo resaltar algo) y la forma en que Loisel la trata no deja lugar a dudas de que este proyecto no podía haber caído en manos más hábiles. Enmudeciéndola por completo, como ya hiciera Disney en su filme, los actos del hada, descrita una y otra vez por boca de otros personajes como un ser caprichoso, celoso y maquiavélico en extremo, no tienen nada de casual y desde la elección de Peter como ese elegido que debe librarlos del pirata que acecha a los habitantes de la isla, al dramático acontecimiento que precipita todo el clímax final, el travieso personaje nunca para de hacer de las suyas siempre por ese amor incondicional que siente hacia su querido Peter, un amor que le hace cometer salvajes tropelías.
Pero no estaríamos siendo ecuánimes si sólo hablarámos de Peter y Campanilla, ya que lo pergeñado por Loisel tiene una clara vocación coral, sabiendo el artista, tanto a través de su magnífico trazo -deudor claro del mundo de la animación y poseedor de un storytelling y un uso del color que sólo pueden calificarse como brillantes - como por medio del guión, dotar de voz y entidad propia hasta al más pequeño de los personajes que pululan por la obra. De entre todos ellos merecen especial mención Garfio, por supuesto, un hombre amargado que se fue del mundo real mediante no se sabe muy bien que triquiñuela (atención a la revelación del quinto número, todo un hallazgo por parte de autor) y que ahora pasa sus días en su barco buscando la manera de conseguir el tesoro que guardan los habitantes de la isla y del que, como debe ser, nunca sabremos su contenido. También resaltan Rose, precursora clara de Wendy y motor silente de mucho de lo que pasa desde su aparición, el Doctor Kundal, otro de los engranajes fundamentales de la acción y fuente directa de inspiración para ese fantástico cuentacuentos que se supone es Peter o, en menor grado, la madre del protagonista, responsable primera del miedo del niño a crecer y convertirse en adulto.
Comentaba al principio que había un par de detalles que no terminan de cuajar una vez finalizada la lectura de la obra. El primero de ellos, y menor en importancia, es que muchas de las suposiciones que Loisel aventura acerca de cómo Garfio perdió la mano o cuál es la importancia del cocodrilo en la historia ya quedaron apuntadas tanto en el filme de Disney como en ese incomprendido producto que es el Hook de Spielberg. Cualquiera que las haya visto sabrá a que me estoy refiriendo cuando digo que el impacto de lo narrado por Loisel pierde algo de fuerza vista las cintas. El segundo es al que realmente cuesta dar una explicación plausible que apoye su inclusión en la historia: la aparición de Jack el Destripador. Si bien la época en la que Loisel centra la acción es la misma en la que el terrible asesino cometió sus crímenes, la intención del autor a la hora de incluirlo como personaje recurrente de la trama queda algo deslavazada. ¿Pretende ser un reflejo pervertido del personaje principal al pintarlo como un hombre que recurre al olvido para borrar sus crueles asesinatos, del mismo modo que se olvidan las cosas en Nunca Jamás?, ¿o quizás la intención del autor es que sirva como fiel reflejo de una condición humana que no se abandona aunque ya no se viva en el mundo real?. Sea como fuere no parece que su eliminación de la trama hubiese afectado ni al perfecto funcionamiento de la misma ni a la impresión última que nos deja, la de haber leído un cómic de esos que pasaran a la historia.
El caso es que de una primera lectura de la que trascendió muy poco, y a la que no hubiera puntuado por encima del seis/siete, ahora me encuentro ante una obra que no llega al diez por un par de detalles que no terminan de cuajar, sin que ello suponga un estorbo para considerarla un trabajo sobresaliente. Antes de entrar en materia hay que pararse un instante para alabar el buen gusto de Glénat a la hora de editar en un sólo volumen los seis que en su momento se publicaron más el equivalente a un séptimo con una estupenda entrevista a Loisel, y decenas de bocetos, un material que siempre se agradece pero que resulta caro de ver impreso por estos lares.
