Dibujo: Guillaume Trouillard
Editorial: Sins Entido
Formato: Álbum Cartoné. 104 Páginas
Precio: 18€
Calificación: 9/10
Por mucha experiencia que uno llegue a acumular en escribir sobre cómics, siempre llegará el momento en que un tebeo lo deje sin palabras, o al menos le obligue a expresarse en modos y términos diferentes a los que está acostumbrado. En el año y pico que llevamos de blog, muy contadas son las ocasiones en las que esto me ha ocurrido, y a vuelapluma podría llegar a nombrar títulos como Fun Home, George Sprott, Mi Pequeño o Fueye, la ganadora de la primera edición del Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Sins Entido y predecesora en estas lides de la que hoy nos ocupa, esta Estación de las Flechas. Comentábamos el pasado año en la recomicdación de Fueye que la obra de Jorge González arrancaba nuevos sintagmas de significado a la palabra cómic, aportando a la lectura todo la musicalidad que unas páginas aviñetadas son capaces de trasnmitir. Y aunque con el ganador de la segunda edición no podemos hablar de musicalidad, si que lo podemos hacer en unos términos que, a fin de cuentas, hablan de lo mismo que afirmábamos en esencia con Fueye: transgresión y exploración.
La Estación de las Flechas transgrede el significado normal y más clásico de la palabra cómic y, en un mismo movimiento oscilatorio, juguetea con acercarse y alejarse de las connotaciones que se asocian a novela gráfica para, en el interín, crear una nueva y compleja entidad que sirve de crisol para muchas y muy diferentes formas narrativas. Así, el trabajo de Stento y Trouillard establece desde su singular y surrealista comienzo un diálogo distinto para con el lector, uno que no proporciona a aquél que se sienta cómodamente en su sofá todas las herramientas necesarias para la interpretación de lo que se nos narra, exigiendo de nosotros mucha más implicación de la que solemos encontrar en el papel impreso. Ese surrealismo al que hacía referencia antes es quizás la principal y más explotada cualidad de la que hace gala el guión del volumen pues, ¿cómo si no podríamos definir a una historia que parte de la premisa de que un matrimonio recibe en su casa una anhelada lata de conservas con una familia india dentro?. A partir de tan esperpéntico comienzo, Stento va desarrollando poco a poco y sin ningún tipo de prisas una historia que se mueve entre lo lisérgico y lo onírico y que, en su exposición, no desdeña acudir a cuantos más recursos mejor para estimular una y otra vez a un lector que, como poco, se quedará atónito ante lo que se despliega, página a página, delante de sus narices.
En ese titánico esfuerzo, Stento se descubre como un guionista hábil en extremo a la hora de introducir en La Estación de las Flechas muchas más lecturas de las que aparentemente se podrían encontrar. Yendo de lo más simple a lo más complejo, podemos encontrar en el discurso del tebeo desde un peculiar pero sentido homenaje al género del western (ya sea en el cómic como en el cine) hasta toda una feroz crítica hacia esa sociedad de consumo que un día terminará por manufacturarnos en serie, pasando por una soterradas pero sensibles denuncias hacia la sistemática desaparición de la raza india en los Estados Unidos por una parte y el grave problema que supone la inmigración ilegal por la otra, o un bellísimo canto, ya sea hacia un modo de vida que se perdió en el tiempo (en el que el hombre era la medida de sí mismo) o hacia una naturaleza con la que cada vez estamos menos en contacto. En todas ellas Stento hace gala de una enorme sensibilidad que se apoya de forma constante y sin ningún tipo de reparos en la soberbia labor gráfica de Trouillard.
Es gracias a éste que podemos hablar de ese otro término que comentábamos antes: la exploración. El artista francés compone con cada página (o par de páginas) de La Estación de las Flechas todo un ejercicio de superación constante de las formas narrativas habituales, trascendiendo en muchas ocasiones las fronteras de lo que normalmente consideraríamos como parte del noveno arte, para elevarse como una pieza única y autocontenida. De esta forma, y con un diseño fascinante que no conoce la palabra limitación, Trouillard se aproxima a la ejecución de cada página como un nuevo reto a superar, estableciendo un complejo diálogo entre estructura individual y estructura global en el que las variaciones sobre la composición tradicional de viñetas ofrecen un rosario de genialidad inusitado: partiendo del esquema básico (con unas acuarelas magníficas que saben aprovechar la complejidad de la técnica de la veladura en toda su magnitud) Trouillard aborda lo que el guión de Stento le exige desde muchos y muy diferentes puntos de vista, ya sea en la forma de diario del protagonista, ya como los manuales que se acercan al invento de "el indio en conserva", ya en las muchas páginas que rompen el sentido de léctura lógico y ofrecen más de un acercamiento al mismo.
La conjugación de ambos aspectos de una misma entidad, conforman a La Estación de las Flechas como un fascinante ejercicio narrativo ante al que al lector le es imposible permanecer impasivo dada la magnitud y calidad de lo que se despliega en el volumen, concretando, qué duda cabe, uno de los tebeos imprescindibles de este 2009 que toca a su fin.
