Dibujo: J.H.Williams III
Editorial: Norma
Formato: Cartoné. 200 Páginas
Precio: 17€
Calificación: 8/10
Llegando por fin al final de la serie sorprende,por arriesgada, la primera decisión de Moore: los acontecimientos que se narran en el volumen arrancan tres años después de lo que el último número del cuarto tomo relataba. Tamaña elipsis temporal sirve al guionista para describir a una Sophie que ha renegado de su papel como Promethea a fin de evitar lo inevitable. A partir de ahí, Moore retoma con brío a un grupo de personajes, fundamentales para entender la serie, y comienza a volver hacerlos orbitar alrededor de Sophie/Promethea.
Dicho uso, que podría resultar un tanto obvio, es envuelto en novedad, utilizando Moore a todos ellos como una única voz, la de la humanidad, incapaz de asimilar la magnitud de lo que ocurre a su alrededor. Al mismo tiempo, el guionista, que cierra todo el universo de America's Best Comics con la presente saga, se permite la licencia de introducir en los números que conforman el tomo a sus creaciones más famosas para dicho universo, entre la que destaca, por su protagonismo, la familia Strong.
Una vez todas las piezas están colocadas en su sitio correspondiente, Moore comienza los movimientos finales de la partida, y lo hace como sólo a él podría ocurrírsele: lejos de mostrar un apocalipsis tenebroso y desolador, Moore interpreta el fin de los días como una nueva oportunidad de redención para la raza humana (aunque sea dentro del cómic todos sabemos a quién van dirigido los mensajes del escritor anglosajón) y vuelve a demostrar que a la hora de ser metafóricos no hay quien le gane. Y por si todo ello fuera poco, estos últimos números de la serie concretan lo que se había venido apuntando a lo largo de toda la colección: usando las páginas de Promethea como un particular púlpito, Moore rompe de forma definitiva la frontera de la cuarta dimensión y habla directamente al lector por boca de su tecno-heroina. Sin que dicho mensaje quede filtrado por ningún agente contaminante y contando con la complicidad y el acerbo del lector para sacar sus propias conclusiones acerca de lo que está leyendo, Moore establece nuevos niveles de profundidad en una colección con una miríada de capas por descubrir.
La eclosión final, en ese último número (que Norma ha tenido a bien incluir como desplegable al margen de su obligada paginación) tan experimental como efectivo, permite a guionista y dibujante cerrar una serie de la forma más atípica posible. A Williams III, que durante el transcurso del tomo sigue experimentando con las infinitas posibilidades que al parecer le da su ingenio (y que van desde imitar el dibujo de Sprouse o Nowlan, hasta la pintura o el retoque infográfico de las viñetas), en la forma de un experimento visual y de diseño que pocas veces más en su vida podrá tener. A Moore en la manera en que, tras finalizar la serie en el número treinta y uno, la cábala treinta y dos supone el espacio último desde el que verter de forma brillante el manantial de conocimientos acerca de magia, esoterismo, astrología o ciencia con el que hasta ese momento había ido trufando el devenir de la colección.
Si algo deja claro este último tomo de Promethea, es que es esta una colección cuyo carácter atípico y profusión de datos la convierten en una de esas raras lecturas que habrá que retomar conforme vayan pasando los años. Sólo así existirán ciertas garantías de que todo lo expuesto por Moore a lo largo de la serie sea, finalmente, aprehendido...repito, ciertas garantías, que no todas.
Dicho uso, que podría resultar un tanto obvio, es envuelto en novedad, utilizando Moore a todos ellos como una única voz, la de la humanidad, incapaz de asimilar la magnitud de lo que ocurre a su alrededor. Al mismo tiempo, el guionista, que cierra todo el universo de America's Best Comics con la presente saga, se permite la licencia de introducir en los números que conforman el tomo a sus creaciones más famosas para dicho universo, entre la que destaca, por su protagonismo, la familia Strong.
