Dibujo: Moebius
Editorial: Norma
Formato: Álbum Cartoné. 312 Páginas
Precio: 35€
Calificación: 7.5/10
Se publicaban las novedades de Norma para el mes de Noviembre y entre ellas aparecía el integral de Antes del Incal por el "módico" precio de treinta y cinco euros. Tal desembolso de dinero en un mes en el que Planeta iba a dejar mis arcas bastante vacías (al final no ha sido así, pero es lo que tiene escribir las reseñas algunas semanas antes) requería alguna seguridad, no podía tirarme a la piscina ni derrochar tal cantidad de fondos sin antes leer el otro integral editado por Norma con la primera serie, un tomo cuya lectura había ido dejando aparcada desde hacía unos meses y a la cual ahora debía darle prioridad. Presto a leerme las cerca de trescientas páginas de la que consta la historia; avisado por Mario de que hacia el final el tebeo viraba hacia tintes paranoicos difíciles de digerir; y aparcando momentáneamente el primer volumen de los archivos de esa pequeña gran maravilla que es True Story Swear to God, comenzaba la lectura de El Incal.
Por más que el paso del tiempo vaya dejando en el disco duro de los recuerdos imágenes borrosas de todas aquellas lecturas que han pasado por nuestras manos, siempre hay algunas a las que recuerdas con especial intensidad, aunque sólo las hayas leído una vez. Algo así me sucede con La Casta de los Metabarones, la impresionante saga escrita por Jodorowski y dibujada excepcionalmente por Juan Giménez. Los nueve volúmenes que conforman el opus magnae de Jodorowski quedaron grabados a fuego en su momento, dejando un recuerdo imborrable al que el dibujo de Giménez no es nada ajeno. Fresco pues el particular universo y el más aún particular vocabulario con el que Jodorowski trufa la historia de los Castaka, y sabiendo de antemano que El Metabarón era uno de los protagonistas principales de este Incal, abordaba la lectura con cierta ilusión por reencontrarme con el personaje.
El resultado me ha dejado, como poco, anonadado. Y así de sopetón no sabría discernir si el mayor porcentaje de tal sensación es responsabilidad del multirreferencial (y en muchos momentos obtuso) guión del chileno, o de la titánica y asombrosa labor del francés. Aunque, ahora que me paro a pensarlo, se hace bastante evidente que el que se lleva la palma de los dos es Moebius...y de calle.
Al margen de algún ojo furtivo a Blueberry o Arzak y con el único respaldo completo de su particular visión del Silver Surfer (en esa recordada historia de la que después tanto ha renegado) El Incal supone mi primer acercamiento serio a la obra de Jean Giraud; y no puedo hacer más que descubrirme ante el excepcional talento del septuagenario artista. Con una composición de página y un diseño de personajes, ambientes y artefactos que quita el hipo, y una narrativa clara y precisa, lo que Moebius ofrece en El Incal es un auténtico placer para la vista. Y que me perdonen los puristas, pero el nuevo coloreado infográfico que acompaña a esta edición integral es muy superior a la limitada paleta con la que aparecieron las ediciones originales de los seis álbumes (y lo dice alguien que siempre defiende la versión original antes que cualquier retoque) suponiendo un punto más a favor en la valoración de la parte visual del volumen.
Resulta curioso que la lectura de este Incal haya sido casi concurrente con la del Promethea de Moore. Curioso porque leyendo una y otra son evidentes las concomitancias de base a partir de las que Jodorowski y el enfant terrible inglés han trabajado. Y curioso sobre todo porque creo que la intensa experiencia que supuso Promethea ha servido de colchón a la hora de saber interpretar ciertos signos bastante evidentes dentro de El Incal. El primero de ellos es la clara referencia que es John Di Fool a la carta del Tarot del Loco. Más allá de las obvias similitudes en el nombre (una de las acepciones de Fool en inglés es loco) la personalidad de JDF tal y como la describe y la hace evolucionar su creador a lo largo de la narración, es fiel reflejo del carácter cambiante que se le atribuye a la citada carta.
