Dibujo: Fabrice Lebeault
Editorial: Planeta DeAgostini
Formato: Libro Cartoné. 88 Páginas
Precio: 10.95€
Calificación: 6/10
Desde niño, siempre he atesorado e intentado cultivar por todos los medios mi imaginación a través de la lectura (ya fuera de novelas o, ya algo más mayor de los cómics) y sobre todo del cine. Casi nunca, por no decir nunca, me he cerrado a ninguna opción que se me pudiera presentar, algo de lo que la variedad de recomicdaciones de este blog es fiel testimonio, y aún hoy mi esposa apostilla, no sin cierto orgullo en su mirada (qué queréis, es mi mujer), la desbordante imaginación y capacidad creativa que tengo. Volcada en los últimos tiempos hacia la vena escrita que me permite poder comentaros todos los días lo que me ha parecido tal o cuál cómic, años atrás mi espíritu imaginativo era capaz de inventar todo tipo de historias que adquirirían matices de epopeya cuando, con nueve años, vi por primera vez La Historia Interminable, genial adaptación (por más que sus efectos visuales hayan envejecido una barbaridad, la cinta sigue conservando gran parte de su magia) de la novela homónima de Michael Ende. Ver a Bastian sufrir con la lectura del libro a cada página, y seguir sus aventuras después de ver la cinta cuando me hice con la novela, alimentó mi ya encendida capacidad para dejar volar mi imaginación como pocas cosas lo han hecho en mi vida.
Desde entonces, cada vez que me he encontrado con alguna lectura (y no hay muchas, no crean) que de alguna manera me haya recordado a aquél momento de mi infancia ha sido como rejuvenecer un poco y recuperar, aunque sólo sea en parte, al niño que soñaba despierto con bajar por la ladera del Stromboli expulsado por la lava, o que quería volar en bicicleta con un peluche de ojos saltones puesto en su cesta. Y si se preguntan en qué sentido engarza esta historieta personal con El Devorador de Historias deben saber que lo hace desde el momento en que su personaje central, un escritor frustrado que calma sus ansias creativas arremetiendo contra las obras de los demás (vamos, lo que a más de un crítico de cine se nos ha reprochado de cuando en cuando; y que conste que no es mi caso, desde pequeño siempre he querido ser lo que soy, arquitecto), habla, sin que nadie más pueda verlo, con un personaje de ficción creado por otra pluma que no es la suya.
Retomando en cierto modo los argumentos que Ende usaba para explicar por qué Fantasía se moría (los personajes de ficción viven en otro mundo paralalelo al nuestro alimentado por nuestros sueños y si dejamos de creer en ellos, simplemente desaparecen), Lebeault construye toda una trama de crímenes terribles y ambiciones imposibles que resulta de lo más refrescante y, cómo no, imaginativa: Fortunato de Hipocondrio, curioso nombre donde los haya, lleva tiempo recibiendo la visita de El Cuervo, el protagonista de unos folletines que el crítico ataca de forma constante argumentando su carencia de originalidad y el estar plagiados de más de una y dos obras diferentes (¿por qué será que me suena?). Sin querer hacerle caso al principio, el protagonista terminará cediendo a las presiones del personaje cuando este le ponga en bandeja la opción de desvelar al escritor/timador que dice llamarse Homero San Iliada, otro nombre muy literario detrás del cuál nadie sabe quien se esconde, o al menos eso parece...
Planteada la intriga, y suscitado el interés del lector a través una trama bastante sólida que añade unos truculentos asesinatos para aderezar el conjunto y de un dibujo de línea clara y concisa, que se da poco a los alardes narrativos (materializándose siempre a través de una composición de página y viñeta muy clásica), Lebeault se toma su tiempo para que el protagonista recoja las pistas suficientes que le llevarán a encararse a su odiado escritor. A partir de ese momento, el ritmo de la narración se torna más errático, ora acelerado, ora pausado, impidiendo que los descubrimientos finales que acompañan al clímax no adquieran el impacto suficiente. Además, el giro final se revela algo forzado y las últimas viñetas dejarían ciertas dudas (sí, son muy poéticas pero carentes de sentido) que quedarían en el aire sino fuera porque la edición se completa con el relato original que el autor presentó al editor de Dupuis, a través del cual se pueden apreciar los recortes en la historia así como qué sentido tiene la viñeta final, mucho más coherente por mor de la prosa que en el discurso visual.
