Dibujo: Mark Buckingham
Editorial: DC
Formato: TPB. 240 Páginas
Precio: $17.99
Calificación: 9/10
Permítanme comenzar con una pequeña historieta personal: cuando comencé a coleccionar cómics en firme, el material que durante dos o tres años nutrió mis por aquel entonces exiguas estanterías fue, en su inmensa mayoría, grapa. ¿Por qué?, pues muy sencillo, Algeciras no contaba en aquellos tiempos con tienda de cómics (una carencia que Inma y su Amuleto vinieron a suplir con el tiempo) y lo máximo a lo que uno podía aspirar era a lo que llegaba a esta o aquella papelería cercana a su casa. Aún así, el nivel de compras no era bajo, y por mis manos pasaron infinidad de series en comic-book y, de cuando en cuando, algún que otro de los tomos editados por Zinco o Forum que, no se sabe muy bien por obra de que hados, llegaban a mi ciudad. Todo ello cambió por un doble motivo cuando emigré a Sevilla: primero, el descubrimiento de las tiendas de cómics (la recordada Elektra, Nostromo, Arte 9, la fenecida Rumbo Sur) y del Previews; el segundo, y más importante, internet. A través de la red, y con el auxilio de Milehigh (una tienda imprescindible aún hoy) pude ir completando los muchos huecos que faltaban en mi tebeoteca con ingentes cantidades de grapas venidas del otro lado del océano. Pero, ay, llegó un momento que eran tantas las colecciones que seguía, y tan poco el tiempo para leer (la puñetera carrera se encargó de ello a base de bien) que se me acumulaban las lecturas atrasadas por meses y si no era así, llevar tantas colecciones para adelante comenzaba a mermar seriamente en mi capacidad retentiva, hasta el punto de que casi no era capaz de recordar de un mes para el siguiente que pasaba en tal o cual título. Y entonces llegaron los tomos recopilatorios. "Mi salvación", pensé. Y sí, lo fueron, al menos durante unos años en los que si quería, podía leer doce meses de cualquier serie del tirón siendo un poco paciente. Y aquí es donde arranca la verdadera recomicdación de Fables...
Y diréis, ¿que tiene que ver toda esta historieta con la serie de Willingham y Buckingham?. Muy sencillo, desde hace año y medio más o menos, son tantas las lecturas que se me han acumulado (y ya no son grapas, sino tomos de grosor variable) que cuando me he querido dar cuenta, llevaba más de doce meses sin hincarle el diente a la genial colección de los personajes de cuentos, con todo lo que ello implica: mi memoria, que ya no es lo que era por tanta saturación de información (y no sólo de cómics, sino también de cine, bandas sonoras y, por supuesto, mi profesión), no es capaz de acordarse de los detalles de un título al que hace más de trescientos sesenta y cinco días que ni miraba, cuanto más si se trata de una colección cuya continuidad es fundamental para su buen entendimiento y disfrute. Es por ello que cuando saqué este tomo diez de la balda que tengo destinada a pendientes, lo hice no sin cierto temor a que no fuera a acordarme de nada. Y así fue, al menos durante las primeras diez páginas.
Perdido inicialmente entre las muchas referencias que se hacían a lo sucedido en los números (o tomos) anteriores de la serie, gracias a que Willingham pronto se centra en establecer los dos frentes iniciales sobre los que moverá la totalidad del volumen, podemos disfrutar de una de las sagas más compactas de cuantas haya escrito el guionista desde que comenzara su serie hace ya casi siete años. Haciendo gala de una salud envidiable, Fables encara con The Good Prince un arco argumental soberbio, en el que el guionista coge a uno de los personajes más queridos (al menos por el que esto suscribe) del inmenso universo de cuento por él imaginado y le da un giro de ciento ochenta grados, transformando a Flycatcher de encargado de la limpieza en el edificio que rige los destinos de Fabletown en monarca de un nuevo reino en el corazón de las tierras controladas por el temido Adversario.
