Editorial: Astiberri
Formato: Libro Rústica. 204 Páginas
Precio: 16€
Calificación: 9.5/10
Decía hace unos días en el especial que dediqué a Clandestine que hace pocos años ni me hubiera planteado adquirir Píldoras Azules. Mentía.
Cambien años por poco más de una docena de meses y ajustaremos más el radical cambio que se ha producido en las lecturas que ahora estoy descubriendo: ya no resulta tan importante la estética a la hora de decidir si compro o no cierto título mientras exista una cierta certeza de que la historia que desarrolle el cómic en cuestión me atrape con brío. Contando con dicha certeza de manos de las fervorosas recomendaciones de mi compañero Mario, no podía seguir ignorando la llamada que Píldoras Azules me hacía cada vez que pasaba por su lado en mi tienda de cómics habitual y, como podrán imaginar, hace unas cuantas semanas fue liberado de esa cárcel de madera que son las estanterías de Amuleto.
Tras leer la hermosísima historia de Peeters lo primero que debo exclamar es un sonoro GRACIAS dirigido, cómo no, a Mario. Aunque, lógicamente, ambos compartimos esta estupenda filia que es leer cómics, cada uno seguimos manteniendo pequeñas parcelas de privacidad no exploradas por el otro. Una de esas parcelas, en la que Mario sí ha navegado a placer mucho antes que yo, es el cómic de corte independiente, ya sea americano o europeo. El caso es que en los años que hace que nos conocemos (que ya son unos pocos), Mario, desde su entrañable humildad, siempre ha intentado que mi colección se compusiera de algo más que tomos y tomos de superhéroes. Al final algo de ese mensaje ha tenido que calar, y buena prueba de ello la podéis encontrar observando la gran variedad de géneros y países que tocamos en este rincón de crítica.
Con un personalísimo estilo de dibujo que llama la atención nada más abrir un cómic con su nombre en la portada (y ya hablaremos de lo camaleónico de su trazo cuando repasemos RG) Frederik Peeters es, ante todo, un brillante narrador de historias como pocos se cuentan en este medio. Comprendo que dicha aseveración sea un poco arriesgada teniendo en cuenta que aún tengo pendiente la lectura de su otra "obra maestra", Lupus, pero espero que sean capaces de perdonármela si les digo que no soy muy dado a regalar exacerbados piropos. Sólo tienen que efectuar un breve repaso a lo que se ha escrito por aquí para constatarlo.
El caso es que a la hora de referirme a esta maravilla aviñetada que es Píldoras Azules, todos esos epítetos que normalmente suelo guardar para momentos puntuales, se agolpan en mi cabeza sin dar cabida a que pueda ordenarlos, menos aún transcribirlos. La experiencia vital que supone la lectura de la obra de Peeters es casi equivalente a situarse en la posición de un inesperado voyeur que tuviera acceso a los más recónditos secretos que encierra nuestro corazón. Este paseo por una vida, la suya, que Peeters efectúa con una honestidad que huye en todo momento de sensiblerías inútiles, va recalando en momentos que oscilan entre la trivial (el hijo de Cati probando la sal) y los más profundos sentimientos (Cati y Frederik conversando, después de haber hecho el amor, acerca de por qué se quieren) ostentando ambos una inusitada y poco común solidez que encuentra su paroxismo en ese impresionante capítulo en el que Peeters utiliza a la figura de un mamut para improvisar un complejo psicoanálisis de su yo más profundo.
La franqueza con la que el autor afronta el relato, es de tal magnitud que atraviesa sin problemas cualquier barrera moral o psicológica, hace añicos las evidentes diferencias culturales (que no generacionales) y borra por completo los pocos prejuicios que pudiera albergar aún hacia este tipo de cómic, y es precisamente la que hace tan grande a Píldoras Azules. Y aunque no sea la primera vez que leo en formato de tebeo una historia autobiográfica (ahí está las geniales True Story Swear to God, Fun Home o Piel Color Miel para demostrarlo) tengo que admitir que no estaba preparado para la arremetida emocional que ha supuesto este enorme cómic. De nuevo, muchas gracias Mario.
Cambien años por poco más de una docena de meses y ajustaremos más el radical cambio que se ha producido en las lecturas que ahora estoy descubriendo: ya no resulta tan importante la estética a la hora de decidir si compro o no cierto título mientras exista una cierta certeza de que la historia que desarrolle el cómic en cuestión me atrape con brío. Contando con dicha certeza de manos de las fervorosas recomendaciones de mi compañero Mario, no podía seguir ignorando la llamada que Píldoras Azules me hacía cada vez que pasaba por su lado en mi tienda de cómics habitual y, como podrán imaginar, hace unas cuantas semanas fue liberado de esa cárcel de madera que son las estanterías de Amuleto.
