Editorial: Glénat
Formato: Libro Rústica. 620 Páginas
Precio: 20€
Calificación: 6.5/10
Sumergiéndose mínimamente en sus páginas, uno se da cuenta de forma casi instantánea de la complicada apuesta narrativa por la que opta su autor, el nipón Matsumoto Taiyou: casar, en la medida de lo posible, las estructuras del manga, y su sentido de la narración y violencia, con las fórmulas del cómic europeo. Tal aventura, que hasta donde yo recuerdo sólo le salió bien a Otomo en su magistral Akira, juega en contra y a favor de una historia compleja y nada complaciente que necesita de una lectura pausada para descubrir (o al menos arañar) la superficie de un discurso complicado.
En el mismo, Taiyou va contraponiendo diferentes acciones paralelas (la de Shiro y Kuro; la de los policías que los buscan; la de los yakuza que quieren hacerse con el control del barrio) en unas páginas cuya narrativa visual se antoja demasiado compleja por momentos, brillante en otros. Con un trazo que recorre numerosas influencias (desde Moebius al citado Otomo) el artista carga las tintas de su dibujo en forzar los puntos de vista al máximo con escorzos imposibles y angulaciones alucinógenas, olvidándose por el camino en resultar más inteligible y menos "original".
De todas formas, la responsabilidad última de que la funcionalidad del tebeo y su aprehensión queden reducidos a destellos, recae sobre un guión que en ciertos momentos da una nueva definición a la palabra complejidad. No vamos a fijarnos en la gran cantidad de bocadillos de diálogo ajenos a los de los personajes principales que comprometen la fluidez de la lectura. Ni tampoco en lo confuso de las relaciones entre los protagonistas, sobre todo entre los yakuza. No, no vamos a centrarnos en los aspectos negativos del cómic, sino en los positivos que hacen que al final la lectura de Tekkon Kinkreet no sea una total pérdida de tiempo.
Casi todos (pero sin el casi, si me apuran) se centran en mostrar la extraña relación existente entre Shiro (un inocente e iluminado chaval que se convertirá en eje no deseado de los acontecimientos) y Kuro (cuyo salvajismo y desconexión con la realidad van en aumento al mismo tiempo que se consumen las páginas del tomo). Ambos personajes, pero ante todo el primero, sirven al autor para incidir en los dos aspectos argumentales más sólidos de la lectura. Por una parte, y como si del M de Fritz Lang se tratara, Taiyou lanza un desesperanzador mensaje a todos los padres a los que les guste dejar volar a su prole durante las tardes. Por la otra, Tekkon queda más sujeta a la subjetividad del lector, y como tal debe ser tenida en cuenta.
Al menos para el que esto suscribe queda claro que Tekkon Kinkreet sirve a su creador para mostrar de una forma inusual la eterna lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, a través primero de las pequeñas idiosincrasias de cada personaje (¿cuando Shiro coge el teléfono público está realmente hablando con alguien?, ¿dios?) y después de la claridad con la que la contraposición de ambas, sopesadas por el amor filial, suponen la ulterior salvación del barrio donde los dos críos habitan. Recomicdado sobre todo para mentes pacientes y brazos fuertes, las más de seiscientas páginas de que consta el volumen pondrán a prueba tales facultades hasta el límite.
En el mismo, Taiyou va contraponiendo diferentes acciones paralelas (la de Shiro y Kuro; la de los policías que los buscan; la de los yakuza que quieren hacerse con el control del barrio) en unas páginas cuya narrativa visual se antoja demasiado compleja por momentos, brillante en otros. Con un trazo que recorre numerosas influencias (desde Moebius al citado Otomo) el artista carga las tintas de su dibujo en forzar los puntos de vista al máximo con escorzos imposibles y angulaciones alucinógenas, olvidándose por el camino en resultar más inteligible y menos "original".
De todas formas, la responsabilidad última de que la funcionalidad del tebeo y su aprehensión queden reducidos a destellos, recae sobre un guión que en ciertos momentos da una nueva definición a la palabra complejidad. No vamos a fijarnos en la gran cantidad de bocadillos de diálogo ajenos a los de los personajes principales que comprometen la fluidez de la lectura. Ni tampoco en lo confuso de las relaciones entre los protagonistas, sobre todo entre los yakuza. No, no vamos a centrarnos en los aspectos negativos del cómic, sino en los positivos que hacen que al final la lectura de Tekkon Kinkreet no sea una total pérdida de tiempo.
Casi todos (pero sin el casi, si me apuran) se centran en mostrar la extraña relación existente entre Shiro (un inocente e iluminado chaval que se convertirá en eje no deseado de los acontecimientos) y Kuro (cuyo salvajismo y desconexión con la realidad van en aumento al mismo tiempo que se consumen las páginas del tomo). Ambos personajes, pero ante todo el primero, sirven al autor para incidir en los dos aspectos argumentales más sólidos de la lectura. Por una parte, y como si del M de Fritz Lang se tratara, Taiyou lanza un desesperanzador mensaje a todos los padres a los que les guste dejar volar a su prole durante las tardes. Por la otra, Tekkon queda más sujeta a la subjetividad del lector, y como tal debe ser tenida en cuenta.
Al menos para el que esto suscribe queda claro que Tekkon Kinkreet sirve a su creador para mostrar de una forma inusual la eterna lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, a través primero de las pequeñas idiosincrasias de cada personaje (¿cuando Shiro coge el teléfono público está realmente hablando con alguien?, ¿dios?) y después de la claridad con la que la contraposición de ambas, sopesadas por el amor filial, suponen la ulterior salvación del barrio donde los dos críos habitan. Recomicdado sobre todo para mentes pacientes y brazos fuertes, las más de seiscientas páginas de que consta el volumen pondrán a prueba tales facultades hasta el límite.
Sergio Benítez (63)
4 comentarios:
Pues tenia planeado leermelo, pero ahora se me han quitado un poco las ganas... teniendo en cuenta que no me gusta el manga y la locura que debe ser leer este... no se yooo...
Si no te gusta el manga, ni te lo plantees. Por mucho que esté occidentalizado, no deja de tener estética japonesa.
Saludetes y bienvenido,
Sergio
Pues a mi me ha parecido una pasada. Quizás como he visto el anime, lo haya disfrutado más. La extraña relación Shiro-Kuro me parece una maravilla como está narrada. Eso si para leerlo con detenimiento y disfrutar de cada viñeta y de sus mensajes (de los que cada uno hace su lectura), puede cansar a más de uno...
Las opiniones como los culos... Un saludo.
....no hay ninguno igual ;)
Di que sí, eso es lo bueno de poder compartirlas.
Saludetes,
Sergio
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