jueves, 30 de julio de 2009

IBICUS

Guión: Pascal Rabaté

Dibujo: Pascal Rabaté

Editorial: Glénat

Formato: Libro Cartoné. 536 Páginas

Precio: 24€

Calificación: 8.5/10

Buscar información en la red, cuando se tienen sólo fragmentos de lo que se desea encontrar, puede llegar a ser frustrante. En el caso que nos ocupa, sabía por la contraportada del enorme volumen (en grosor, que no en el resto de las dimensiones) de Ibicus editado por Glénat, que Rabaté se había basado en una novela de Alexis Tolstoi (o Aleksei Nikolayevich Tolstoy), sobrino del famoso León Tolstoi (autor, entre otras, de las magníficas Guerra y Paz o Anna Karenina). Movido por la curiosidad, y por el deseo de poder ofreceros alguna información acerca de lo fidedigno del trabajo del autor francés hacia el texto que le servía de modelo, comencé a investigar con la esperanza de poder encontrar en las primeras líneas de resultados de Google los datos que necesitaba. Muy lejos estaba de encontrar algo que se pareciera si quiera a una pista lejana. Ni en la Wikipedia (sí, ya se que no es el sitio más adecuado para buscar información fidedigna, pero siempre lleva a algún otro que sí lo es), ni en una página-enciclopedia dedicada a autores rusos, ni siquiera en una completísima biografía con la que fui a dar después de mucho rato indagando, conseguía encontrar referencia alguna a la dichosa obra. Algo desesperado, y empezando a creer que la referencia de la contraportada era pura invención empecé a variar la forma de escribir Ibicus en el Google al mismo tiempo que intentaba dar con su escritura en caracteres cirílicos para ver si en una bibliografía que había encontrado en ruso aparecía el dichoso librito y.....¡bingo!, así fue.

Publicado en 1924, Ibicus también se conoce como La Aventuras del Conde Nevzorov (que conoció una adaptación al cine en 1982), y aún siendo una de las obras menores de Tolstoi (que es recordado sobre todo por sus novelas de ciencia ficción) hace gala, según he podido averiguar por lo poco que al final pude recabar, y por lo que Rabaté refleja en su adaptación, de un carácter muy parecido a las grandes novelas del realismo ruso que tan bien cultivaran su tío, Dostoiveski en su Crimen y Castigo, Boris Pasternak con el Doctor Zhivago o Vasili Grossman con su magistral Vida y Destino (traducida por primera vez del ruso hace un par de años en nuestro país). Teniendo como característica fundamental la crítica hacia la realidad político-social del país el realismo de Ibicus se centra en reflejar la Revolución Rusa de 1917 y las penurias por las que se vió obligada a pasar el país debido a la Guerra Civil de 1918, y su breve solapamiento con la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en la que sería invadida por una Alemania que la superaba en preparación militar. Dividido el país entre los bolcheviques (el pueblo sublevado por su precaria situación) y los rusos blancos (antiguos mandos del ejército, nobleza pro-zarista, liberales, capitalistas...), es en la primera fase de la Revolución, en febrero de 1917, cuando Tolstoi, y por extensión Rabaté, elige comenzar su narración. Y lo hace además eligiendo el enclave donde se originaría el movimiento revolucionario, en Petrogrado, ciudad en la que el pueblo se sublevó de forma espontánea por la escasez de alimentos. Y es aquí donde hace su aparición Simeón Nevzorof, el protagonista de Ibicus.

