Guión y Dibujo: Will Eisner
Editorial: DC
Formato: Álbum Rústica. 56 Páginas
Precio: $7.95
Calificación: 7.5/10
Corría 1986 cuando Eisner, después de haber editado con gran éxito sus dos primeras novelas gráficas (A Contract with God y Life on Another Planet), abordaba The Dreamer, un cómic de carácter marcadamente autobiográfico en el que el artista, cambiando nombres, rememoraba sus primeros años como profesional en el mundo del noveno arte. Es sus propias palabras, "es una historia que debería satisfacer a aquellos que sientan curiosidad sobre la vida en y alrededor de un estudio típico de cómics en la mitad de la década de los treinta. La intención es que sea una especie de novela gráfica histórica situada en el amanecer de la industria del cómic".
Con esta intención, y para evitar que su innovadora narrativa visual sirva de estorbo en el relato de la historia que tanto desea contar, Eisner levanta el pedal del acelerador, reduciendo al mínimo su expresión formal. Así, no encontraremos en The Dreamer recursos tan llamativos como los utilizados en The Spirit o A Contract with God, reduciéndose estos a la personal forma en la que las viñetas siguen diluyéndose al antojo del artista.
Despejado el camino, Eisner centra sus esfuerzos en recordar y trasladar al lector cuántas más situaciones vividas mejor, algo que no siempre resulta favorable a una lectura fluida. Sin querer poner en duda al maestro, da la sensación muchas veces durante The Dreamer, que Eisner primó el deseo de introducir tal o cual recuerdo o anécdota, a imponer un criterio firme que rechazara aquellas que transforman a la lectura en episódica e inconstante. Afortunadamente, el genio de Eisner es lo suficientemente grande como para evitar que ese pequeño problema se convierta en un gran escollo, y a la postre The Dreamer es precisamente lo que él quiere que sea: una forma de que los lectores podamos descubrir los inicios de nombres tan míticos dentro de este mundillo como Bob Powell, George Tuska, Lou Fine, Jack Kirby o el propio Will Eisner.
Con esta intención, y para evitar que su innovadora narrativa visual sirva de estorbo en el relato de la historia que tanto desea contar, Eisner levanta el pedal del acelerador, reduciendo al mínimo su expresión formal. Así, no encontraremos en The Dreamer recursos tan llamativos como los utilizados en The Spirit o A Contract with God, reduciéndose estos a la personal forma en la que las viñetas siguen diluyéndose al antojo del artista.
Despejado el camino, Eisner centra sus esfuerzos en recordar y trasladar al lector cuántas más situaciones vividas mejor, algo que no siempre resulta favorable a una lectura fluida. Sin querer poner en duda al maestro, da la sensación muchas veces durante The Dreamer, que Eisner primó el deseo de introducir tal o cual recuerdo o anécdota, a imponer un criterio firme que rechazara aquellas que transforman a la lectura en episódica e inconstante. Afortunadamente, el genio de Eisner es lo suficientemente grande como para evitar que ese pequeño problema se convierta en un gran escollo, y a la postre The Dreamer es precisamente lo que él quiere que sea: una forma de que los lectores podamos descubrir los inicios de nombres tan míticos dentro de este mundillo como Bob Powell, George Tuska, Lou Fine, Jack Kirby o el propio Will Eisner.
Guión y Dibujo: Will Eisner
Editorial: DC
Formato: Álbum Rústica. 80 Páginas
Precio: $9.95
Calificación: 9/10
Editorial: DC
Formato: Álbum Rústica. 80 Páginas
Precio: $9.95
Calificación: 9/10
Un año después de la publicación de The Dreamer, Eisner editaba (a través de Kitchen Sink, sello bajo el que verían la luz la gran mayoría de sus trabajos en los ochenta) The Building, una fantástica novela gráfica en la que el artista ponía de nuevo en relieve su singular maestría a la hora de relatar historias cercanas con gente de la calle, añadiendo en este caso, una suerte de componente fantástica que el autor centra en el edificio que da nombre al cómic y sobre la que aducía que "no es que le haya otorgado al edificio poderes sobrenaturales, sino que creo que lo sobrenatural no es más que el resto psíquico que acumula cualquier objeto con el que vivimos".
