Dibujo: Jean Claude Fournier
Editorial: Planeta DeAgostini
Formato: Álbum Cartoné. 186 Páginas
Precio: 19.95€
Calificación: 6/10
Por todos es sabido que el concepto mismo de la publicidad requiere que esta tenga una componente de mentira cuyo valor varía dependiendo de la honestidad de la compañía que se anuncia. Seamos francos, los anuncios que invaden la televisión a todas horas podrán haber ido perfeccionando la forma en la que están rodados, pero no por ello la arquitecta que usan para publicitar una crema rejuvenecedora o el dentista especializado (sí, vale, ¿pero en qué?) que trata de vendernos una pasta blanqueadora magnífica que después TU dentista te dice que no hace nada, van a poder convencernos de que tal o cual producto es la panacea. Aplicado a los cómics, está claro que las estratagemas comerciales de las grandes editoriales (sobre todo en yanquilandia) mueven mucho dinero al cabo del año. Ahora bien, cabe plantearse si, aplicado al ejemplo que nos ocupa, un párrafo en la contraportada que reza cosas como "...etapas más míticas de la serie..", "...serie de álbums destinados a convertirse en grandes clásicos del tebeo francobelga" es tan efectivo como se pretende y aumentará las ventas del tomo en cuestión o si, por lo contrario, dejara estas como están y podrá ser utilizado por algún recomicdador desaprensivo para hacer hincapié en el hecho de que "si no es verdad, ¡no lo pongas hombre, que queda hasta feo!".
El caso es que, aunque de sobra sabía que este volumen de Spirou iba a terminar en mis manos, incluso antes de leer la contraportada (sic), no quise ver a tiempo que tanta loa al hilo de la labor de Fournier como autor completo sustituto del irremplazable Franquin no era más que fuego de artificio para lo que la lectura ha dado finalmente de si. A la luz de este comentario es obvio que Fournier no logra "coger el sentido de la aventura, el ritmo y el humor del gran maestro" en lo que se refiere a esos tres grandes puntales sobre los que Franquin hizo orbitar toda su estancia en el personaje.
Para empezar, el primer punto fuerte del belga, su maravilloso dibujo, es aquí imitado sin más, consiguiendo Fournier capturar algo de la esencia de su predecesor en lo que a la caracterización de los personajes se refiere, pero fallando cuando se trata de trasladar por un lado el mimo que Franquin ponía en la definición de los fondos y por el otro la enorme inventiva que tenía el maestro a la hora de crear cachivaches imposibles. Aún así, estaría siendo un poco injusto para con el sucesor del belga si no dijera que en ciertos momentos el dibujo se aproxima tanto al del artista de Ideas Negras que casi podría parecer que estamos viendo algunas de sus planchas (aunque ahora que lo pienso no se si la injusticia será afirmar precisamente eso, en fin...).
Ahora bien, donde Fournier se muestra mucho más ineficaz es en los guiones y el sentido del humor que en la etapa anterior de la colección siempre había reinado. En lo que respecta al segundo, el francés hace lo que puede para reproducir el genial desparpajo con el que Franquin solía caracterizar a sus personajes; ya fuera el despistado Champignac o el flemático Alcalde, Zantafio o el inefable Zorglub, el belga sabía como hacer que todos los protagonistas cayeran en un momento u otro en el más absoluto de los ridículos, convirtiéndolos por un momento en unos geniales hazmerreir. Fournier por el contrario intenta que ese toque de comedia tan característico funcione por acumulación y repetición sin caer en la cuenta que, si a la primera no ha hecho gracia, es que nunca la va a hacer, y no todo lo contrario.
Pero es quizás a la hora de transmitir ese intrépido sentido de la aventura que a Franquin le salía solo donde su sucesor se muestra más torpe: alargando en exceso unas premisas de partida que no darían ni para medio álbum, Fournier trata por todos los medios de dotar de sensación de riesgo y peligro a las persecuciones y mil entuertos en los que se ven envueltos Spirou y Fantasio, haciendo excesivo hincapié en los constantes apostillados de Spip (tanto que llegan a cansar) y olvidándose de sacar mucho más partido del Marsupilami. Al final, cada una de las aventuras parece una anécdota estirada más allá de sus límites de resistencia, que si bien se lee sin mayor problema, más pronto se olvida, dejando en el aire el gran interrogante de si sucesivas entregas de la etapa del francés a cargo de la serie serán objeto de adquisición o si por el contrario las ansias por leer historias de los personajes tendrán que se saciadas por relecturas del trabajo de Franquin, esperas para lo que Morvan y Munuera tengan a bien regalarnos y, por supuesto, adquisición sin excusas de Pequeño Spirou. No, si al final va a ser verdad eso de que quien no se consuela es porque no quiere.
