jueves, 13 de agosto de 2009

TERMINAL CITY

Guión: Dean Motter

Dibujo: Michael Lark

Editorial: Planeta DeAgostini

Formato: Libro Rústica. 232 Páginas

Precio: 16.95€

Calificación: 7/10

Convertida desde el momento de su estreno en una de mis cintas favoritas del fantástico de los noventa, la segunda película de Alex Proyas como realizador pasó rápidamente a tener la consideración de filme de culto entre los fanáticos del género. Y es que Dark City tiene mucho con lo que convencer a cualquier tipo de público que se le ponga por delante: una trama que se desarrolla como los laberínticos símbolos que dibuja el policía y que representan a esa ciudad en la que nunca es de día y que oculta un terrible secreto. Unos actores efectivos, de entre los que destaca un magnífico Kiefer Sutherland. Una dirección portentosa, que se reinventa de forma continua a lo largo del metraje para ofrecernos secuencias de auténtico genio sin olvidarnos (¿cómo podríamos?) de un diseño de producción fastuoso que, combinando decorados con los estupendos efectos visuales, nos muestra un mundo directamente extraído de cualquier filme noir de los años cincuenta. Si de la ecuación anterior eliminamos el toque fantástico y el hecho de encontrarnos en un medio artístico diferente, obtendríamos Terminal City, un cómic con un claro gusto por lo añejo que arranca con fuerza pero va perdiendo fuelle conforme se acerca su conclusión...pero no nos adelantemos.

Publicada entre 1996 y 1997 y editada por primera vez en España por Norma en tres prestigios cuando tenía los derechos del material de DC, Planeta sigue empeñada en hacernos olvidar que su competidora lanzó alguna vez material de la editorial americana, sacando de nuevo en un único tomo lo que aquélla hizo en varios y casi por el mismo precio (los tres prestigios sumaban 18€, el presente volumen vale casi 17€). Anécdotas del mundo editorial al margen, Terminal City estuvo nominada en su momento (y NO ganó, como afirma con rotundidad la contraportada del volumen que hoy recomicdamos) a los Eisner y los Harvey en un año en el que el espíritu retro que inunda la obra de Motter y Lark hizo que Busiek acaparara premios con su Astro City.

Ello no quita para que no pueda valorarse en su justa medida (sinceramente, mis gustos casi nunca han ido parejos a aquellos de los galardones) una obra de gran originalidad que, a través de muchos aciertos y algún que otro error, consigue trasladarnos a una ciudad ficticia con aspecto de estar enclavada en los años cincuenta a la que mueve una tecnología que nada tiene que ver con la de mediados del siglo pasado. De entre los errores, por aquello de dejar de lado rápidamente la parte desagradable de la recomicdación, destacan dos que bajan la nota considerablemente: la rapidez con la que se resuelve todo cuando el ritmo de la acción hasta el final se toma su tiempo para meternos de lleno en la historia y, derivado de esto, los puntos de la trama que se quedan sin solución cuando la narración toca a su fin (y que no desvelaré por motivos más que evidentes). La conjunción de ambos provoca que lo que arrancaba capturando sobremanera el interés del lector, termine por dejarlo en tierra de nadie.

Si ignoramos dichas fallas (algo complicado, pero todo es posible con un poco de voluntad) o somos benevolentes y las perdonamos, Terminal City tiene mucho que ofrecer a cualquier lector que se aproxime a ella. En la superficie, Motter construye una historia fascinante, con constantes saltos temporales que van incidiendo en aportar información vital sobre los protagonistas, y con una narración que se pone en voz de Cosmo Quinn, antigua mosca humana capaz de las proezas más increíbles al que la tecnología (la aparición de la televisión) dejó obsoleto, teniendo que dedicarse ahora a poner su talento al servicio de su propia empresa de limpiacristales. Él es el encargado, a través de sus memorias, de ir desvelándonos los secretos antiguos de la ciudad al mismo tiempo que se ve implicado en la que se alza como trama principal (que, de nuevo tranquilos, no desvelaré) y que implica a personajes que, en la más pura tradición del cine negro, tienen mucho que ocultar, ya sea el alcalde Huxley, el constructor Black o la criminal conocida como Li'l Big Lil (juego de palabras traducible como Pequeña Gran Lil). En medio de ellos, Motter introduce a toda una serie de secundarios que enriquecen la historia con matices que van desde la comedia, con ese botones humano que intenta cubrir el trabajo de unos robots estropeados o la pareja de franceses (que bien podrían ser los hermanos Hernández y Fernández de Tintín) con sus constantes y geniales confusiones habladas, hasta el amor, en la forma de esas dos viejas estrellas que se reencuentran, pasando por traiciones, robos, persecuciones, asesinatos y viejas deudas que quedaron sin pagar.

Finalizada la lectura y comenzada esa fase en la que uno reflexiona de forma más o menos intensa sobre lo que acaba de terminar, queda claro que Terminal City es más de lo que aparenta ser a simple vista. La engañosa limpieza y luminosidad del dibujo de Lark (que nada tiene que ver con lo que le hemos podido ver al artista en su reciente incursión para el Daredevil de Brubaker) no es capaz de ocultar la suciedad que se mueve en el fondo de la ciudad, entendida ésta más que nunca como un hojaldre de múltiples capas en las que el hallazgo de una nueva no hace más que revelar la existencia de otras muchas. Motter por su parte no oculta alguna de sus deudas e influencias ya sean estas expuestas de forma directa, siendo la más evidente de ellas los nombres de los alcaldes, Orwell y Huxley (llamando a la feria por éste promovida "El Mundo Feliz" en clara referencia a la obra cumbre del escritor británico), o indirecta a través de los numerosos apuntes hacia una época, la de los años dorados de Hollywood, con los que el escritor plaga un relato que si no consigue llegar a más es debido a una extraña voluntad por su parte de no echar el resto en el citado tramo final, una fallida traca que no colma las expectativas de un cómic que, sin duda alguna, iba camino de ser mucho más.

Sergio Benítez (236)

3 comentarios:

. . dijo...

Supongo que por el número de páginas contiene tanto la serie inicial como la secuela de Grafitti aéreo.

Hace muy muchos años, cuando Vertigo la sacó un servidor se compro ambas series en grapa. Ahora las tengo en una nebulosa que no logro discernir del todo.

Claro, que también puede ser porque éstos dos últimos días que he estado desaparecido ha sido porque estoy dándole una manita de pintura al hogar, y los vapores de la pintura me afecten...

Saludos desde Titán...lux!

Marione dijo...

Pues este Terminal City, una vez saque mis tebeyos de las cajas, será una de las relecturas programadas. A mi me dejó una impresión mas grata que a ti.

El rollete retro-futurista-negroide me gusto a rabiar. Y los dibujos de Lark...

Pues por lo que el amigo Sergio me contó, parece que no incluye la posterior miniserie del Grafitti. Si es así, cagada a favor de Planeta. Otra más.

Y appañero Nacho, como te entiendo, a mi me tocó pintar el mes pasado y aun veo dragones rojos volando por mi habitación.

Saludazos

sebelo2 dijo...

Hasta donde yo se sólo viene la primera serie encumbrando una nueva metedura de pata de la editorial.
En fin, como si no estuviéramos acostumbrados.
Saludetes,
Sergio