Dibujo: Michel Durand
Editorial: Glénat
Formato: Libro Cartoné. 192 Páginas
Precio: 24€
Calificación: 7/10
Siguiendo con su política de recuperación en asequibles tomos de series que ya fueron editadas en su día en formato álbum, Glénat nos trae ahora Cuervos, una obra de la que servidor no había escuchado absolutamente nada hasta el momento de verla anunciada en las novedades de Octubre de la editorial. Un error que el integral subsana descubriéndome en un único volumen una serie intensa cuya premisa de partida es tan atípica como atractiva.
Así, Marazano y Durand sitúan la acción de Cuervos en Medellín, una ciudad cuya mayor connotación para todos aquellos que la hemos oído nombrar alguna vez tiene que ver con el cártel de la droga allí instaurado. Y es precisamente en ese duro mundo en el que los autores desarrollan una ambiciosa obra que sigue a Juan, un niño que pasará de ser un vagabundo esnifador de pegamento, a un sicario a las órdenes del cártel y, en última instancia, a ser el que mueva los hilos del funcionamiento, no sólo de la organización, sino de gran parte de su Colombia natal. Personaje complejo y atractivo donde los haya, lo que resulta hasta cierto punto más inaudito de la lectura es ver como, de forma irremisible, uno siente cierta empatía con un protagonista cuyas acciones son, a todas luces, execrables y moralmente cuestionables desde cualquier punto de vista que pueda plantearse. Aún así, el trabajo de Marazano a los guiones logra que el lector haga suyo el inevitable trágico destino de todo lo que rodea a Juan, desde el trabajador social que intenta protegerlo en vano cuando niño, hasta la madre que nunca quiso saber nada de él, pasando por aquél que por primera vez le dió la oportunidad de matar y terminando en su mujer e hijos, una familia de la que poco o nada quiso saber. Definido a través de todos ellos, Juan es dibujado por el guionista, utilizando una expresión shakesperiana, como una "marioneta del destino" que poco o nada puede controlar los hilos que lo maneja, desprendiendo toda la lectura una carga de fatalidad que ya se pone de relieve desde su título, un Cuervos sacado de ese refrán que afirma "Cría cuervos y te sacarán los ojos".
Pero si atractiva resulta la labor de Marazano a los guiones, no se puede decir menos de un Durand que se deja la piel en la minuciosa y precisa traslación que hace de todos los entornos en los que se mueve al acción. Aunque en la caracterización de personajes se le pueda poner alguna falla, el trazo del artista, en lo que a fondos se refiere, es brillante; aunque más resulta lo arriesgado, no de su narrativa, que experimenta lo justo con la rotura de la estructura cerrada, sino de los encuadres y angulaciones que usa a lo largo y ancho de la lectura, disfrutando como un crío con los picados, los contrapicados y los ángulos oblícuos.
Sin ser un cómic denuncia (a ojos de un ciudadano de a pie una historia tan rocambolesca parece tan de ficción como lo pueda ser La Guerra de las Galaxias) Cuervos sirve a la perfección para ilustrar la complicada situación en la que viven cientos de miles de colombianos, obligados de una forma u otra a trabajar para unos cárteles a los que poco les importa la muerte de quien se ponga por medio si al final obtienen sus preciados porcentajes de beneficios.
Así, Marazano y Durand sitúan la acción de Cuervos en Medellín, una ciudad cuya mayor connotación para todos aquellos que la hemos oído nombrar alguna vez tiene que ver con el cártel de la droga allí instaurado. Y es precisamente en ese duro mundo en el que los autores desarrollan una ambiciosa obra que sigue a Juan, un niño que pasará de ser un vagabundo esnifador de pegamento, a un sicario a las órdenes del cártel y, en última instancia, a ser el que mueva los hilos del funcionamiento, no sólo de la organización, sino de gran parte de su Colombia natal. Personaje complejo y atractivo donde los haya, lo que resulta hasta cierto punto más inaudito de la lectura es ver como, de forma irremisible, uno siente cierta empatía con un protagonista cuyas acciones son, a todas luces, execrables y moralmente cuestionables desde cualquier punto de vista que pueda plantearse. Aún así, el trabajo de Marazano a los guiones logra que el lector haga suyo el inevitable trágico destino de todo lo que rodea a Juan, desde el trabajador social que intenta protegerlo en vano cuando niño, hasta la madre que nunca quiso saber nada de él, pasando por aquél que por primera vez le dió la oportunidad de matar y terminando en su mujer e hijos, una familia de la que poco o nada quiso saber. Definido a través de todos ellos, Juan es dibujado por el guionista, utilizando una expresión shakesperiana, como una "marioneta del destino" que poco o nada puede controlar los hilos que lo maneja, desprendiendo toda la lectura una carga de fatalidad que ya se pone de relieve desde su título, un Cuervos sacado de ese refrán que afirma "Cría cuervos y te sacarán los ojos".
Pero si atractiva resulta la labor de Marazano a los guiones, no se puede decir menos de un Durand que se deja la piel en la minuciosa y precisa traslación que hace de todos los entornos en los que se mueve al acción. Aunque en la caracterización de personajes se le pueda poner alguna falla, el trazo del artista, en lo que a fondos se refiere, es brillante; aunque más resulta lo arriesgado, no de su narrativa, que experimenta lo justo con la rotura de la estructura cerrada, sino de los encuadres y angulaciones que usa a lo largo y ancho de la lectura, disfrutando como un crío con los picados, los contrapicados y los ángulos oblícuos.
Sin ser un cómic denuncia (a ojos de un ciudadano de a pie una historia tan rocambolesca parece tan de ficción como lo pueda ser La Guerra de las Galaxias) Cuervos sirve a la perfección para ilustrar la complicada situación en la que viven cientos de miles de colombianos, obligados de una forma u otra a trabajar para unos cárteles a los que poco les importa la muerte de quien se ponga por medio si al final obtienen sus preciados porcentajes de beneficios.
Sergio Benítez (322)
2 comentarios:
Hola. Yo me compre en su día los tomos sueltos de Glenat y me gustaron. Ahora que lo pienso, tocaría una lectura seguida a la manera de un integral.
Saludos.
Creo que una lectura dispersa de esta serie le haría flaco favor a la coherencia que sí tiene cuando se lee de un tirón: es una de esas historias que, dada la cantidad de personajes, es mejor disfrutar en modo comprimido.
Saludetes,
Sergio
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