Dibujo: Bryan Hitch
Editorial: Marvel
Formato: 16 Cómic-Book. 24-37 Páginas
Precio: $2.99-3.99
Calificación: 6.5/10
Cuando un equipo creativo ostenta un currículum en el que (ya sea por separado o juntos) aparecen títulos de la envergadura de Authority, Red Son, Wanted, JLA: Heaven's Ladder (sí, el guión era una patata, pero los dibujos alucinantes), Wolverine: Enemy of the State o los dos primeros volúmenes de Ultimates, pocas dudas se pueden albergar acerca de un hecho muy claro, que cualquier proyecto en el que Mark Millar y Bryan Hitch junten sus nombres es un cómic a seguir sí o sí. Por ello, cuando se anunció que, tras el segundo volumen de los actualizados Vengadores ambos volverían a trabajar a la par para ofrecer su visión sobre la primera familia de Marvel, al entusiasmo inicial por el hecho de verlos de nuevo bajo un mismo título siguió la firme sensación de que muy difícil lo iban a tener para conseguir dar con una estancia que diera buenos frutos.
Ello nada tenía que ver con su talento a la hora de trabajar (ya que ambos lo han demostrado de sobra), sino más bien con que, salvo honrosas excepciones que ahora pasaremos a enumerar, Los 4F han sido uno de los títulos más flojos del Universo Marvel, y cuando no ha sido así es porque los astros se han alineado en favor del equipo creativo de turno, algo que, en mi modesta opinión, sólo ha sucedido tres veces a lo largo de los cuarenta y ocho años que el título lleva en la calle. Obviamente, los primeros en salvarse son Stan Lee y Jack Kirby, creadores de la serie y los que, a la postre, y despúes de casi medio siglo, mejor supieron capturar el espíritu de aventuras imposibles con el que siempre se ha querido caracterizar a los cuatro héroes. Tras ellos, tendrían que pasar dos décadas para que un John Byrne en estado de gracia tomara las riendas completas de la cabecera y, durante más de setenta números, devolviera a Reed, Sue, Ben y Johnny a lo más alto con historias que aún hoy conservan todo su encanto. Con el abandono de Byrne, la serie caería en una continua reiteración de esquemas que ni entuertos como el Heroe's Reborn, ni buenas pero fallidas intenciones como las que hacían gala Rafa Marín y Carlos Pacheco en su breve estancia pudieron arreglar. Tendrían que ser Mark Waid y el añorado Mike Wieringo (junto a otros dibujantes como Howard Porter, Mike Buckingham, Casey Jones o Paco Medina) los que, con ideas frescas y un genial sentido del homenaje a los creadores de la serie devolvieran esta a las primeras posiciones de ventas.Y así llegamos a la que, a todas luces, podría haberse encaramado a compartir glorias con Lee, Kirby, Byrne, Waid y Wieringo, algo que, lamentablemente, termina por no suceder.
El arranque de los dieciséis números en los que Millar y Hitch permanecen en los 4F no podría ser mejor. Comenzando con un homenaje bastante claro al final de Regreso al Futuro III, la labor de ambos autores captura en estos primeros números ese sentido grandilocuente e imposible que comentábamos un poco más arriba cuando nos referíamos a Lee y Kirby. Mezclándolo con una idea típica de la febril imaginación de Warren Ellis, el nuevo equipo creativo se lanza al vacío para hacer una doble pirueta con tirabuzón invertido sacándose de la manga un proyecto asombroso mediante el que un antiguo amor de Reed (Alyssa Moy) regresa a la vida de Mr. Fantástico: una nueva Tierra construida ex-profeso para poder albergar la vida cuando la verdadera falle en menos de una década. Tan megalómano proyecto es descrito con gran verosimilitud por un Millar que echa mano de sus amplios conocimientos en situaciones sociales, económicas y políticas para dar un revés de realismo a todos aquellos que piensan que los cómics siguen siendo algo para niños. Al mismo tiempo, el guionista va abriendo diferentes frentes que, por más que parezcan aislados con respecto al hilo argumental central (¿qué tienen que ver la nueva relación de Johnny o la recién contratada niñera de Franklin y Valeria con todo esto?) sorprenden en el momento en que el escritor comienza a acercarlos. Todo ello en unos ocho primeros números que resultan ejemplares, tanto en cómo se van desgranando los acontecimientos (sin que haya descompresión narrativa) cómo Hitch va plasmando lo que Millar exige de él, con un dibujo en el que, llegado el momento, comienza a advertirse una cierta dejadez por parte del británico, lo que no quita para que haya páginas que nos dejen sin aliento (esa doble con Galactus es la repera).