Contable, o al menos eso dice él, Nevzorov vive obsesionado por la fortuna que le leyera una gitana zíngara en la que le decía que "Cuando el mundo se hunda envuelto en fuego y sangre, cuando la guerra entre en la casas, cuando el hermano mate al hermano, tú te harás rico. Vivirás aventuras extraordinarias, pues serás rico". Tan agorero vaticinio para el país y favorecedor para él será el detonante de una odisea asombrosa en la que el personaje se verá envuelto en toda clase de (des)venturas, siempre persiguiendo esa riqueza, y siempre con el trasfondo de un país que se hunde en la más absoluta de las miserias. Como suele ser habitual en el realismo ruso, la narración de
Ibicus queda plagada de una miríada de secundarios (la citada Vida y Destino trae al final un glosario con todos los nombres de familias que Grossman cita en la novela para aclarar las relaciones entre ellos) que son los que realmente hacen avanzar la acción, dejando Tolstoi a su protagonista a merced de los aciagos acontecimientos que las personas de su alrededor ponen en movimiento sin que él pueda hacer casi nada al respecto. En este particular resulta curiosa la descripción de Simeón como una mera marioneta (algo a lo que Rabaté hace mención con una misma ilustración en diversas páginas del cómic) tanto del destino como de los diversos personajes que Tolstoi hace pulular a su alrededor, verdaderos artífices de la suerte que corre el personaje y motores sobre los que se impulsa una y otra vez el discurrir de la historia. Así, no será Simeón, sino su amante drogadicta, su socio, el inesperado propietario de una mansión, un campesino, o el jefe de una unidad de la policía los que vayan moviendo al protagonista a su antojo, manteniéndose éste a flote como puede (y le dejan) y siempre con la obsesión de la riqueza como fin último.

La miriada de secundarios y el marco histórico elegido permiten a Tolstoi realizar una completa disección de la sociedad de la época (haciendo especial hincapié en aquellos que trataron por todos los medios de conservar su estatus social) que se mueve con comodidad entre el realismo y la fabulación. Pasando por hechos reales como la ocupación alemana o la huída de muchos rusos a Estanbul a través del puerto de Odessa (y su famosa escalera de Potemkin) la narración de Ibicus, ya a través de los dibujos de Rabaté, es una ventana inmejorable a una época de gran importancia en la historia del s.XX. Alejado totalmente del estilo que le hemos podido ver en las dos obras más recientes publicadas en nuestro país por Norma (Río Abajo y La Virgen de Plástico), la elección del tipo de grafismo que el artista francés hace resulta de lo más adecuada al tono de la narración. Ya sea por coetaneidad por el momento histórico en el que se desarrolla el volumen, ya sea por el tono de lo que Tolstoi desgrana en su novela, lo cierto es que el expresionismo del que hace gala Rabaté es tan ajustado como impresionante: negros marcados, dibujo de trazo suelto y definición de las viñetas (estructuradas de forma clásica) con manchas de aguadas son las principales características de una cualidad visual fascinante en la que, a través de un ritmo envidiable, una clara definición de los personajes, y un storytelling envidiable, el artista va llevándonos de la mano a lo largo de las más de quinientas páginas que componen Ibicus, concretando una lectura intensa, magnífica y poseedora de un fino sentido de la ironía y el doble significado que no dejará indiferente a nadie.

Sergio Benítez (223)

5 comentarios:

. . dijo...

Ya está!! Decidido!! De mañana no pasa. Voy a llamar a mi librero y darle mi número de cuenta para que vaya haciendo los honores y mañana mismo alquilo un vehículo industrial para recoger material de más de un mes acumulado...

Que Dios, Odín, Highfather, Ra, Zeus, o cualquier otra deidad recurrente se apiade de mi alma... y de mi bolsillo!!!

Saludos!

Dani dijo...

¿ Podias detallar la compra ?

Marione dijo...

La verdad es que me quedé con ganas de saber como terminaba esta historia. Tenía los tres primeros tomos que sacó Glenat en su dia pero me los quité de enmedio por problemas de espacio.

La ocasion la pintan calva con este integral. Buen trabajo esta haciendo
Glenat con esta serie de tochacos.

Saludazos

Caracrater dijo...

Muy buena reseña, mejor imposible diria yo.
Yo lo tengo hace unos años y es una pasada de comic, el dibujo es peculiarmente impresionante.
Pero aviso a los que no controlen mucho de material europeo atipico que le echen un ojo antes.
Saludos.

sebelo2 dijo...

Pues sí, echadle un ojo antes...aunque ya os diga que vale, y mucho, la pena.
Saludetes,
Sergio