Editorial: Jonathan Cape. London
Formato: Libro Cartoné. 368 Páginas
Precio: 16.99 Libras
Calificación: 8/10 (a revisar en un futuro próximo)
No pude verme la cara cuando lo abrí, pero seguramente fue de una estupefacción tremenda. Mario conseguía sorprenderme como pocos regalos de cumpleaños han podido. En mis manos, un grueso tomo en tapa dura con un fascinante diseño de sobrecubierta; un autor David B. (al que conocía de oídas) y un título, Epileptic, que no me sonaba ni de lejos. "Es La Ascensión del Gran Mal", me decía Mario, encendiendo una tenue luz que me recordaba haber visto nombrado dicho título en los comentarios de una reseña de La Cárcel. Refiriéndole esto, mi compañero de blog me respondía "Sí, fue en aquella entrada en la que le preguntaste a Álvaro por las páginas del Lupus número 4". Vale, ya lo recordaba (la pregunta en cuestión hacía referencia a si las páginas en blanco del cuarto volumen de la serie de Peeters eran error de imprenta o recurso narrativo, y se la hacía en la entrada en la que el Carcelero comentaba Por los Caminos Oscuros).
Aclarado tal punto, y a sabiendas de que tenía entre manos una obra que era considerada magistral, me dispuse pocos días después a leerla. Vaya por delante, antes de entrar en materia, que hacía mucho tiempo que no me costaba tanto terminarme un cómic. Este inusual hecho es el que de forma más clara explica la coletilla que le he colocado a la calificación: aún habiéndome resultado una lectura ardua y difícil no puedo negar los impresionantes valores narrativos, visuales e innovadores que David B. introduce en este Epileptic (un título muy poco sugerente comparado con el original), y es por eso que la calificación que le he otorgado estará sujeta a una revisión en cuanto rescate su lectura en un futuro.
Dicho esto, tratar de si quiera arañar la superficie de la en muchos momentos insondable historia que David B. nos narra en Epileptic resulta, cuando menos, harto complicado. Primero, porque no se trata de un cómic "bonito" (como diría Mario), y hay que tener cierta predisposición y un estado de ánimo bastante positivo para soportar la arremetida emocional con el que el autor nos empuja al abismo en cada página. Segundo, y quizás más importante, porque (al igual que me pasaba con los masones en el Fábula de Venecia de Pratt) al no estar familiarizado con la ingente, casi interminable, cantidad de referencias acerca del esoterismo, la cultura macrobiótica, y toda la suerte de extraños mundos en los que los padres del autor se introdujeron para dar con una solución al mal que afectaba a su hijo, es muy complicado y casi imposible en algunos momentos, afrontar con cierto grado de comprensión lo que el artista nos quiere transmitir.
Lo paradójico de este "defecto" es que al mismo tiempo se convierte en la mayor virtud de la lectura. Es innegable para cualquiera que se acerque a Epileptic, que David B. no es un dibujante común. En la simpleza de un trazo al que se le adivinan múltiples influencias, el artista va desarrollando a lo largo de toda la narración una nueva forma de cómic, algo así como una novela gráfica intelectual en la que lo que se plasma en viñetas son una serie de ideas orientadas hacia el diseño. Muy similar a lo que comentábamos cuando hablábamos de Piel Color Miel, pero infinitamente más complejo, David B. se atreve incluso en las páginas de Epileptic a plasmar crípticos sueños que convierten a los lectores en unos improvisados Freud o Jung, psicoanalistas de una compleja personalidad que se abre por completo al más preciso escrutinio.
Abundando aún más en esa complejidad visual con la que el autor va concretando su fascinante historia, David B. ahonda en lo profundo de su memoria y la de sus congéneres para trasladarnos la historia tal y como si nosotros fuéramos sus protagonistas. Para ello, el artista no escatima detallar hasta donde puede la vida de cada uno de los implicados en el complejo viaje al que toda su familia se ve abocada debido a la enfermedad de su hermano. En este esfuerzo, no es de extrañar que el autor resuma la vida de sus abuelos o padres, tanto cómo la de los múltiples médicos que atienden a su hermano o la de la vecina de turno si así se tercia.
Como decía al principio, Epileptic no es una lectura fácil en el sentido de la palabra que se suele asociar a los tebeos más tradicionales, orientando David B. su obra a un sesgo de la población lectora de cómics muy concreto y estrechamente acotado. Aún así, su enorme variedad temática y sus constantes cambios de ritmo y tono retan de forma continua al lector como pocos cómics se atreverían a hacer. Ya sólo por eso se merece el notable que le otorgamos en Lecturas reCOMICdadas; para conseguir el sobresaliente, no obstante, tendrá que esperar unos cuantos años más.
