Editorial: Dibbuks
Formato: Libro Rústica. 228 Páginas
Precio: 18€
Calificación: 8.5/10
Me salté la compra de Biotopo (error que subsanaré en breve) pues salió publicado en un mes en el que ya me había hecho con lo que la economía permitía. Pero como quiera que este mes octubre la cosa ha estado bastante flojita, la estupenda edición del Nemo de Brüno no se iba a escapar.
En este mi primer contacto con el autor (del que no he tenido narices de encontrar información alguna en la red), he quedado gratamente sorprendido ante todo por el ejercicio de narrativa tan impresionante que despliega Brüno en las más de doscientas páginas del tomo (cuidado al máximo como es habitual en la editorial): con un dibujo aparentemente simple, el autor hace gala en Nemo de todo un arsenal de recursos visuales que quedan plasmados a través de una composición de página grácil, en la que la hoja de papel sirve como primer marco de un puñado de viñetas muy limitado que hace que la lectura se efectúe a una velocidad de vértigo.
Más importante aún que esta engañosa economía de recursos es la forma en la que el artista va desarrollando una historia en la que abundan los silencios tanto como lo hacen las peculiares conversaciones entre Nemo y su tripulación. Apuntando quizás a que los tripulantes del Nautilus (del que nunca se dice el nombre) son meros autómatas subyugados a la voluntad del capitán por algún extraño medio (¿quizás esas drogas?), Brüno hace que Nemo hable a sus subordinados, y que estos le contesten, con una serie de símbolos cuya interpretación es perfecta y en cuya inclusión no ha encontrado este lector escollo alguno a la fluidez de la lectura. Recordando en cierto modo al Owly de Andy Runton por cuanto este es un tebeo en el que no hay ni una línea de diálogo y todo se expresa mediante lenguaje de símbolos, Brüno logra aumentar, en aquellos momentos que es necesario, la tensión de la acción con la sola aparición de la calavera con tibias o el símbolo de la alarma nuclear.
La atemporalidad en la que se desarrolla toda la historia (que parece sacada de una de las cintas de animación de Hayao Miyazaki) no es capaz de ocultar la clara intención del autor por acercar posturas hacia la novela que le sirve como guía en el desarrollo de la narración, 20.000 Leguas de Viaje Submarino. Igual que el descrito por Verne, el Nemo de Brüno es un personaje obsesivo hasta la enfermedad, que mira por encima del hombro a una humanidad que no sería digna ni de limpiarle la suela de los zapatos. Absorbente y cautivador, Nemo es un líder nato que gana batallas antes de lucharlas, y que tiene la clara meta de fundar un continente al margen del mundo civilizado. Acompañado por los mismos personajes que la novela (el profesor Aronnax, su ayudante Consejo y el marinero Ned Land), es hacia el final del tebeo donde el autor comienza a marcar diferencias con respecto al manuscrito del visionario escritor francés.
Sin desvelar mucho, estos cambios apuntan primero a la determinación de Nemo por conseguir lo que quiere, aunque para ello tengan que rodar una o muchas cabezas; y después, en mayor medida, a cerrar de forma mucho más truculenta y desasosegante la historia, cambiando radicalmente el final abierto de la novela de Verne (que continuaba en cierto modo en La Isla Misteriosa) por uno cerrado que encaja a la perfección con cómo se ha definido al personaje y cómo se han ido desarrollando ciertos acontecimientos.
Cómic intenso de variadas y sugerentes lecturas, Nemo es recomicdación obligada en estos días previos al desembarco de las novedades del XIV Salón del Manga de Barcelona, algunas de las cuales verán la luz en los próximos días en este vuestro espacio virtual.
En este mi primer contacto con el autor (del que no he tenido narices de encontrar información alguna en la red), he quedado gratamente sorprendido ante todo por el ejercicio de narrativa tan impresionante que despliega Brüno en las más de doscientas páginas del tomo (cuidado al máximo como es habitual en la editorial): con un dibujo aparentemente simple, el autor hace gala en Nemo de todo un arsenal de recursos visuales que quedan plasmados a través de una composición de página grácil, en la que la hoja de papel sirve como primer marco de un puñado de viñetas muy limitado que hace que la lectura se efectúe a una velocidad de vértigo.
