miércoles, 4 de noviembre de 2009

SAMBRE Integral

Guión: Bernard Yslaire & Balac

Dibujo: Bernard Yslaire

Editorial: Glénat

Formato: Álbum Cartoné. 304 Páginas

Precio: 45€

Calificación: 6.5/10

Como lo prometido es deuda, y me gusta cumplir mi palabra cuando así la doy, tras los comentarios que se vertieron en la anterior recomicdación de Yslaire que se hizo en estas líneas (la de la irregular Cielo Sobre Bruselas), resolví que cuando tuviera la oportunidad me haría con los cuatro volúmenes que componían Sambre, la que para todo entendido era la mejor obra del artista belga. Dejándolo estar momentáneamente por la dificultad de conseguir los cuatro a la vez, así como por el hecho de toda la lectura que sigue acumulándose en mis estanterías, el mes de julio (que fue cuando algún lector me pidió que lo leyera y lo recomicdara) dió paso al de agosto, y luego al de septiembre, y así habría continuado por mucho tiempo sino hubiera sido porque Glénat decidió echarme un cable y sacar este precioso integral (el volumen es una maravilla) con toda la historia y mucho material extra a la manera que ya habían hecho con el Peter Pan de Loisel. Y bueno, sí, eran cuarenta y cinco euros en algo sobre lo que sólo tenía vagas referencias pero, ¿quién dijo miedo?.

La ambiciosa historia de amor imposible que Yslaire propone en Sambre tiene como marco histórico una época no menos convulsionada de la historia de Francia, la que abarcó desde la instauración de la monarquía constitucional en 1830 hasta la proclamación de la breve pero intensa Segunda República en febrero de 1848, centrando el artista belga la acción del cómic en el último año de monarquía previo a la sublevación popular que llevaría a la deposición Luis Felipe de Orleans, el llamado rey burgués. Es en este marco, y en principio alejado del cosmopolita París, donde Yslaire permite que Sambre de comienzo. Y lo hace dejándose imbuir por el desatado espíritu romántico decimononesco que tan buenas muestras dejó en el arte pictórico de la época, arrancando en un cementerio con el entierro del patriarca de la familia Sambre. Allí conoceremos a Bernard y Sara, los hermanos que servirán al artista de espina dorsal de toda la narración. Y allí también nos presentara este a Julie, una joven con los ojos rojos (por una supuesta hemofilia del nervio óptico) cuya intervención supondrá el comienzo del fin para la familia Sambre.

A partir del pasional encuentro de Bernard y Julie, Yslaire comienza a vertebrar una historia de ritmo muy irregular cuyas ambiciones terminan pasándole factura: por una parte, todo aquello que atañe a la revolución popular, y en particular el uso que el autor hace de Julie como alegoría de la libertad (con constantes referencias al famoso cuadro de Delacroix) sitúandola en una posición de gran relevancia, es de una correcta solidez, y se eleva a la postre como lo mejor de la lectura. Sin embargo, el resto de la misma parece más un folletín de tres al cuarto, con multitud de oscuros secretos del pasado, amantes, bastardos y demás elementos que harían las delicias de cualquier guionista televisivo venezolano. El que este sea el aspecto más potenciado, sobre todo por esa constante huida que el Yslaire guionista provoca de la solución final (seamos francos, la historia que se cuenta en cuatro álbumes no daría ni para dos en manos más hábiles), hace que al final la lectura se vuelva plúmbea y algo farragosa, llegando a importarle a uno poco más que un pimiento el cruento destino que puedan llegar a sufrir los personajes.

Afortunadamente, en el aspecto gráfico Yslaire si que da la campanada, con un dibujo que caricaturiza a sus personajes olvidándose hasta cierto punto de la proporcion facial para dotarlos de mayor expresividad, un objetivo que, sin duda, consigue con creces. Además, ese romanticismo desaforado que antes coméntabamos se hace palpable en casi cada página del volumen, tanto por la cualidad oscura de sus viñetas, como por la sombría paleta elegida (en la que sólo destaca el rojo de los ojos de Julie, del pelo de los Sambre, o de la sangre del pueblo) o por los escenarios quejumbrosos y preñados de una fuerte carga de melancolía en los que se van desarrollando los acontecimientos. Punto fuerte de la obra, es el dibujo el que sirve al lector para seguir mostrando un cierto interés por una historia cuyos valores descienden en picado tras un interesante primer volumen. Y si remataba la recomicdación de Cielo Sobre Bruselas afirmando que no volvería a incidir en la obra del belga, ahora lo vuelvo a repetir: Sambre será, esta vez con pleno convencimiento, la última lectura que le haga a Yslaire. A más ver.

Sergio Benítez (307)

4 comentarios:

. . dijo...

Yo tengo un amiguete que es "sambrista" confeso. Siempre me daba la murga con que la leyese.

Cuando accedí a hacerlo, no llegué a terminar el primer tomo, hojeé el resto y luego me deshice en halagos hacia la obra ante mi amigo (era fácil, bastaba con repetir los argumentos que durante tanto tiempo esgrimía para que la leyera).

Sólo espero que ahora no esté leyendo ésto.

Saludos!

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo al 100%. Mucho dibujo y poca coherencia.
Enhorabuena por el blog
Miguel

sebelo2 dijo...

Jejeje, pero mira que eres tramposillo Nachete, eso no se hace ;P
Y das en el clavo con lo de la coherencia Miguel.
Saludetes a los dos,
Sergio

JA dijo...

Está claro que sobre gustos no hay nada escrito. Cada uno habla desde su propia subjetividad y nada que añadir al respecto. Asi que, con vuestro permiso, no puedo dejar de espresar mi propia opinión: ¿Cómo se le puede poner un 8 a Cuna de Cuervos y un 6.5 a Sambre? Lo han hecho distintos recomicdadores pero demuestra que un kilo de oro pesa más que un kilo de paja.