Aclarado tal punto, y a sabiendas de que tenía entre manos una obra que era considerada magistral, me dispuse pocos días después a leerla. Vaya por delante, antes de entrar en materia, que hacía mucho tiempo que no me costaba tanto terminarme un cómic. Este inusual hecho es el que de forma más clara explica la coletilla que le he colocado a la calificación: aún habiéndome resultado una lectura ardua y difícil no puedo negar los impresionantes valores narrativos, visuales e innovadores que David B. introduce en este Epileptic (un título muy poco sugerente comparado con el original), y es por eso que la calificación que le he otorgado estará sujeta a una revisión en cuanto rescate su lectura en un futuro.
Dicho esto, tratar de si quiera arañar la superficie de la en muchos momentos insondable historia que David B. nos narra en Epileptic resulta, cuando menos, harto complicado. Primero, porque no se trata de un cómic "bonito" (como diría Mario), y hay que tener cierta predisposición y un estado de ánimo bastante positivo para soportar la arremetida emocional con el que el autor nos empuja al abismo en cada página. Segundo, y quizás más importante, porque (al igual que me pasaba con los masones en el Fábula de Venecia de Pratt) al no estar familiarizado con la ingente, casi interminable, cantidad de referencias acerca del esoterismo, la cultura macrobiótica, y toda la suerte de extraños mundos en los que los padres del autor se introdujeron para dar con una solución al mal que afectaba a su hijo, es muy complicado y casi imposible en algunos momentos, afrontar con cierto grado de comprensión lo que el artista nos quiere transmitir.
Lo paradójico de este "defecto" es que al mismo tiempo se convierte en la mayor virtud de la lectura. Es innegable para cualquiera que se acerque a Epileptic, que David B. no es un dibujante común. En la simpleza de un trazo al que se le adivinan múltiples influencias, el artista va desarrollando a lo largo de toda la narración una nueva forma de cómic, algo así como una novela gráfica intelectual en la que lo que se plasma en viñetas son una serie de ideas orientadas hacia el diseño. Muy similar a lo que comentábamos cuando hablábamos de Piel Color Miel, pero infinitamente más complejo, David B. se atreve incluso en las páginas de Epileptic a plasmar crípticos sueños que convierten a los lectores en unos improvisados Freud o Jung, psicoanalistas de una compleja personalidad que se abre por completo al más preciso escrutinio.
Abundando aún más en esa complejidad visual con la que el autor va concretando su fascinante historia, David B. ahonda en lo profundo de su memoria y la de sus congéneres para trasladarnos la historia tal y como si nosotros fuéramos sus protagonistas. Para ello, el artista no escatima detallar hasta donde puede la vida de cada uno de los implicados en el complejo viaje al que toda su familia se ve abocada debido a la enfermedad de su hermano. En este esfuerzo, no es de extrañar que el autor resuma la vida de sus abuelos o padres, tanto cómo la de los múltiples médicos que atienden a su hermano o la de la vecina de turno si así se tercia.
Como decía al principio, Epileptic no es una lectura fácil en el sentido de la palabra que se suele asociar a los tebeos más tradicionales, orientando David B. su obra a un sesgo de la población lectora de cómics muy concreto y estrechamente acotado. Aún así, su enorme variedad temática y sus constantes cambios de ritmo y tono retan de forma continua al lector como pocos cómics se atreverían a hacer. Ya sólo por eso se merece el notable que le otorgamos en Lecturas reCOMICdadas; para conseguir el sobresaliente, no obstante, tendrá que esperar unos cuantos años más.
Sergio Benítez (97)
3 comentarios:
Según muchos críticos es uno de los más grandes cómics europeos de los últimos años, aunque la temática que tiene no termina de atraerme del todo.
Por cierto, en España creo que hay uno o varios de los volúmenes imposible(s) casi de conseguir, ¿no?
Saludos.
Hola David.(con punto ;), este es un cómic al que hay que aproximarse sin prejuicios. No es de una temática concreta, sino que abarca muchas y muy diferentes cosas.
Y sí, aquí se editó en seis tomos por parte de Sinsentido. Lo que ya no se es si habrá alguno inencontrable. A ver si alguien de por aquí sabe responderte a esto último.
Saludetes
Sergio
Estamos pizcas pajas, Sergio. Me explico, me compre hace unos años La ascensión del gran mal (este comic) 1 y 2 y tengo que decir que en aquel entonces me los leí y me sorprendió mucho pero me dejo sin ganas de seguir comprando los restantes(según fueran saliendo). Me dije que en un futuro tendria que leermela entera, porque de verdad me habia gustado y habia flipado con el dibujo de este hombre, lo que cuenta y su manera de contar las cosas.
No se.....si no se ha leido es dificilillo de explicar esto.
Y este integral es una buena manera de atacarlo.
Saludos.
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