Tras leer la hermosísima historia de Peeters lo primero que debo exclamar es un sonoro GRACIAS dirigido, cómo no, a Mario. Aunque, lógicamente, ambos compartimos esta estupenda filia que es leer cómics, cada uno seguimos manteniendo pequeñas parcelas de privacidad no exploradas por el otro. Una de esas parcelas, en la que Mario sí ha navegado a placer mucho antes que yo, es el cómic de corte independiente, ya sea americano o europeo. El caso es que en los años que hace que nos conocemos (que ya son unos pocos), Mario, desde su entrañable humildad, siempre ha intentado que mi colección se compusiera de algo más que tomos y tomos de superhéroes. Al final algo de ese mensaje ha tenido que calar, y buena prueba de ello la podéis encontrar observando la gran variedad de géneros y países que tocamos en este rincón de crítica.
Con un personalísimo estilo de dibujo que llama la atención nada más abrir un cómic con su nombre en la portada (y ya hablaremos de lo camaleónico de su trazo cuando repasemos RG) Frederik Peeters es, ante todo, un brillante narrador de historias como pocos se cuentan en este medio. Comprendo que dicha aseveración sea un poco arriesgada teniendo en cuenta que aún tengo pendiente la lectura de su otra "obra maestra", Lupus, pero espero que sean capaces de perdonármela si les digo que no soy muy dado a regalar exacerbados piropos. Sólo tienen que efectuar un breve repaso a lo que se ha escrito por aquí para constatarlo.
El caso es que a la hora de referirme a esta maravilla aviñetada que es Píldoras Azules, todos esos epítetos que normalmente suelo guardar para momentos puntuales, se agolpan en mi cabeza sin dar cabida a que pueda ordenarlos, menos aún transcribirlos. La experiencia vital que supone la lectura de la obra de Peeters es casi equivalente a situarse en la posición de un inesperado voyeur que tuviera acceso a los más recónditos secretos que encierra nuestro corazón. Este paseo por una vida, la suya, que Peeters efectúa con una honestidad que huye en todo momento de sensiblerías inútiles, va recalando en momentos que oscilan entre la trivial (el hijo de Cati probando la sal) y los más profundos sentimientos (Cati y Frederik conversando, después de haber hecho el amor, acerca de por qué se quieren) ostentando ambos una inusitada y poco común solidez que encuentra su paroxismo en ese impresionante capítulo en el que Peeters utiliza a la figura de un mamut para improvisar un complejo psicoanálisis de su yo más profundo.
La franqueza con la que el autor afronta el relato, es de tal magnitud que atraviesa sin problemas cualquier barrera moral o psicológica, hace añicos las evidentes diferencias culturales (que no generacionales) y borra por completo los pocos prejuicios que pudiera albergar aún hacia este tipo de cómic, y es precisamente la que hace tan grande a Píldoras Azules. Y aunque no sea la primera vez que leo en formato de tebeo una historia autobiográfica (ahí está las geniales True Story Swear to God, Fun Home o Piel Color Miel para demostrarlo) tengo que admitir que no estaba preparado para la arremetida emocional que ha supuesto este enorme cómic. De nuevo, muchas gracias Mario.
Sergio Benítez (83)
5 comentarios:
Pues ya veras tambien cuando leas Lupus.
Este Peeters es un guionista psiquitra psicólogo analista, observador,... tremendo. Que maestria con todo lo que se derive de una relación, sea sentimental o de amistad o cualquier otra.
Macho, no me acordaba de esta reseña, y acabo de caer que fui yo el que empezó a animarte a leer otras cosas. Y ahora reniegas de los comics de superheroes. Fui yo el que te metio por el lado oscuro. ¡HE CREADO UN MONSTRUO! ¡DIOS, QUE HE HECHO! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!
La verdad es que este comic tiene el sello de mu bonito. Casi se podria decir entrañable.
Y, de nada compañero. Ten en cuenta que tu hicistes lo propio con los superheroes, que estaba yo mas perdio que el barco del arroz.
Buenas noches y buena suerte.
A Lupus le tengo tantas ganas que, paradójicamente, no encuentro el momento para arrancar a leerlo. A ver si estas vacaciones lo pillo por banda.
Y sí Mario, no te lo quería decir, pero todo esto es responsabilidad tuya......que no hombre, que no, que va a ser culpa tuya ni ná...la culpa la tienen las editoriales que las visten como put....que sacan muchas cosas interesantes al mes, coñe ;).
Saludetes a los dos,
Sergio
curiosa relación comiquera la vuestra. Estara el encanto de este blog en eso?
Pues nunca lo había visto desde esa perspectiva Toni. La verdad es que la variedad de gustos que existe entre Mario y un servidor es la que nos hace recomicdar cosas tan diferentes.
Esperamos poder seguir mateniendo ese encanto durante mucho tiempo.
Saludetes
Sergio
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