Dibujo: Mike Ploog
Editorial: Boom! Comics
Formato: Libro Cartoné. 144 Páginas
Precio: $29.99
Calificación: 6.5/10
De entre la ingente cantidad de títulos que vieron su fin con el abrupto cierre de la editorial Crossgen, hubo sólo uno que me dolió especialmente. Sus autores, un inspirado J.M. De Matteis y un estupendo Mike Ploog. Su título, Abadazad. La mágica colección pasaba de ser una de las más celebrados dentro de Crossgen, con tan sólo tres números en la calle, a vislumbrar un futuro severamente incierto debido a la bancarrota declarada por la editorial que lo apadrinaba. Pero la rapidez de ideas de De Matteis, unida a la inesperada ayuda de Disney, salvaba del olvido a la colección para transformarla en una serie de novelas que compaginarían texto y páginas de cómic. Con ocho títulos en mente (que podrían haber llegado a una docena) De Matteis declaraba el pasado septiembre de 2007 que la serie de novelas cerraba en su tercer ejemplar y que, además, este último no sería publicado en Estados Unidos (viendo la luz sólo en Reino Unido).
Con este panorama es de agradecer que De Matteis haya conseguido que otras editoriales se interesen por un material del que Abadazad era carta de presentación; siendo a través de la pequeña Boom! Comics que el guionista puede ver finalizada la errática trayectoria editorial de este Stardust Kid. Inicialmente editada por Image en sus tres primeros ejemplares, la serie concluirá sus números cuatro y cinco en la citada Boom! transcurridos dos años desde la aparición del número uno. Pocas explicaciones pueden encontrarse más allá de las acostumbradas desavenencias creativas.
El caso es que, finalmente recopilado en un lujoso tomo de tapa dura, ya podemos disfrutar del trabajo de De Matteis y Ploog para Stardust Kid en toda su plenitud. Usando la magia de base, de forma similar a lo que el guionista desarrolla en Abadazad, Stardust Kid versa sobre un grupo de niños que ven como su mundo es trastocado de la noche a la mañana por un ente malvado ávido de poder. Aunque la estructura de la historia es bastante típica, De Matteis consigue enganchar al lector por mor de un narrador en off que, con inusitado desparpajo, habla directamente a los lectores, rompiendo de esa manera la cuarta dimensión (muy en la línea a como lo hiciera Byrne con Hulka) e implicándonos casi directamente en lo que va aconteciendo. Ello ayuda enormemente a que los lectores de mayor edad obvien el marcado carácter infantil de la serie, por más que De Matteis se luzca en taparlo con ciertos apuntes que sólo un adulto será capaz de captar.
Espectacular a primera vista, el dibujo de Ploog, aun deudor de las tempranas influencias que Eisner y su paso por los estudios Hanna-Barbera ejercieron en su estilo, sigue mostrándose incapaz de conseguir una cierta coherencia entre la pobre caracterización de sus personajes humanos, y el ingenio sin límites con el que define a los fantásticos: el dibujante no consigue que las expresiones y proporciones faciales de los cuatro protagonistas resulten naturales (lo mismo que le pasaba en Abadazad o en ese irregular fill-in que hizo hace poco para la nueva serie de Spirit). Este defecto, más notable en unas páginas que en otras, queda apagado en cuanto Ploog abandona toda necesidad de mostrar personajes humanos y se puede centrar en la creación de seres de lo más variopinto, un campo en el que sólo le supera el gran Berni Wrightson.
No exenta de la obvia moraleja que todo cuento debe tener (por muy malos que seamos, siempre podremos enmendarnos con la bondad que hay en todo corazón), el carácter aleccionador que De Matteis imprime en Stardust Kid no resulta ni tan molesto ni tan evidente como hubiera sido esperable. Con todo, una lectura entretenida de esas que algún día serán leídas a nuestros hijos antes de acostarlos.
Con este panorama es de agradecer que De Matteis haya conseguido que otras editoriales se interesen por un material del que Abadazad era carta de presentación; siendo a través de la pequeña Boom! Comics que el guionista puede ver finalizada la errática trayectoria editorial de este Stardust Kid. Inicialmente editada por Image en sus tres primeros ejemplares, la serie concluirá sus números cuatro y cinco en la citada Boom! transcurridos dos años desde la aparición del número uno. Pocas explicaciones pueden encontrarse más allá de las acostumbradas desavenencias creativas.
El caso es que, finalmente recopilado en un lujoso tomo de tapa dura, ya podemos disfrutar del trabajo de De Matteis y Ploog para Stardust Kid en toda su plenitud. Usando la magia de base, de forma similar a lo que el guionista desarrolla en Abadazad, Stardust Kid versa sobre un grupo de niños que ven como su mundo es trastocado de la noche a la mañana por un ente malvado ávido de poder. Aunque la estructura de la historia es bastante típica, De Matteis consigue enganchar al lector por mor de un narrador en off que, con inusitado desparpajo, habla directamente a los lectores, rompiendo de esa manera la cuarta dimensión (muy en la línea a como lo hiciera Byrne con Hulka) e implicándonos casi directamente en lo que va aconteciendo. Ello ayuda enormemente a que los lectores de mayor edad obvien el marcado carácter infantil de la serie, por más que De Matteis se luzca en taparlo con ciertos apuntes que sólo un adulto será capaz de captar.
Espectacular a primera vista, el dibujo de Ploog, aun deudor de las tempranas influencias que Eisner y su paso por los estudios Hanna-Barbera ejercieron en su estilo, sigue mostrándose incapaz de conseguir una cierta coherencia entre la pobre caracterización de sus personajes humanos, y el ingenio sin límites con el que define a los fantásticos: el dibujante no consigue que las expresiones y proporciones faciales de los cuatro protagonistas resulten naturales (lo mismo que le pasaba en Abadazad o en ese irregular fill-in que hizo hace poco para la nueva serie de Spirit). Este defecto, más notable en unas páginas que en otras, queda apagado en cuanto Ploog abandona toda necesidad de mostrar personajes humanos y se puede centrar en la creación de seres de lo más variopinto, un campo en el que sólo le supera el gran Berni Wrightson.
No exenta de la obvia moraleja que todo cuento debe tener (por muy malos que seamos, siempre podremos enmendarnos con la bondad que hay en todo corazón), el carácter aleccionador que De Matteis imprime en Stardust Kid no resulta ni tan molesto ni tan evidente como hubiera sido esperable. Con todo, una lectura entretenida de esas que algún día serán leídas a nuestros hijos antes de acostarlos.
Sergio Benítez (51)
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