Usando para ello la misma calidad de imaginación que ha venido demostrando hasta la fecha, Willingham añade a la ya rica iconografía de Fables un nuevo personaje y, por ende, nuevas leyendas con las que jugar, las Artúricas, trayendo para la ocasión a Lanzarote como principal acicate para lograr que Fly se transforme en rey. Lo que sigue es el recuento de las hazañas del soberano de Haven en su lucha continua contra las fuerzas del Adversario, logrando el guionista cotas de excelencia a la hora de narrar las nobles peripecias del que hasta hace poco en la serie había sido un simplón secundario.
Decía antes que Willingham abre dos frentes bien diferenciados centrándose el segundo de ellos en avanzar lo que ocupará sin duda buena parte del futuro inmediato de la serie: la inminente guerra entre Fabletown y las fuerzas del Adversario. Descubierto el plan del enemigo gracias a Frau Totenkinder (la bruja de Hansel y Gretel), las pequeñas píldoras de información que el hábil escritor va soltando a lo largo de la lectura van dibujando lo que se adivina como una saga apasionante de la que habrá que estar muy pendiente.
En el apartado gráfico, Mark Buckingham cumple como ha hecho hasta ahora a lo largo de la gran mayoría de los sesenta y nueve números de la serie. Habiéndose distanciado notablemente de sus obvias similitudes iniciales con Chris Bachalo (dibujante que últimamente ha oscurecido su narrativa de forma ostensible) no es que el trazo de Buckingham haya evolucionado mucho desde los inicios de Fables, pero es innegable que su personal estilo ha sido el que se ha convertido a la serie en lo que es, con esos enmarcados de página tan característicos y la correcta diferenciación de personajes que consigue con pocos elementos.
Lo dicho, Fables (y no sólo este tomo sino la serie en general) es uno de los mejores tebeos regulares editados hoy en Estados Unidos que nada tienen que ver con los superhéroes. Retomando el comentario con el que iniciaba la recomicdación, si algo tengo claro es que no voy a volver a esperar más de un año para leer el volumen 11 (titulado War and Pieces). De hecho, cuando escribo estas líneas, el recopilatorio viene de camino desde el otro lado del charco, así que es de esperar que en pocas semanas volvamos a incidir sobre este magno cómic. Hasta entonces, que ustedes sean felices y, si la crisis se lo permite, coman perdices.
Y diréis, ¿que tiene que ver toda esta historieta con la serie de Willingham y Buckingham?. Muy sencillo, desde hace año y medio más o menos, son tantas las lecturas que se me han acumulado (y ya no son grapas, sino tomos de grosor variable) que cuando me he querido dar cuenta, llevaba más de doce meses sin hincarle el diente a la genial colección de los personajes de cuentos, con todo lo que ello implica: mi memoria, que ya no es lo que era por tanta saturación de información (y no sólo de cómics, sino también de cine, bandas sonoras y, por supuesto, mi profesión), no es capaz de acordarse de los detalles de un título al que hace más de trescientos sesenta y cinco días que ni miraba, cuanto más si se trata de una colección cuya continuidad es fundamental para su buen entendimiento y disfrute. Es por ello que cuando saqué este tomo diez de la balda que tengo destinada a pendientes, lo hice no sin cierto temor a que no fuera a acordarme de nada. Y así fue, al menos durante las primeras diez páginas.
Perdido inicialmente entre las muchas referencias que se hacían a lo sucedido en los números (o tomos) anteriores de la serie, gracias a que Willingham pronto se centra en establecer los dos frentes iniciales sobre los que moverá la totalidad del volumen, podemos disfrutar de una de las sagas más compactas de cuantas haya escrito el guionista desde que comenzara su serie hace ya casi siete años. Haciendo gala de una salud envidiable, Fables encara con The Good Prince un arco argumental soberbio, en el que el guionista coge a uno de los personajes más queridos (al menos por el que esto suscribe) del inmenso universo de cuento por él imaginado y le da un giro de ciento ochenta grados, transformando a Flycatcher de encargado de la limpieza en el edificio que rige los destinos de Fabletown en monarca de un nuevo reino en el corazón de las tierras controladas por el temido Adversario.
