Guión: Fred Vargas
Dibujo: Edmond Baudoin
Editoria: Astiberri
Formato: Libro Rústica. 226 Páginas
Precio: 18€
Calificación: 8.5/10
¿Novela aviñetada o cómic novelizado?. Esa era la duda que me planteaba cuando hace unos días me encontraba hojeando una de las novedades de Astiberri para el pasado mes de Enero. Tras su adquisición (había algo en el compulsivo trazo de Baudoin que me llamaba poderosamente la atención) y lectura, la respuesta, aunque no del todo definida, se inclina más hacia la segunda opción que hacia la primera.
Lo que está muy claro y debe servir de aviso a cualquiera que se acerque a este fascinante título, es que Los Cuatro Ríos no es un tebeo al uso. Ese carácter de cómic novelizado al que se ajusta el transcurso de la narración se traduce en un inquieto esquema de páginas en las que podemos encontrar de todo un poco: tan pronto tendremos una hoja dividida en viñetas de forma clásica, como páginas y páginas en las que el dibujo se limite a una pequeña acotación del texto o aparece como apoyo al mismo sin las constricciones que imponen los parámetros habituales de un cómic. Todo ello deviene en una experiencia estimulante que reta constantemente al lector a no perderse detalle de los diálogos y situaciones construidos por Vargas con una naturalidad pasmosa y una fluidez que hace que las más de doscientas páginas de este relato de asesinatos rituales, un accidentado robo, intrigas policíacas y relaciones familiares, se lean en un suspiro. Por si esto fuera poco, la escritora traza con precisión y muy pocas florituras estilísticas a unos personajes que, literalmente, podrían estar sacados de la calle sin que ello implique la necesidad de ajustarse al molesto patrón de un arquetipo en ningún momento. La personalidad inequívoca con la que Vargas define a estos no es traba para que se pase por alto el carácter coral de la historia, algo a lo que la compacidad del trazo de Baudoin ayuda enormemente.
Lo concretado por el dibujante, a priori de (aparente) trazo feísta y de una compulsión casi errática, sirve para definir ese naturalismo (realismo sucio si quieren) de forma inequívoca: aunque su fuerte no sean las caracterizaciones de los personajes, el esfuerzo consciente de Baudoin por hacer que estos sean reconocibles con cuatro trazos tiene su premio a lo largo de la lectura. No obstante, lo más llamativo del dibujo del artista francés es la temprana toma de conciencia que se hace en aras de no dificultar la fluidez de la narración no entorpeciendo en ningún momento su trabajo al devenir de lo relatado por Vargas.
Sorprendentemente, es esta misma característica la que podría también aplicarse a lo pergeñado por la guionista, entablándose entre su relato y el arte de Baudoin un diálogo de iguales que ayuda sobremanera a disfrutar de una obra original en extremo que sabe perfectamente cómo atrapar al lector de principio a fin y sin estridencias.
Lo que está muy claro y debe servir de aviso a cualquiera que se acerque a este fascinante título, es que Los Cuatro Ríos no es un tebeo al uso. Ese carácter de cómic novelizado al que se ajusta el transcurso de la narración se traduce en un inquieto esquema de páginas en las que podemos encontrar de todo un poco: tan pronto tendremos una hoja dividida en viñetas de forma clásica, como páginas y páginas en las que el dibujo se limite a una pequeña acotación del texto o aparece como apoyo al mismo sin las constricciones que imponen los parámetros habituales de un cómic. Todo ello deviene en una experiencia estimulante que reta constantemente al lector a no perderse detalle de los diálogos y situaciones construidos por Vargas con una naturalidad pasmosa y una fluidez que hace que las más de doscientas páginas de este relato de asesinatos rituales, un accidentado robo, intrigas policíacas y relaciones familiares, se lean en un suspiro. Por si esto fuera poco, la escritora traza con precisión y muy pocas florituras estilísticas a unos personajes que, literalmente, podrían estar sacados de la calle sin que ello implique la necesidad de ajustarse al molesto patrón de un arquetipo en ningún momento. La personalidad inequívoca con la que Vargas define a estos no es traba para que se pase por alto el carácter coral de la historia, algo a lo que la compacidad del trazo de Baudoin ayuda enormemente.
Lo concretado por el dibujante, a priori de (aparente) trazo feísta y de una compulsión casi errática, sirve para definir ese naturalismo (realismo sucio si quieren) de forma inequívoca: aunque su fuerte no sean las caracterizaciones de los personajes, el esfuerzo consciente de Baudoin por hacer que estos sean reconocibles con cuatro trazos tiene su premio a lo largo de la lectura. No obstante, lo más llamativo del dibujo del artista francés es la temprana toma de conciencia que se hace en aras de no dificultar la fluidez de la narración no entorpeciendo en ningún momento su trabajo al devenir de lo relatado por Vargas.
Sorprendentemente, es esta misma característica la que podría también aplicarse a lo pergeñado por la guionista, entablándose entre su relato y el arte de Baudoin un diálogo de iguales que ayuda sobremanera a disfrutar de una obra original en extremo que sabe perfectamente cómo atrapar al lector de principio a fin y sin estridencias.
Sergio Benítez (110)
2 comentarios:
Tu comentario sobre Los cuatro ríos es acertadísimo, iba a escribir sobre él en EL blog de Metropolis Libros y me has quitado las palabras :-)... Tendré que pensar algo nuevo... Estupendo comentario, de verdad...
Pues muchas gracias, la verdad es que este comentario, en este preciso momento, era lo que me hacía falta. Así que las gracias son especiales.
Saludetes
Sergio
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