La Estación de las Flechas transgrede el significado normal y más clásico de la palabra cómic y, en un mismo movimiento oscilatorio, juguetea con acercarse y alejarse de las connotaciones que se asocian a novela gráfica para, en el interín, crear una nueva y compleja entidad que sirve de crisol para muchas y muy diferentes formas narrativas. Así, el trabajo de Stento y Trouillard establece desde su singular y surrealista comienzo un diálogo distinto para con el lector, uno que no proporciona a aquél que se sienta cómodamente en su sofá todas las herramientas necesarias para la interpretación de lo que se nos narra, exigiendo de nosotros mucha más implicación de la que solemos encontrar en el papel impreso. Ese surrealismo al que hacía referencia antes es quizás la principal y más explotada cualidad de la que hace gala el guión del volumen pues, ¿cómo si no podríamos definir a una historia que parte de la premisa de que un matrimonio recibe en su casa una anhelada lata de conservas con una familia india dentro?. A partir de tan esperpéntico comienzo, Stento va desarrollando poco a poco y sin ningún tipo de prisas una historia que se mueve entre lo lisérgico y lo onírico y que, en su exposición, no desdeña acudir a cuantos más recursos mejor para estimular una y otra vez a un lector que, como poco, se quedará atónito ante lo que se despliega, página a página, delante de sus narices.
En ese titánico esfuerzo, Stento se descubre como un guionista hábil en extremo a la hora de introducir en La Estación de las Flechas muchas más lecturas de las que aparentemente se podrían encontrar. Yendo de lo más simple a lo más complejo, podemos encontrar en el discurso del tebeo desde un peculiar pero sentido homenaje al género del western (ya sea en el cómic como en el cine) hasta toda una feroz crítica hacia esa sociedad de consumo que un día terminará por manufacturarnos en serie, pasando por una soterradas pero sensibles denuncias hacia la sistemática desaparición de la raza india en los Estados Unidos por una parte y el grave problema que supone la inmigración ilegal por la otra, o un bellísimo canto, ya sea hacia un modo de vida que se perdió en el tiempo (en el que el hombre era la medida de sí mismo) o hacia una naturaleza con la que cada vez estamos menos en contacto. En todas ellas Stento hace gala de una enorme sensibilidad que se apoya de forma constante y sin ningún tipo de reparos en la soberbia labor gráfica de Trouillard.
Es gracias a éste que podemos hablar de ese otro término que comentábamos antes: la exploración. El artista francés compone con cada página (o par de páginas) de La Estación de las Flechas todo un ejercicio de superación constante de las formas narrativas habituales, trascendiendo en muchas ocasiones las fronteras de lo que normalmente consideraríamos como parte del noveno arte, para elevarse como una pieza única y autocontenida. De esta forma, y con un diseño fascinante que no conoce la palabra limitación, Trouillard se aproxima a la ejecución de cada página como un nuevo reto a superar, estableciendo un complejo diálogo entre estructura individual y estructura global en el que las variaciones sobre la composición tradicional de viñetas ofrecen un rosario de genialidad inusitado: partiendo del esquema básico (con unas acuarelas magníficas que saben aprovechar la complejidad de la técnica de la veladura en toda su magnitud) Trouillard aborda lo que el guión de Stento le exige desde muchos y muy diferentes puntos de vista, ya sea en la forma de diario del protagonista, ya como los manuales que se acercan al invento de "el indio en conserva", ya en las muchas páginas que rompen el sentido de léctura lógico y ofrecen más de un acercamiento al mismo.
La conjugación de ambos aspectos de una misma entidad, conforman a La Estación de las Flechas como un fascinante ejercicio narrativo ante al que al lector le es imposible permanecer impasivo dada la magnitud y calidad de lo que se despliega en el volumen, concretando, qué duda cabe, uno de los tebeos imprescindibles de este 2009 que toca a su fin.
Sergio Benítez (319)
4 comentarios:
Una vez más nos encontramos ante una de ésas obras que todo el mundo encumbra y que a mí me da perezusca...
Pero bueno, le echaremos el ojillo en una próxima visita.
¡Espera! Voy a apuntarlo en un post-it para metérmelo en la cartera, que luego se me olvidan éstas cosas...
Saludos!
Jejejeje.
Que no te de pereza, que está muy, pero que muy bien.
Ya nos contarás.
Saludetes,
Sergio
Hola!
Excelente blog,antes de nada.De visita diaria obligatoria.
El cómic en cuestión tiene muy buenas críticas y el formato está muy currado y etcétera,...Pero con la manía de estar plastificado,es imposible ver su contenido,y decidirse a comprarlo sin ver su interior,es una apuesta muy arriesgada.
En mi caso particular,algunos cómics me los llevo casi sin ver el interior,porque ya sé lo que me voy a encontrar,pero con otros no me decido hasta que los tengo en mis propias manos y lo ojeo detenidamente.Con otros,tengo altas expectativas,y cuando me lo encuentro en la librería,lo vuelvo a dejar,porque no me termina de entrar,y no se puede arriesgar siempre,la verdad.
Asi que,con éste cómic,me gustaría ver su interior y no fastidiar la compra,ya que el precio no acompaña mucho que digamos:18 euros por poco más de 100 páginas en cartoné.
Además con las novedades que se avecinan para Diciembre y lo que queda de Noviembre,hay que seleccionar mucho y si se puede,bien.
Saludos y nos leemos!
Lo del plastificado de los cómics es un fastidio. De todas formas si en tu ciudad hay una Fnac o tienes confianza con el dependiente de la tienda de cómics de turno siempre puedes pedirle que se lo quite. Y si no los conoces también, tienes todo el derecho del mundo a ver antes de comprar.
Bienvenido seas (adoro la peli de la que has sacado tu nick, dicho sea de paso) y gracias por el halago.
Saludetes,
Sergio
Publicar un comentario