Como primera impresión que me gustaría trasladar de este Peter Pan está el que sea una obra con múltiples capas de significado, tantas que una sola lectura sólo puede acaso arañar la primera, ya que Loisel, que afirma sin pudor ninguno haber elaborado el cómic por su pasión hacia la película de Disney y no hacia el libro de Barrie, que le parece anecdótico y poco conciso acerca de episodios fundamentales de la historia del niño que no quería crecer, escudriña con ahínco esos recovecos vacíos de contenido que le achaca a la novela, explorando ciertos momentos clave y abundando sobre todo en la compleja personalidad de Peter y, sobre todo, de Campanilla. El primero es un personaje que el francés transforma en algo fuera de lo común, desvistiéndolo de la inevitable carga de inocencia que tenía su homónimo disneyano y psicoanalizándolo casi como si fuera una persona real. Sólo así se explican esos traumas que le hace arrastrar, barridos por la peculiar idiosincrasia temporal de la Isla de Nunca Jamás, un lugar capaz de borrar cualquier recuerdo y al que es bastante fácil asimilar a ese mecanismo de defensa que tiene nuestra mente a la hora de afrontar un recuerdo cruento, suavizándolo con el tiempo hasta el punto de taparlo bajo capas de autodefensa. Por boca de Peter, Loisel vomita gran cantidad de diálogos que aparentemente carecen de sentido, frases que muchas veces se antojan inconexas y que quedan lejos de serlo, adquiriendo su razón de ser, conforme la lectura va tocando a su fin.
Y si el personaje de Peter es fascinante, entonces Campanilla se alza como la clara protagonista de la obra (no en vano es la que aparece en portada, si es que eso sigue queriendo resaltar algo) y la forma en que Loisel la trata no deja lugar a dudas de que este proyecto no podía haber caído en manos más hábiles. Enmudeciéndola por completo, como ya hiciera Disney en su filme, los actos del hada, descrita una y otra vez por boca de otros personajes como un ser caprichoso, celoso y maquiavélico en extremo, no tienen nada de casual y desde la elección de Peter como ese elegido que debe librarlos del pirata que acecha a los habitantes de la isla, al dramático acontecimiento que precipita todo el clímax final, el travieso personaje nunca para de hacer de las suyas siempre por ese amor incondicional que siente hacia su querido Peter, un amor que le hace cometer salvajes tropelías.
Pero no estaríamos siendo ecuánimes si sólo hablarámos de Peter y Campanilla, ya que lo pergeñado por Loisel tiene una clara vocación coral, sabiendo el artista, tanto a través de su magnífico trazo -deudor claro del mundo de la animación y poseedor de un storytelling y un uso del color que sólo pueden calificarse como brillantes - como por medio del guión, dotar de voz y entidad propia hasta al más pequeño de los personajes que pululan por la obra. De entre todos ellos merecen especial mención Garfio, por supuesto, un hombre amargado que se fue del mundo real mediante no se sabe muy bien que triquiñuela (atención a la revelación del quinto número, todo un hallazgo por parte de autor) y que ahora pasa sus días en su barco buscando la manera de conseguir el tesoro que guardan los habitantes de la isla y del que, como debe ser, nunca sabremos su contenido. También resaltan Rose, precursora clara de Wendy y motor silente de mucho de lo que pasa desde su aparición, el Doctor Kundal, otro de los engranajes fundamentales de la acción y fuente directa de inspiración para ese fantástico cuentacuentos que se supone es Peter o, en menor grado, la madre del protagonista, responsable primera del miedo del niño a crecer y convertirse en adulto.