Más allá de que aparezcan o no fantasmas en el relato, lo fascinante de The Building es ver cómo Eisner es capaz de construir una historia acerca de una masa inerte de ladrillos y cemento, hacer que casi nos lleguemos a encariñar con el edificio, cuajar una lectura intensa como pocas y para colmo, hacerlo de tal manera que parezca fácil. Usando como telón de fondo y observador impasible de los acontecimientos a un bloque que guarda no pocas similitudes con el mítico Flatiron neoyorquino, Eisner narra una historia en cuatro tiempos, los que corresponden a las cuatro vidas de los fantasmas con los que se inicia el relato. A través de sus historias, en las que la tragedia siempre es un elemento presente, el artista ofrece un retrato, entre líneas, de los aspectos menos llamativos de las relaciones humanas, con sus miserias y sus pocos altos y sus muchos bajos.
A diferencia de The Dreamer, The Building nos devuelve a un Eisner pletórico en lo visual, retomando el dibujante la imaginería de recursos narrativos que tanto explorara en The Spirit: con un apropiado tono sepia dominando toda la impresión, el artista nos ofrece un recital de maestría desde las páginas completas que abren y cierran el volumen y la narración de cada vida (páginas que van ajustando a la perfección lo temporal en el relato) hasta aquellas que se dedican a contar la historia de los cuatro personajes, retomando esa manera de aviñetar que sólo el sabía dominar a la hora de dividir el área de lectura con elementos propios del discurso visual (como utilizar las separaciones entre estancias para diferenciar varios tiempos).
Lectura soberbia, The Building se establece por méritos propios dentro de las mejores obras de Eisner, todo un mérito si tenemos en cuenta que ninguna de las muchas que el artista editó entre 1978 y su muerte bajan del notable.
Más allá de que aparezcan o no fantasmas en el relato, lo fascinante de The Building es ver cómo Eisner es capaz de construir una historia acerca de una masa inerte de ladrillos y cemento, hacer que casi nos lleguemos a encariñar con el edificio, cuajar una lectura intensa como pocas y para colmo, hacerlo de tal manera que parezca fácil. Usando como telón de fondo y observador impasible de los acontecimientos a un bloque que guarda no pocas similitudes con el mítico Flatiron neoyorquino, Eisner narra una historia en cuatro tiempos, los que corresponden a las cuatro vidas de los fantasmas con los que se inicia el relato. A través de sus historias, en las que la tragedia siempre es un elemento presente, el artista ofrece un retrato, entre líneas, de los aspectos menos llamativos de las relaciones humanas, con sus miserias y sus pocos altos y sus muchos bajos.
A diferencia de The Dreamer, The Building nos devuelve a un Eisner pletórico en lo visual, retomando el dibujante la imaginería de recursos narrativos que tanto explorara en The Spirit: con un apropiado tono sepia dominando toda la impresión, el artista nos ofrece un recital de maestría desde las páginas completas que abren y cierran el volumen y la narración de cada vida (páginas que van ajustando a la perfección lo temporal en el relato) hasta aquellas que se dedican a contar la historia de los cuatro personajes, retomando esa manera de aviñetar que sólo el sabía dominar a la hora de dividir el área de lectura con elementos propios del discurso visual (como utilizar las separaciones entre estancias para diferenciar varios tiempos).
Lectura soberbia, The Building se establece por méritos propios dentro de las mejores obras de Eisner, todo un mérito si tenemos en cuenta que ninguna de las muchas que el artista editó entre 1978 y su muerte bajan del notable.
Sergio Benítez (85)
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