Más importante aún que esta engañosa economía de recursos es la forma en la que el artista va desarrollando una historia en la que abundan los silencios tanto como lo hacen las peculiares conversaciones entre Nemo y su tripulación. Apuntando quizás a que los tripulantes del Nautilus (del que nunca se dice el nombre) son meros autómatas subyugados a la voluntad del capitán por algún extraño medio (¿quizás esas drogas?), Brüno hace que Nemo hable a sus subordinados, y que estos le contesten, con una serie de símbolos cuya interpretación es perfecta y en cuya inclusión no ha encontrado este lector escollo alguno a la fluidez de la lectura. Recordando en cierto modo al Owly de Andy Runton por cuanto este es un tebeo en el que no hay ni una línea de diálogo y todo se expresa mediante lenguaje de símbolos, Brüno logra aumentar, en aquellos momentos que es necesario, la tensión de la acción con la sola aparición de la calavera con tibias o el símbolo de la alarma nuclear.
La atemporalidad en la que se desarrolla toda la historia (que parece sacada de una de las cintas de animación de Hayao Miyazaki) no es capaz de ocultar la clara intención del autor por acercar posturas hacia la novela que le sirve como guía en el desarrollo de la narración, 20.000 Leguas de Viaje Submarino. Igual que el descrito por Verne, el Nemo de Brüno es un personaje obsesivo hasta la enfermedad, que mira por encima del hombro a una humanidad que no sería digna ni de limpiarle la suela de los zapatos. Absorbente y cautivador, Nemo es un líder nato que gana batallas antes de lucharlas, y que tiene la clara meta de fundar un continente al margen del mundo civilizado. Acompañado por los mismos personajes que la novela (el profesor Aronnax, su ayudante Consejo y el marinero Ned Land), es hacia el final del tebeo donde el autor comienza a marcar diferencias con respecto al manuscrito del visionario escritor francés.
Sin desvelar mucho, estos cambios apuntan primero a la determinación de Nemo por conseguir lo que quiere, aunque para ello tengan que rodar una o muchas cabezas; y después, en mayor medida, a cerrar de forma mucho más truculenta y desasosegante la historia, cambiando radicalmente el final abierto de la novela de Verne (que continuaba en cierto modo en La Isla Misteriosa) por uno cerrado que encaja a la perfección con cómo se ha definido al personaje y cómo se han ido desarrollando ciertos acontecimientos.
Cómic intenso de variadas y sugerentes lecturas, Nemo es recomicdación obligada en estos días previos al desembarco de las novedades del XIV Salón del Manga de Barcelona, algunas de las cuales verán la luz en los próximos días en este vuestro espacio virtual.
Sergio Benítez (50)
3 comentarios:
Hola.
Otro gran descubrimiento, el de Bruno. Tengo Biotopo y la funky de los negros que no me consigo acordar del nombre y enterarme de la aparción de este Nemo me llena de alegría.
Que estilo tan peculiar y que buenos que son sus comics.
Biotopo ya está reservado en la tienda y en próximos días será retirado convenientemente. Espero que no me decepcione, al igual que espero que Nemo no te decepcione a tí.
Saludetes
Sergio
La familia Rufianes se siente más rastrera que cuando el Gobierno ocultó la crisis, pero se ve obligada a mendigar tu voto no por ganar el concurso, si no al menos para poder estar entre los tres finalistas y que el jurado valore su humor gráfico en vista a en un futuro poder salir en su periódico. Son así de vanidosos…
Si te gusta el blog y les votas, te darán las gracias. Si no, que ya sabemos que estas hasta lo cojon… de los spam, critícalos e insúltalos que eso les pone mucho. Y es que los trapos sucios se lavan en casa , o lo que es lo mismo, dirty clothes clean at home
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