Dibujo: Seth
Editorial: Random House Mondadori
Formato: Álbum Rústica. 96 Páginas
Precio: 17.90€
Calificación: 10/10
¿Qué es la vida?. ¿Acaso no podría ser definida como el conjunto de los recuerdos que nos definen?. ¿Sería muy descabellado afirmar que es nuestro pasado, tanto el que nosotros recordamos, como el que se recuerda por nosotros, el que determina nuestro devenir diario?. Y si es así, ¿cómo contar una vida?. Desde este punto de vista es muy evidente que una autobiografía no se construye con lo que uno alcanza a rememorar de su existencia, sino que para que esta sea completa debe apoyarse en lo que las personas a las que vamos tocando a lo largo de nuestro tiempo en este mundo recuerdan. Acabado éste, todo lo que queda de nosotros es aquello que la memoria de los que compartieron algún momento (o muchos) será capaz de seguir reproduciendo, hasta que, obviamente, desaparezcamos como otros tantos, y pasemos a formar parte de ese océano de polvo cósmico del que hablaba Carl Sagan. Y sí, quizás me haya puesto demasiado místico para el tono desenfadado con el que solemos arrancar las recomicdaciones en este blog, pero es que la ocasión lo requiere, puesto que no estamos ante un cómic cualquiera, sino ante una obra de arte cuya trascendencia, ya sea inmediata o futura, no debería pasar indiferente para nadie. Y es que no todos los días tiene uno la suerte de cruzarse en su camino con una obra como George Sprott, una "Picture Novella" como su autor la describe que, si nadie lo evita, debería empezar ya a considerarse como uno de los pináculos del noveno arte de la presente década.
Al comenzar a hablar de George Sprott soy consciente de que las limitaciones de lenguaje escrito y mi propia torpeza en su utilización van a ser claros obstáculos a la hora de transmitir la miriada de sentimientos que la lectura de la obra de Seth me produjeron. Por ello he de pedirles disculpas de antemano e instarles, con la mayor de las vehemencias, a que se acerquen a su tienda habitual y se hagan sin dudarlo con una copia de este maravilloso álbum.
Dicho esto, y pasando al análisis del grueso de la obra, resulta complicado hablar de George Sprott no por los motivos afectivos expuestos más arriba, sino por la cantidad de puntos de vista diferentes que se pueden adoptar a priori para su análisis. Y como por algún sitio hay que empezar, quizás sea lo más sencillo arrancar por el más inmediato, el del envoltorio físico y visual. Dejando a un lado las diferencias que tanto se han criticado entre la edición de Mondadori y la americana de Drawn & Quarterly (y que tienen que ver con su tamaño, el cambio de la portada y el hecho de ser rústica en lugar de cartoné), en cuanto a presentación, maquetación y dibujo se refiere, la obra de Seth es un prodigio: aprendiendo la lección de los Jimmy Corrigan o Acme Novelty Library de Chris Ware, y ofreciendo una simplificación de las complejas y condensadas estructuras narrativas de éste, el canadiense cuaja con este volumen un constante reto a la vista, en el que cada página es un mundo en si misma, ya que casi se podría llegar a afirmar que el artista no repite ni una sola vez una misma composición de viñetas. Respecto a éstas, resulta increíble el uso que Seth da a la narrativa secuencial, utilizando en la mayoría del volumen estructuras que usan más de treinta viñetas. En lo que al dibujo respecta, el trazo del canadiense se ha pulido (y simplificado) con respecto al que le podíamos ver en La Vida es Buena si no te Rindes, acercándose, al igual que la composición, a los valores gráficos de Ware.
Es esta simplicidad la que permite a la historia llegar como lo hace al corazón del lector, segundo punto de vista de los que comentaba con anterioridad. Aquí Seth vuelve a demostrar su inmensa capacidad para impregnar las páginas de melancolía, narrando la vida de un orondo presentador de un canal de televisión local desde su nacimiento hasta su muerte. Lejos de acometer tamaña empresa (por mucho que sea ficticia no es menos ambiciosa) desde la linealidad con la que un elemento exterior podría observar una vida, Seth va arrojando luz sobre la existencia de George Sprott desde la fragmentación temporal, yendo de adelante hacia atrás sin que haya un orden fijo, pero si un cierto atisbo de macro-estructura: no es que la lectura se vaya dividiendo en bloques claramente diferenciados, pero sí parece que cada nuevo recuerdo del protagonista (magníficamente mostrados en unas páginas de tonos sepia con una composición de viñetas que se separa del resto por su mayor tamaño), es lo único del volumen que tiene una secuenciación temporal correlativa, sirviendo al autor para ir agrupando páginas con cierta temática común.