Y si esto es evidente, más lo es la traslación que se puede hacer del viaje de Di Fool a los diferentes estadios que Carl Jung definía en su Psicología y Alquimia (y por extensión en su vasta obra). La inmersión en la materia prima, la integración de los arquetipos masculino y femenino, la consecución del cuerpo en forma de diamante o la comunión del yo consciente con el yo total (o Dios) son sólo alguna de las claras referencias que Jodorowski va incluyendo para construir una historia a ratos apasionante a ratos difusa y a ratos exasperante que, lamentablemente, el autor cierra de una forma un tanto precipitada.
Echando mano del manido recurso de "todo ha sido un sueño, es hora de despertar" el polifacético artista chileno (que también es director de cine, actor, poeta, filósofo y psicomago, entre otras muchas cosas) casi arruina una función que se salva, por los pelos, en la última página. A través de ella el final de El Incal adquiere cierto sentido; no el necesario para deshacernos de esa molesta sensación de "¿nos habrán tomado el pelo?" que queda después de tanta tecno-jerga y tanta verborrea incontenida; pero si el suficiente como para justificar los cuarenta y siete euros que invertiré en la compra de Después del Incal y el integral de Antes del Incal. Lo se, no tengo remedio.
Por más que el paso del tiempo vaya dejando en el disco duro de los recuerdos imágenes borrosas de todas aquellas lecturas que han pasado por nuestras manos, siempre hay algunas a las que recuerdas con especial intensidad, aunque sólo las hayas leído una vez. Algo así me sucede con La Casta de los Metabarones, la impresionante saga escrita por Jodorowski y dibujada excepcionalmente por Juan Giménez. Los nueve volúmenes que conforman el opus magnae de Jodorowski quedaron grabados a fuego en su momento, dejando un recuerdo imborrable al que el dibujo de Giménez no es nada ajeno. Fresco pues el particular universo y el más aún particular vocabulario con el que Jodorowski trufa la historia de los Castaka, y sabiendo de antemano que El Metabarón era uno de los protagonistas principales de este Incal, abordaba la lectura con cierta ilusión por reencontrarme con el personaje.
El resultado me ha dejado, como poco, anonadado. Y así de sopetón no sabría discernir si el mayor porcentaje de tal sensación es responsabilidad del multirreferencial (y en muchos momentos obtuso) guión del chileno, o de la titánica y asombrosa labor del francés. Aunque, ahora que me paro a pensarlo, se hace bastante evidente que el que se lleva la palma de los dos es Moebius...y de calle.
Al margen de algún ojo furtivo a Blueberry o Arzak y con el único respaldo completo de su particular visión del Silver Surfer (en esa recordada historia de la que después tanto ha renegado) El Incal supone mi primer acercamiento serio a la obra de Jean Giraud; y no puedo hacer más que descubrirme ante el excepcional talento del septuagenario artista. Con una composición de página y un diseño de personajes, ambientes y artefactos que quita el hipo, y una narrativa clara y precisa, lo que Moebius ofrece en El Incal es un auténtico placer para la vista. Y que me perdonen los puristas, pero el nuevo coloreado infográfico que acompaña a esta edición integral es muy superior a la limitada paleta con la que aparecieron las ediciones originales de los seis álbumes (y lo dice alguien que siempre defiende la versión original antes que cualquier retoque) suponiendo un punto más a favor en la valoración de la parte visual del volumen.
Resulta curioso que la lectura de este Incal haya sido casi concurrente con la del Promethea de Moore. Curioso porque leyendo una y otra son evidentes las concomitancias de base a partir de las que Jodorowski y el enfant terrible inglés han trabajado. Y curioso sobre todo porque creo que la intensa experiencia que supuso Promethea ha servido de colchón a la hora de saber interpretar ciertos signos bastante evidentes dentro de El Incal. El primero de ellos es la clara referencia que es John Di Fool a la carta del Tarot del Loco. Más allá de las obvias similitudes en el nombre (una de las acepciones de Fool en inglés es loco) la personalidad de JDF tal y como la describe y la hace evolucionar su creador a lo largo de la narración, es fiel reflejo del carácter cambiante que se le atribuye a la citada carta.