Usando para ello la misma calidad de imaginación que ha venido demostrando hasta la fecha, Willingham añade a la ya rica iconografía de Fables un nuevo personaje y, por ende, nuevas leyendas con las que jugar, las Artúricas, trayendo para la ocasión a Lanzarote como principal acicate para lograr que Fly se transforme en rey. Lo que sigue es el recuento de las hazañas del soberano de Haven en su lucha continua contra las fuerzas del Adversario, logrando el guionista cotas de excelencia a la hora de narrar las nobles peripecias del que hasta hace poco en la serie había sido un simplón secundario.
Decía antes que Willingham abre dos frentes bien diferenciados centrándose el segundo de ellos en avanzar lo que ocupará sin duda buena parte del futuro inmediato de la serie: la inminente guerra entre Fabletown y las fuerzas del Adversario. Descubierto el plan del enemigo gracias a Frau Totenkinder (la bruja de Hansel y Gretel), las pequeñas píldoras de información que el hábil escritor va soltando a lo largo de la lectura van dibujando lo que se adivina como una saga apasionante de la que habrá que estar muy pendiente.
En el apartado gráfico, Mark Buckingham cumple como ha hecho hasta ahora a lo largo de la gran mayoría de los sesenta y nueve números de la serie. Habiéndose distanciado notablemente de sus obvias similitudes iniciales con Chris Bachalo (dibujante que últimamente ha oscurecido su narrativa de forma ostensible) no es que el trazo de Buckingham haya evolucionado mucho desde los inicios de Fables, pero es innegable que su personal estilo ha sido el que se ha convertido a la serie en lo que es, con esos enmarcados de página tan característicos y la correcta diferenciación de personajes que consigue con pocos elementos.
Lo dicho, Fables (y no sólo este tomo sino la serie en general) es uno de los mejores tebeos regulares editados hoy en Estados Unidos que nada tienen que ver con los superhéroes. Retomando el comentario con el que iniciaba la recomicdación, si algo tengo claro es que no voy a volver a esperar más de un año para leer el volumen 11 (titulado War and Pieces). De hecho, cuando escribo estas líneas, el recopilatorio viene de camino desde el otro lado del charco, así que es de esperar que en pocas semanas volvamos a incidir sobre este magno cómic. Hasta entonces, que ustedes sean felices y, si la crisis se lo permite, coman perdices.
Sergio Benítez (141)
4 comentarios:
Fiel a mi promesa, por aquí aparezco.
Es curioso, a mí siempre me había parecido que era Bachalo el que había "clonado" a Buckingham (me suena haber leido cosas del segundo anteriores al primero), y luego Bachalo empezó a desarrollar su propio estilo.
Algo parecido a Sienkewicz con Neal Adams, por poner un ejemplo.
Saludos!
Pues a mi con estos dos me pasó justo al revés. Cuando los "conocí" Buckingham estaba entintando a Bachalo, y no fue hasta mucho tiempo después que vi un trabajo suyo en solitario, por lo que interpreté que era él quien bebía del dibujante de Steampunk (por cierto, serie complicada de entender donde las haya).
Y ya quisiera Sienkewicz estar a la altura de Adams, pardiez ;).
Saludetes Nacho,
Sergio
No siendo comprador habitual del comic mainstream americano (ahí solo pico algo en plan nostálgico), me quedé sorprendido con el primer tomo de Fábulas que compré en la edición de PdA: La marcha de los soldados de madera. ¡Realmente bueno! Y enganchado me quedé. Buenos guiones, con un nivel medio más que aceptable y un dibujo que le cuadra a la perfección.
Esa serie no sería la misma con otro dibujante. Buckingham, cuyo trabajo vi en "Viñetas desde o Atlántico", hace un trabajo excelente. Y puedo estar equivocado pero algo en su trazo me recuerda a Kirby, al menos en las planchas en b/n que he visto.
Buena recomendación, Sergio.
Pues si te gusta, agárrate con lo que se avecina en el volumen 11 (que ya he podido leer). Fables es grande y si sigue así va a terminar siéndolo aún más.
Saludetes,
Sergio
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