El caso es que, aunque de sobra sabía que este volumen de Spirou iba a terminar en mis manos, incluso antes de leer la contraportada (sic), no quise ver a tiempo que tanta loa al hilo de la labor de Fournier como autor completo sustituto del irremplazable Franquin no era más que fuego de artificio para lo que la lectura ha dado finalmente de si. A la luz de este comentario es obvio que Fournier no logra "coger el sentido de la aventura, el ritmo y el humor del gran maestro" en lo que se refiere a esos tres grandes puntales sobre los que Franquin hizo orbitar toda su estancia en el personaje.
Para empezar, el primer punto fuerte del belga, su maravilloso dibujo, es aquí imitado sin más, consiguiendo Fournier capturar algo de la esencia de su predecesor en lo que a la caracterización de los personajes se refiere, pero fallando cuando se trata de trasladar por un lado el mimo que Franquin ponía en la definición de los fondos y por el otro la enorme inventiva que tenía el maestro a la hora de crear cachivaches imposibles. Aún así, estaría siendo un poco injusto para con el sucesor del belga si no dijera que en ciertos momentos el dibujo se aproxima tanto al del artista de Ideas Negras que casi podría parecer que estamos viendo algunas de sus planchas (aunque ahora que lo pienso no se si la injusticia será afirmar precisamente eso, en fin...).
Ahora bien, donde Fournier se muestra mucho más ineficaz es en los guiones y el sentido del humor que en la etapa anterior de la colección siempre había reinado. En lo que respecta al segundo, el francés hace lo que puede para reproducir el genial desparpajo con el que Franquin solía caracterizar a sus personajes; ya fuera el despistado Champignac o el flemático Alcalde, Zantafio o el inefable Zorglub, el belga sabía como hacer que todos los protagonistas cayeran en un momento u otro en el más absoluto de los ridículos, convirtiéndolos por un momento en unos geniales hazmerreir. Fournier por el contrario intenta que ese toque de comedia tan característico funcione por acumulación y repetición sin caer en la cuenta que, si a la primera no ha hecho gracia, es que nunca la va a hacer, y no todo lo contrario.
Pero es quizás a la hora de transmitir ese intrépido sentido de la aventura que a Franquin le salía solo donde su sucesor se muestra más torpe: alargando en exceso unas premisas de partida que no darían ni para medio álbum, Fournier trata por todos los medios de dotar de sensación de riesgo y peligro a las persecuciones y mil entuertos en los que se ven envueltos Spirou y Fantasio, haciendo excesivo hincapié en los constantes apostillados de Spip (tanto que llegan a cansar) y olvidándose de sacar mucho más partido del Marsupilami. Al final, cada una de las aventuras parece una anécdota estirada más allá de sus límites de resistencia, que si bien se lee sin mayor problema, más pronto se olvida, dejando en el aire el gran interrogante de si sucesivas entregas de la etapa del francés a cargo de la serie serán objeto de adquisición o si por el contrario las ansias por leer historias de los personajes tendrán que se saciadas por relecturas del trabajo de Franquin, esperas para lo que Morvan y Munuera tengan a bien regalarnos y, por supuesto, adquisición sin excusas de Pequeño Spirou. No, si al final va a ser verdad eso de que quien no se consuela es porque no quiere.
Sergio Benítez (262)
4 comentarios:
¿Y después de Fournier le va a llegar el turno a Tome & Janry?
Porque, al contrario del maravilloso trabajo que ésta pareja desarrolla en El pequeño Spirou (a ver si llegamos pronto al material inédito, que me estoy impacientando) sus álbumes en la encarnación adulta del personaje dejan a un servidor un poco indiferente.
Y eso que acabo de recordar que tengo algunos álbumes de Spirou en casa firmados por ellos. ¿En que año vinieron al Saló?
Saludos!
Pues a mí los albumes de Tome&Janry con Spirou adulto me parecen muy buenos. Vamos diez mil veces mejor que los basurilla de Fournier, que si me hubieras preguntado te habría aconsejado que no te lo compraras, asi de claro.
Eso si, como San Franquín....ni hay ni habrá.....
Los álbumes de Fournier fueron los primeros álbumes de Spirou que leí, hace ya un puñadete de años. Por eso, aunque con el tiempo mi opinión sobre ellos ha cambiado, no puedo evitar recordarlos con bastante cariño.
Lo que comentas del Marsupilami es cierto, es un personaje con mucha más garra que Spip (que aún así tb me despierta simpatía). Lo que ocurre es que Franquin conservó los derechos del Marsupilami tras abandonar la serie, y por ello terminó desapareciendo de las historias de Spirou.
Por desgracia (y es por desgracia porque el Pequeño Spirou me encanta sin reservas) no he tenido opción a leer lo que Tome y Janri hicieron con el personaje. A ver si Planeta se anima y lo termina sacando.
Saludetes a todos,
Sergio
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