Y si esto es evidente, más lo es la traslación que se puede hacer del viaje de Di Fool a los diferentes estadios que Carl Jung definía en su Psicología y Alquimia (y por extensión en su vasta obra). La inmersión en la materia prima, la integración de los arquetipos masculino y femenino, la consecución del cuerpo en forma de diamante o la comunión del yo consciente con el yo total (o Dios) son sólo alguna de las claras referencias que Jodorowski va incluyendo para construir una historia a ratos apasionante a ratos difusa y a ratos exasperante que, lamentablemente, el autor cierra de una forma un tanto precipitada.
Echando mano del manido recurso de "todo ha sido un sueño, es hora de despertar" el polifacético artista chileno (que también es director de cine, actor, poeta, filósofo y psicomago, entre otras muchas cosas) casi arruina una función que se salva, por los pelos, en la última página. A través de ella el final de El Incal adquiere cierto sentido; no el necesario para deshacernos de esa molesta sensación de "¿nos habrán tomado el pelo?" que queda después de tanta tecno-jerga y tanta verborrea incontenida; pero si el suficiente como para justificar los cuarenta y siete euros que invertiré en la compra de Después del Incal y el integral de Antes del Incal. Lo se, no tengo remedio.
Sergio Benítez (53)
15 comentarios:
Con todo respeto por el Señor Benitez, y que conste que soy argentino y me encantaria que Jodorowsky fuese un compatriota, quisiera aclarar que el autor del Incal es chileno.
Ostras!!!!!!
A corregir toca.
Gracias por el toque de atención, Marc.
Desliz más tonto, coñe.
Saludetes y bienvenido,
Sergio
Pese a lo paranoicamente excesivo y a la paja mental barroca del chileno, tengo que comentar que bastantes años despues sin releerlo, tengo muchos pasajes en la cabeza, muchos personajes y gran parte de la loca trama.
Eso es la grandeza de un comic para mí. ( más se debe al genio de Moebius que al del chileno).
Solo recordar esa viñeta inicial del supuesto suicidio de Jonh Difool.......que delicia!!
El Incal lo leeré una vez que un amigo al que se lo regalaron lo termine y me lo deje a mí (volvemos a las antiguas épocas de compartir un cómic entre mucha gente).
Pero Sergio, eso de que sólo hayas puesto un ojo por encima a Blueberry está muy mal, es un cómic prodigioso, incluso aunque no te guste el western, si te gusta la aventura, sea ésta como sea, te gustará.
Otra serie aventurera que, junto con Blueberry, me estoy haciendo la colección poco a poco es Largo Winch, original y entretenida a más no poder.
Saludos.
A ver:
Caracrater. Si cuando pasen unos años seguimos por aquí (que espero que sí, nuestra intención es durar mucho por estos lares) ya te contaré si me pasa lo mismo.
David. Lo se, no tengo perdón, prometo enmendarme y hacerme con Blueberry en cuanto reflotemos la economía ;).
Saludetes y gracias a los dos por vuestros comentarios.
Sergio
A mi El Incal me gusto, y eso que en un principio solo lo leí por Moebius, no soy muy fan del Jodo desde que vi El Topo, y otra que no quiero recordar, pero E.I me engancho, y el final me encanto, no lo que tu comentas de si es un sueño, si no lo que Jodo dice de la(s) religion(es) en el ultimo album, con lo del color no estoy de acuerdo, el color original (aunque chillon) quedaba bien con el dibujo y separaba plano mejor, sin tapar el dibujo, eso de repintar cómics es como lo que les dio por hacer con pelis en blanco y negro.
Yo me compre un album de Blueberry por tener alguno, (El hombre que valia 500.000$)me lo leí, y me acabe comprando toda la cole,¡SIN GUSTARME EL WESTERN!!
estoooo...no quiero ser tocapelotas, pero ¿Juan Giménez no era argentino?...de Mendoza?
Felicidades al autor del blog, le sigo desde hace tiempo y la verdad no recuerdo como lo encontre, pero es lo mismo.
No quiero que piense que esto es spam, pero el comentario sobre el final del libro es casi un calco al que se hizo hace años en la web:
http://www.ciencia-ficcion.com/bienvenida.html
y que en ambos casos es lo único que no comparto, el final de Incal siempre produce una reduccion de la nota final en todas las críticas que he encontrado y hoy por hoy ya no lo veo ni como un "no saber terminar" o una "tomadura de pelo".