Con todo, si la estancia de los autores hubiera finalizado con ese estupendo octavo número, su calificación hubiera quedado muy por encima del modesto seis y medio que finalmente le ha sido otorgado. ¿El motivo?. Obvio, los ocho números restantes en los que la frescura de ideas se caduca y se pasa a ¿tres? arcos argumentales que no aportan nada de nada a los diez lustros de historia de los personajes. El primero de ellos sirve de cierre a las tramas abiertas en los números anteriores a la vez que comienza a apuntar hacia lo que será la culminación de la estancia de los autores, dos números casi de relleno que fácilmente podrían haberse reducido a uno y en los que la sombra de la descompresión comienza a ser demasiado alargada. El segundo, de otros dos números, retrotrae inmediatamente a aquél par de números con los que Steve McNiven se despedía de Marvel Knights 4 y en los que, si lo recuerdan, la primera familia se enfrentaba a unos monstruos en medio del campo. Pues bien, no en mitad de la nada, pero sí en un pueblo perdido de la mano de Dios en Escocia es donde los cuatro héroes tendrán que enfrentarse a un bicho de proporciones descomunales. Si los dos primeros números era de relleno, estos dos son un aderezo por completo innecesario para justificar el sueldo tanto de Millar, que no se exprime mucho la sesera, como de Hitch, cuyo trazo se va haciendo cada vez más desdibujado.
Ello nada tenía que ver con su talento a la hora de trabajar (ya que ambos lo han demostrado de sobra), sino más bien con que, salvo honrosas excepciones que ahora pasaremos a enumerar, Los 4F han sido uno de los títulos más flojos del Universo Marvel, y cuando no ha sido así es porque los astros se han alineado en favor del equipo creativo de turno, algo que, en mi modesta opinión, sólo ha sucedido tres veces a lo largo de los cuarenta y ocho años que el título lleva en la calle. Obviamente, los primeros en salvarse son Stan Lee y Jack Kirby, creadores de la serie y los que, a la postre, y despúes de casi medio siglo, mejor supieron capturar el espíritu de aventuras imposibles con el que siempre se ha querido caracterizar a los cuatro héroes. Tras ellos, tendrían que pasar dos décadas para que un John Byrne en estado de gracia tomara las riendas completas de la cabecera y, durante más de setenta números, devolviera a Reed, Sue, Ben y Johnny a lo más alto con historias que aún hoy conservan todo su encanto. Con el abandono de Byrne, la serie caería en una continua reiteración de esquemas que ni entuertos como el Heroe's Reborn, ni buenas pero fallidas intenciones como las que hacían gala Rafa Marín y Carlos Pacheco en su breve estancia pudieron arreglar. Tendrían que ser Mark Waid y el añorado Mike Wieringo (junto a otros dibujantes como Howard Porter, Mike Buckingham, Casey Jones o Paco Medina) los que, con ideas frescas y un genial sentido del homenaje a los creadores de la serie devolvieran esta a las primeras posiciones de ventas.Y así llegamos a la que, a todas luces, podría haberse encaramado a compartir glorias con Lee, Kirby, Byrne, Waid y Wieringo, algo que, lamentablemente, termina por no suceder.
El arranque de los dieciséis números en los que Millar y Hitch permanecen en los 4F no podría ser mejor. Comenzando con un homenaje bastante claro al final de Regreso al Futuro III, la labor de ambos autores captura en estos primeros números ese sentido grandilocuente e imposible que comentábamos un poco más arriba cuando nos referíamos a Lee y Kirby. Mezclándolo con una idea típica de la febril imaginación de Warren Ellis, el nuevo equipo creativo se lanza al vacío para hacer una doble pirueta con tirabuzón invertido sacándose de la manga un proyecto asombroso mediante el que un antiguo amor de Reed (Alyssa Moy) regresa a la vida de Mr. Fantástico: una nueva Tierra construida ex-profeso para poder albergar la vida cuando la verdadera falle en menos de una década. Tan megalómano proyecto es descrito con gran verosimilitud por un Millar que echa mano de sus amplios conocimientos en situaciones sociales, económicas y políticas para dar un revés de realismo a todos aquellos que piensan que los cómics siguen siendo algo para niños. Al mismo tiempo, el guionista va abriendo diferentes frentes que, por más que parezcan aislados con respecto al hilo argumental central (¿qué tienen que ver la nueva relación de Johnny o la recién contratada niñera de Franklin y Valeria con todo esto?) sorprenden en el momento en que el escritor comienza a acercarlos. Todo ello en unos ocho primeros números que resultan ejemplares, tanto en cómo se van desgranando los acontecimientos (sin que haya descompresión narrativa) cómo Hitch va plasmando lo que Millar exige de él, con un dibujo en el que, llegado el momento, comienza a advertirse una cierta dejadez por parte del británico, lo que no quita para que haya páginas que nos dejen sin aliento (esa doble con Galactus es la repera).