Una vez todas las piezas están colocadas en su sitio correspondiente, Moore comienza los movimientos finales de la partida, y lo hace como sólo a él podría ocurrírsele: lejos de mostrar un apocalipsis tenebroso y desolador, Moore interpreta el fin de los días como una nueva oportunidad de redención para la raza humana (aunque sea dentro del cómic todos sabemos a quién van dirigido los mensajes del escritor anglosajón) y vuelve a demostrar que a la hora de ser metafóricos no hay quien le gane. Y por si todo ello fuera poco, estos últimos números de la serie concretan lo que se había venido apuntando a lo largo de toda la colección: usando las páginas de Promethea como un particular púlpito, Moore rompe de forma definitiva la frontera de la cuarta dimensión y habla directamente al lector por boca de su tecno-heroina. Sin que dicho mensaje quede filtrado por ningún agente contaminante y contando con la complicidad y el acerbo del lector para sacar sus propias conclusiones acerca de lo que está leyendo, Moore establece nuevos niveles de profundidad en una colección con una miríada de capas por descubrir.
La eclosión final, en ese último número (que Norma ha tenido a bien incluir como desplegable al margen de su obligada paginación) tan experimental como efectivo, permite a guionista y dibujante cerrar una serie de la forma más atípica posible. A Williams III, que durante el transcurso del tomo sigue experimentando con las infinitas posibilidades que al parecer le da su ingenio (y que van desde imitar el dibujo de Sprouse o Nowlan, hasta la pintura o el retoque infográfico de las viñetas), en la forma de un experimento visual y de diseño que pocas veces más en su vida podrá tener. A Moore en la manera en que, tras finalizar la serie en el número treinta y uno, la cábala treinta y dos supone el espacio último desde el que verter de forma brillante el manantial de conocimientos acerca de magia, esoterismo, astrología o ciencia con el que hasta ese momento había ido trufando el devenir de la colección.
Si algo deja claro este último tomo de Promethea, es que es esta una colección cuyo carácter atípico y profusión de datos la convierten en una de esas raras lecturas que habrá que retomar conforme vayan pasando los años. Sólo así existirán ciertas garantías de que todo lo expuesto por Moore a lo largo de la serie sea, finalmente, aprehendido...repito, ciertas garantías, que no todas.
Sergio Benítez (28)
3 comentarios:
Pues ya lo terminé. Haciendo síntesis de toda la obra, la catalogaría como una experiencia visual. La tónica de la serie se ve alterada al acercarse al final, precipitando la resolución de algunas tramas (payaso), y el destino final de todos y cada uno de los personajes.
A nivel de guión, encuentro un poco forzado el tener que contar como termina un universo entero (ABC), en lugar de Promethea, pero se pasa por alto al disfrutar del resto de giros, subtramas y sospresas guardadas para el final.
Ojo, yo hablo hasta el nº 31, que pone broche de oro a la serie. El dibujo sigue siendo increible, sobre todo cuando clona a Arthur Adams, Kevin Knowlan y el resto de dibujantes de las series originales, aderezado con ese toque "hiper-realista" que va invadiendo la ciudad.
Alguna pega? Bueno, el Nº 32 es un experimento, que no añade nada a la trama, y es una suerte de dibujos y textos, a ratos inconexos, a ratos desvariantes, pero vamos, se le perdona.
En resumen, trabajazo del amigo Sergio, gran serie, recomendable al máximo, y espero con ganas Y:the last man, mi comic favorito de los últimso años, junto con 100 balas. Avisados quedáis, no quiero problemas como los de Arkham Asylum, eh?
Tranquilo, no los habrá, con Y: the Last Man sería imposible ;).
Saludetes
Sergio
¿Problemas? ¿Tú tiemes algún problema? Yo no tengo ningún problema. ¿Buscas problemas? Porque yo no busco problemas. Aquí tiene problemas el que quiere. ¿Algún problema?
A seguir bien compañero.
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