Hacía tiempo que buscaba un sentido a ese final y lo encontré a traves de un conocido mio que sigue las enseñanzas de los chamanes toltecas, especialmente las de ese sabio y santo para algunos y majadero para otros Carlos Castaneda. Castaneda y Jodo coincidieron en alguna situación sin tener buena opinión el uno del otro ambos recibieron con gusto lo que pudieron aprender entre ellos.
Asi que, decidido, le pasé el comic del Incal a esta persona, con diversas conclusiones en torno a la naturaleza chamanica de las últimas páginas.
¡¡¡SPOILERS POR UN TUBO...CUIDADO!!!
El chamán es una persona preparada durante toda su vida a que, llegado el momento de su muerte es capaz de mantener su identidad personal y no fundirse en la eternidad como es el caso de JDF que al contrario que sus compañeros niega ese camino en favor de su propio ego.
No solo de este movimiento es el concepto de que luz y oscuridad, bien y mal tienen el mismo origen, aqui el demiurgo con quien se encuentra JDF (que no Dios, nada mas lejos, el chamanismo niega una inmovilidad suprema de esta categoria)le revela esta máxima alegando que la tiniebla tiene su origen en corazón de la gente (mas cercano a un pensamiento judeocristiano).
La misteriosa frase que suelta el propio demiurgo tras revelar a JDF que es el eterno observador "Aprende a recordar" y la petición de este sobre que o como hay que recordar gira en torno a una práctica llamada "recapitulación" que consiste en canalizar la energia tanto positiva como negativa de los recuerdos vividos en el dia de hoy y tiempo atras.
Por lo tanto, dentro de ese marco fantástico podemos decir que JDF no es mas que un chamán en potencia que recorre el camino del conocimiento hasta...
...bueno, el Incal no ha terminado, puede que JDF alcanze el rango de maestro de chamanes (que por lo visto se llaman naguales)o que se yo, la guerra entre bios y maquinas sigue, o mejor dicho ha empezado de nuevo de manos de otro dibujante.
Poco mas puedo decir, esa es la respuesta, no me interesé mas en el movimiento chamanico pero con google podeis comprobar que esos conceptos son reales para sus seguidores.
Un saludo. JOSELE
Joselemitele1@hotmail.com
Largo Winch, como casi todo lo de Van Hamme(XII,Maestros cerveceros, etc), es genero aventurero trepidante y entretenido, en otras palabras, que no lo sueltas hasta que acabas el comics.
Y Blueberry y Jean Giraud son los culpables que yo este metido en esto de las viñetas desde la màs tierna infancia.
Y como no vamos a estar, Sergio, dentro de unos años por estos lares!! Se te ocurre algo mejor que los comics? ;)
Joderrrr, estoy muy mal, como siga cambiando nacionalidades lo siguiente va a ser decir que Carlos Pacheco es coreano...a corregir toca...de nuevo :(.
Gracias por el soplo jevi.
Saludetes
Sergio
Muchas gracias por tu extenso e interesantísimo comentario Josele. Arroja una luz diferente sobre un final abierto a muchas interpretaciones.
Saludetes y bienvenido,
Sergio
En respuesta a tu pregunta caracrater:
¡Pues va a ser que NO!. Nos queda cuerda para mucho, pero mucho rato.
Saludetes
Sergio
Me permito una meta-correccion: Juan Gimenez es Argentino, de Mendoza, pero desde hace muchos años adquirió (Hasta donde yo sé) la ciudadanía española.
Saludos.
Arghhhhh, me voy a volver loco ;).
Ya se queda así, pero muchas gracias por la meta-corrección Marc. Da gusto poder aprender detallitos como este.
Muchas gracias de nuevo.
Saludetes
Sergio
Puedes quedarte tranquilo, hasta ayer, Moebius seguia siendo francés... jajaja!
Jajaja, muy bueno Marc.
Esperemos que esta reseña no sea un continuo work in progress, aunque con la edad que tiene ya Giraud, no creo que se haga ahora neozelandés, ¿no?.
Saludetes
Sergio
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