Con todo, si la estancia de los autores hubiera finalizado con ese estupendo octavo número, su calificación hubiera quedado muy por encima del modesto seis y medio que finalmente le ha sido otorgado. ¿El motivo?. Obvio, los ocho números restantes en los que la frescura de ideas se caduca y se pasa a ¿tres? arcos argumentales que no aportan nada de nada a los diez lustros de historia de los personajes. El primero de ellos sirve de cierre a las tramas abiertas en los números anteriores a la vez que comienza a apuntar hacia lo que será la culminación de la estancia de los autores, dos números casi de relleno que fácilmente podrían haberse reducido a uno y en los que la sombra de la descompresión comienza a ser demasiado alargada. El segundo, de otros dos números, retrotrae inmediatamente a aquél par de números con los que Steve McNiven se despedía de Marvel Knights 4 y en los que, si lo recuerdan, la primera familia se enfrentaba a unos monstruos en medio del campo. Pues bien, no en mitad de la nada, pero sí en un pueblo perdido de la mano de Dios en Escocia es donde los cuatro héroes tendrán que enfrentarse a un bicho de proporciones descomunales. Si los dos primeros números era de relleno, estos dos son un aderezo por completo innecesario para justificar el sueldo tanto de Millar, que no se exprime mucho la sesera, como de Hitch, cuyo trazo se va haciendo cada vez más desdibujado.
Y así llegamos a la traca final, los cuatro números llamados a poner la pompa y circunstancia necesarios para que se hable de cómo terminó la estancia de ambos autores en la serie. Y es muy probable que esto ocurra, pero no por las razones que ambos (y la Marvel por extensión) habrían querido. Para empezar, el arte de Hitch llega un momento de tanta dejadez que los responsables de La Casa de las Ideas deciden recurrir a dibujantes que, bien complementen su labor en un mismo número, bien la sustituyan por completo en el último, dejándole el británico el puesto a un efectivo Stuart Immonen. Pero la peor parte en cuanto a críticas no se la lleva el departamento visual, pues tal hazaña le corresponde a un Millar que también termina echando mano de ayudas externas para poder completar su trabajo. Un guión tan manido y poco ocurrente que, ni con ciertos impactantes acontecimientos que tienen lugar a lo largo de los interminables cuatro números, uno consigue deshacerse de una incómoda sensación de sopor y aburrimiento, cayendo para colmo el escritor en recurrir a un truco con uno de los personajes emblemáticos de la serie que ya hemos visto anteriormente decenas de veces y que cierra, de la forma más anodina posible, una estancia que, si por algo será recordada, es por el rápido descenso de calidad que en ella ha podido observarse.
Sergio Benítez (240)
2 comentarios:
Yo solo llegue a leer/comprar el primer arco argumental y ya me aburrio bastante. Y encima con las malas criticas que venían desde eeuu pues ya si que pasé de seguir con esta serie y al parecer hice bien.
Es una lastima que a la primera familia marvel se le saque tan poco partido. Si tan poco interesantes son sus historias deberían hacer un cambio radical como por ejemplo dejar crecer naturalmente a sus hijos y tal vez convertirse en los 6 Fantasticos (ah! no, que son icono y los 4 fantasticos no pueden cambiar...que les zurzan!).
Ahí, ahí, dando donde duele Goku. A la primera familia no se la toca, ni siquiera cuando hay gente con ganas de hacer las cosas medio bien.
Saludetes,
Sergio, cada día un poco más lejos del pijamismo.
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