Desde entonces, cada vez que me he encontrado con alguna lectura (y no hay muchas, no crean) que de alguna manera me haya recordado a aquél momento de mi infancia ha sido como rejuvenecer un poco y recuperar, aunque sólo sea en parte, al niño que soñaba despierto con bajar por la ladera del Stromboli expulsado por la lava, o que quería volar en bicicleta con un peluche de ojos saltones puesto en su cesta. Y si se preguntan en qué sentido engarza esta historieta personal con El Devorador de Historias deben saber que lo hace desde el momento en que su personaje central, un escritor frustrado que calma sus ansias creativas arremetiendo contra las obras de los demás (vamos, lo que a más de un crítico de cine se nos ha reprochado de cuando en cuando; y que conste que no es mi caso, desde pequeño siempre he querido ser lo que soy, arquitecto), habla, sin que nadie más pueda verlo, con un personaje de ficción creado por otra pluma que no es la suya.
Retomando en cierto modo los argumentos que Ende usaba para explicar por qué Fantasía se moría (los personajes de ficción viven en otro mundo paralalelo al nuestro alimentado por nuestros sueños y si dejamos de creer en ellos, simplemente desaparecen), Lebeault construye toda una trama de crímenes terribles y ambiciones imposibles que resulta de lo más refrescante y, cómo no, imaginativa: Fortunato de Hipocondrio, curioso nombre donde los haya, lleva tiempo recibiendo la visita de El Cuervo, el protagonista de unos folletines que el crítico ataca de forma constante argumentando su carencia de originalidad y el estar plagiados de más de una y dos obras diferentes (¿por qué será que me suena?). Sin querer hacerle caso al principio, el protagonista terminará cediendo a las presiones del personaje cuando este le ponga en bandeja la opción de desvelar al escritor/timador que dice llamarse Homero San Iliada, otro nombre muy literario detrás del cuál nadie sabe quien se esconde, o al menos eso parece...
Planteada la intriga, y suscitado el interés del lector a través una trama bastante sólida que añade unos truculentos asesinatos para aderezar el conjunto y de un dibujo de línea clara y concisa, que se da poco a los alardes narrativos (materializándose siempre a través de una composición de página y viñeta muy clásica), Lebeault se toma su tiempo para que el protagonista recoja las pistas suficientes que le llevarán a encararse a su odiado escritor. A partir de ese momento, el ritmo de la narración se torna más errático, ora acelerado, ora pausado, impidiendo que los descubrimientos finales que acompañan al clímax no adquieran el impacto suficiente. Además, el giro final se revela algo forzado y las últimas viñetas dejarían ciertas dudas (sí, son muy poéticas pero carentes de sentido) que quedarían en el aire sino fuera porque la edición se completa con el relato original que el autor presentó al editor de Dupuis, a través del cual se pueden apreciar los recortes en la historia así como qué sentido tiene la viñeta final, mucho más coherente por mor de la prosa que en el discurso visual.
Sergio Benítez (233)
4 comentarios:
Sorprendido dejado me has. Tooooooooooodo el mundo hablaba maravillas de este Devorador, le tenía bastantes ganitas y ahora vas tu y zacatás.
Pues nada, nada, a ahorrarse unos eurillos. Si es que así no hay forma de engancharse al comic europeo. Esto con el americano no pasa.
Saludazos
No Mario, todo el mundo no...
Después de hacer lo propio con tu adorado Davis, el insigne, genial, maravilloso, espléndido, fabuloso (y no sigo para que no de sensacion de peloterismo o sarcasmo) CARCELERO tampoco lo ponía muy bien (http://www.lacarceldepapel.com/2009/08/03/resenas-variadas/comment-page-1/)
¿Será que el jefe está aprendiendo del maestro de maestros?
Saludos desde la comodidad del hogar!
Hombre Nacho, cuando digo todo el mundo, me refiero a todo el mundo humano, no a deidades que habitan en otro plano astral.
Saludazos
Pues yo aprovechare para ahorrarme esta compra, ya que si a dos luceros comos son los que ha recomicdado este comic no les ha entrado, yo me guardo las perras para otro.
Publicar un comentario