Comentaba al principio que había un par de detalles que no terminan de cuajar una vez finalizada la lectura de la obra. El primero de ellos, y menor en importancia, es que muchas de las suposiciones que Loisel aventura acerca de cómo Garfio perdió la mano o cuál es la importancia del cocodrilo en la historia ya quedaron apuntadas tanto en el filme de Disney como en ese incomprendido producto que es el Hook de Spielberg. Cualquiera que las haya visto sabrá a que me estoy refiriendo cuando digo que el impacto de lo narrado por Loisel pierde algo de fuerza vista las cintas. El segundo es al que realmente cuesta dar una explicación plausible que apoye su inclusión en la historia: la aparición de Jack el Destripador. Si bien la época en la que Loisel centra la acción es la misma en la que el terrible asesino cometió sus crímenes, la intención del autor a la hora de incluirlo como personaje recurrente de la trama queda algo deslavazada. ¿Pretende ser un reflejo pervertido del personaje principal al pintarlo como un hombre que recurre al olvido para borrar sus crueles asesinatos, del mismo modo que se olvidan las cosas en Nunca Jamás?, ¿o quizás la intención del autor es que sirva como fiel reflejo de una condición humana que no se abandona aunque ya no se viva en el mundo real?. Sea como fuere no parece que su eliminación de la trama hubiese afectado ni al perfecto funcionamiento de la misma ni a la impresión última que nos deja, la de haber leído un cómic de esos que pasaran a la historia.
Sergio Benítez (190)
5 comentarios:
Este cómic me daba muy buenas vibraciones y tu recomicdación me ha confirmado que vale la pena hacerle un hueco en la estantería.
Es de agradecer que Glénat haya aumentado el formato de sus integrales, de modo que este Peter Pan quedará más resultón que El Príncipe de la Noche. Pero a ver si ajustan más el precio, porque no ando yo muy bien ahora como para dejarme 50 pavazos de golpe.
Encima, le pedí a Glénat un ejemplar para reseñarlo en ZF y resulta que por el momento no tienen copias de prensa :-S Ufff, me temo que mi bolsillo será quien vuelva a pagar el pato. XD
Pues si que es de agradecer, aunque creo que soy de los únicos a los que el formato reducido de los integrales no está molestando en exceso: que sí, que entiendo que a tamaño álbum se vería mucho mejor, pero hay algo en esos tomitos en tapa dura que me gusta.
Y por ZF entiendo que te refieres a Zona Fandom?. Si es así, consideráos añadidos a los enlaces del blog.
Saludetes Jaime,
Sergio
Tampoco es que odie el formato reducido, de hecho, lees por ahí cada barbaridad sobre el tema que yo no las alcanzo a comprender. Disfruté como un enano de El Príncipe de la Noche y, por poner otro ejemplo, de la versión integral de El Cazador de Rayos.
Pero con un dibujo como el que tiene este cómic de Peter Pan, mejor si el formato es lo más fiel posible al original. Eso sí, vuelvo a repetir que el precio es excesivo (el doble de lo que costó El Príncipe de...). Si equilibran la ecuación formato/precio, aquí tendrán un lector asegurado.
Y sí, ZF es por Zona Fandom, gracias de antemano por el enlace!! Espero verte por ahí, dándonos caña! :-P
A mi me pasó lo mismo con El Cazador de Rayos, disfruté un montón con su lectura, aún sabiendo que su edición original era en álbum. En cuanto al Príncipe de la Noche, lo tengo a la mitad, y lo que he leído hasta ahora me ha encantado.
Entiendo que equilibrar los precios debe ser complicado y que nunca llueve a gusto de todos (lo que comentas de lo que se ha llegado a decir por la red acerca del formato reducido también me resulta difícil de comprender) pero repito que, personalmente, el formato me parece muy asequible.
Y descuida, me pasaré por allí a menudo para daros cañita brava ;P.
Saludetes Jaime,
Sergio
CUIDADO SPOILER!!!!Pues a mi me ha parecido, (aunque una vez lo comenté en otro foro y a nadie le pareció lo mismo) es que Loisel da a entender que Jack el destripador es Peter, no se deduce directamente, pero lo plantea como una posibilidad, de hecho lo deja como para que uno lo decida.
A santo de que sucede esto no lo sé, tal vez para enfatizar el trauma generado por su madre, tal vez para justificar aún más el perderse en nunca jamás.
ps. Que bueno es este blog!
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