Así, como narrador omniscente (que además se identifica como tal y habla directamente al público), Seth va acercándonos por una parte al inexorable momento de la muerte de Sprott de manera lenta y pausada, para que el lector pueda llegar a sentir como cercano el fallecimiento de éste. En otros niveles, el canadiense va tirando de diversos recursos narrativos que pasan por representar lo que de su protagonista recuerdan diferentes personas, desde aquellos que lo conocieron hasta los que sólo lo vieron por la tele (o el típico coleccionista compulsivo de vintage), cualquiera es bueno para mostrar una parcialidad de ese gran puzzle que es la vida de una persona. Decía antes que la historia arrancaba en el nacimiento del protagonista, pero he de corregirme, puesto que sería más correcto afirmar que comienza mientras éste está en el útero de su madre, arrojando Seth en esas primeras viñetas ciertas disquisiciones filosóficas que le servirán más adelante de forma intermitente.
Compactado todo como si de un día de la cadena televisiva en la que trabajó George Sprott se tratara, Seth abre la lectura con la carta de ajuste, y la cierra con los códigos de barras de colores en el interior de las portadas del volumen, para ir metiendo en el interior ciertas páginas que, más que incidir sobre la vida del protagonista, lo hacen sobre aspectos de la cadena como su programación para el día o el cierre de emisión. Este recurso añade aún más sintagmas de significado a una obra portentosa cuya lectura resulta apasionada desde la primera a la última página y que, como apuntaba al comienzo de la recomicdación, deja muy poco lugar a dudas acerca de saber que nos encontramos ante uno de los cómics que apuntalará este noveno arte de cara al futuro de su constante evolucion.
Al comenzar a hablar de George Sprott soy consciente de que las limitaciones de lenguaje escrito y mi propia torpeza en su utilización van a ser claros obstáculos a la hora de transmitir la miriada de sentimientos que la lectura de la obra de Seth me produjeron. Por ello he de pedirles disculpas de antemano e instarles, con la mayor de las vehemencias, a que se acerquen a su tienda habitual y se hagan sin dudarlo con una copia de este maravilloso álbum.
Dicho esto, y pasando al análisis del grueso de la obra, resulta complicado hablar de George Sprott no por los motivos afectivos expuestos más arriba, sino por la cantidad de puntos de vista diferentes que se pueden adoptar a priori para su análisis. Y como por algún sitio hay que empezar, quizás sea lo más sencillo arrancar por el más inmediato, el del envoltorio físico y visual. Dejando a un lado las diferencias que tanto se han criticado entre la edición de Mondadori y la americana de Drawn & Quarterly (y que tienen que ver con su tamaño, el cambio de la portada y el hecho de ser rústica en lugar de cartoné), en cuanto a presentación, maquetación y dibujo se refiere, la obra de Seth es un prodigio: aprendiendo la lección de los Jimmy Corrigan o Acme Novelty Library de Chris Ware, y ofreciendo una simplificación de las complejas y condensadas estructuras narrativas de éste, el canadiense cuaja con este volumen un constante reto a la vista, en el que cada página es un mundo en si misma, ya que casi se podría llegar a afirmar que el artista no repite ni una sola vez una misma composición de viñetas. Respecto a éstas, resulta increíble el uso que Seth da a la narrativa secuencial, utilizando en la mayoría del volumen estructuras que usan más de treinta viñetas. En lo que al dibujo respecta, el trazo del canadiense se ha pulido (y simplificado) con respecto al que le podíamos ver en La Vida es Buena si no te Rindes, acercándose, al igual que la composición, a los valores gráficos de Ware.
Es esta simplicidad la que permite a la historia llegar como lo hace al corazón del lector, segundo punto de vista de los que comentaba con anterioridad. Aquí Seth vuelve a demostrar su inmensa capacidad para impregnar las páginas de melancolía, narrando la vida de un orondo presentador de un canal de televisión local desde su nacimiento hasta su muerte. Lejos de acometer tamaña empresa (por mucho que sea ficticia no es menos ambiciosa) desde la linealidad con la que un elemento exterior podría observar una vida, Seth va arrojando luz sobre la existencia de George Sprott desde la fragmentación temporal, yendo de adelante hacia atrás sin que haya un orden fijo, pero si un cierto atisbo de macro-estructura: no es que la lectura se vaya dividiendo en bloques claramente diferenciados, pero sí parece que cada nuevo recuerdo del protagonista (magníficamente mostrados en unas páginas de tonos sepia con una composición de viñetas que se separa del resto por su mayor tamaño), es lo único del volumen que tiene una secuenciación temporal correlativa, sirviendo al autor para ir agrupando páginas con cierta temática común.
Así, como narrador omniscente (que además se identifica como tal y habla directamente al público), Seth va acercándonos por una parte al inexorable momento de la muerte de Sprott de manera lenta y pausada, para que el lector pueda llegar a sentir como cercano el fallecimiento de éste. En otros niveles, el canadiense va tirando de diversos recursos narrativos que pasan por representar lo que de su protagonista recuerdan diferentes personas, desde aquellos que lo conocieron hasta los que sólo lo vieron por la tele (o el típico coleccionista compulsivo de vintage), cualquiera es bueno para mostrar una parcialidad de ese gran puzzle que es la vida de una persona. Decía antes que la historia arrancaba en el nacimiento del protagonista, pero he de corregirme, puesto que sería más correcto afirmar que comienza mientras éste está en el útero de su madre, arrojando Seth en esas primeras viñetas ciertas disquisiciones filosóficas que le servirán más adelante de forma intermitente.
Compactado todo como si de un día de la cadena televisiva en la que trabajó George Sprott se tratara, Seth abre la lectura con la carta de ajuste, y la cierra con los códigos de barras de colores en el interior de las portadas del volumen, para ir metiendo en el interior ciertas páginas que, más que incidir sobre la vida del protagonista, lo hacen sobre aspectos de la cadena como su programación para el día o el cierre de emisión. Este recurso añade aún más sintagmas de significado a una obra portentosa cuya lectura resulta apasionada desde la primera a la última página y que, como apuntaba al comienzo de la recomicdación, deja muy poco lugar a dudas acerca de saber que nos encontramos ante uno de los cómics que apuntalará este noveno arte de cara al futuro de su constante evolucion.
Sergio Benítez (315)
7 comentarios:
lo tengo en la estantería pero todavía no lo he leido...pero después de como lo has puesto, me pondré a ello esta tarde mismo..(mucho acumulado en la tonga de lecturas pendientes), muy buena reseña, un saludo!!!
¿Por qué todo el mundo está encumbrando ésta obra y a mí en cambio me da una pereza horrible y ni tan siquiera me animo a acercarme a ella en la librería?
Cosas de la vida...
Saludos!
Y porque no hay un 11. Desde luego hay gente que haga lo que haga ya tiene la gloria y el reconocimiento asegurado.
Nacho, a mi me paso lo mismo que a ti. Solo que yo que me lo compre.
Lo tenia en la pila de tebeos por leer y hasta que me anime, pasaron semanas.
Seth haciendo de Ware.
A mi personalmente me gustan mas sus otros trabajos. Lo que no quita para que este sea muy serio y respetable como todo lo que hace este hombre.
JOHAN MANOLUS
Hola.
Ya estoy que no es poco.
Respecto de Seth, digamos que estoy perezoso y pienso que me van a gustar mas sus otros trabajos(ventiladores clyde ya me gusto en su día y la vida..la tengo pendiente)
Aunque con la recomicdación de Sergio, es para pensarselo.
Saludos.
A todos los que lo tenéis y no lo habéis leído, un claro mensaje: ya estáis tardando. A todos los que no lo tenéis y no mostráis interés, otro claro mensaje: ya estáis tardando. Y a todos los que en algún momento habéis pensado que "podría ser", otro claro mensaje: ¡YA ESTÁIS TARDANDO!.
En fin, que no se diga que no soy claro.
Saludetes a todos,
Sergio
En este caso los elogios para mi gusto son merecidísimos. Va incluso más alla que Ware que se recrea demasiado en lo oscuro, en el desasosiego. Hace un retrato real, profundo, irónico y honesto.
Un 10 porque no
Miguel
Un 10 de 10?! Madremia, habrá que tenerlo en cuenta para futuras lecturas (a ver si en la biblio...), aunque el formato en el que lo han editado es un poco raro, pero bueno...
Ojala cada vez haya más obras que se merezcan una valoración así.
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