Guión: Fernando Fernández
Dibujo: Fernando Fernández
Editorial: Toutain
Formato: Álbum Rústica. 72 Páginas
Calificación: 10/10 (en cuanto al dibujo)
En cierto modo, este Cuando el Cómic es Arte dedicado al gran Fernando Fernández sirve para dar cierre a lo que podría asimilar al prólogo de esta nueva etapa como coleccionista de cómics que comencé hace poco más de un año: tras haber ido renunciando poco a poco al pijamismo dado el ínfimo nivel en el que este se encuentra, y abrir fronteras al inexplorado mundo europeo, era sólo cuestión de tiempo que mis miras fueran a dar con el vasto panorama de creación patria que se desarrolló en nuestro país durante los setenta y buena parte de los ochenta. Y si este recopilatorio sirve de conclusión del prólogo no es más que por un motivo: a partir de ahora, y dado que las novedades las solemos tener bien cubiertas, vais a notar un aumento en la etiqueta de Recomicdaciones de Anteayer por parte de un servidor ya que voy a empezar a dar salida a todo aquello que he ido acumulando en los últimos meses. No os digo que podréis encontraros para no reventar la capacidad de sorpresa del blog, pero sí que los que disfrutéis con los grandes del tebeo español de las citadas décadas vais a poder encontrar aquí muchos de sus trabajos.
De Fernando Fernández ya hablamos largo y tendido cuando recomicdamos su magistral Drácula, y aún así, por mucho que comentáramos en aquella ocasión, y a la luz de lo que se puede observar en este tomo de Toutain, mucho fue lo que se quedó en el tintero debido a que, al estar pintado, el volumen editado por Glénat no dejaba lugar para poder apreciar todo lo que Fernández lograba cuando tenía una página en blanco por delante. Capaz de dominar cualquier técnica pictórica (ya sea en color, blanco y negro, lápiz, plumilla, acuarela, pastel. rotulador, cera, témpera, óleo..) lo que demuestran los variopintos relatos del volumen es la asombrosa capacidad narrativa del autor y el sólido control que llegó a ejercer sobre los mecanismos del arte secuencial antes de retirarse a la pintura.
Tan sólo asomarse a las páginas de Cuando el Cómic es Arte en esa primera historia titulada Ocirino, las diferencias con lo que el autor desarrollaba en la adaptación de la novela de Bram Stoker se hacen más que evidentes: un trazo limpio, detallista, que usa las manchas de negro allí donde son estrictamente necesarias se conjuga con una narración que responde de forma precisa a lo que el guión (lo más flojo en términos generales de todo el volumen) va exigiendo. A partir de ahí, Fernández nos lleva de la mano por un imaginario profuso, capaz de dar cabida a análisis críticos sobre la fiesta nacional envueltos en un manto de poesía visual de belleza inabarcable, a historias para no dormir (sobre las que Chicho Ibáñez tendría mucho que explicar), tiras cómicas presas de un fino humor negro o a bucles sin fin en los que se exploran los límites de la ciencia-ficción, ya sea en riguroso y estilizado blanco y negro, como en un color capaz de robar el aliento.
Demostrando que sus capacidades como artista visual siempre quedaron por encima de aquellas que supo desarrollar como escritor, Fernández deja entrever no obstante los grandes esfuerzos realizados por dar con ideas novedosas en este último terreno, encontrando el mejor ejemplo de ello en Círculos V, penúltima historia de las recogidas en el volumen en la que combinando las técnicas más diversas y dejándose inspirar por el carácter evocador del monolito clarkiano cuaja un pequeño y fascinante relato que muestra, más allá de toda duda razonable, lo que el artista podría haber llegado a desarrollar si la industria española se hubiera desarrollado de una forma menos asfixiante. Las preguntas que quedan en el aire son muy concretas, ¿se atreverá algún día alguna editorial nacional a mirar hacia atrás para hacerse con los derechos de lo que el artista dibujo para Warren?. ¿Veremos algún día una reedición en condiciones de Argon el Salvaje?...
De Fernando Fernández ya hablamos largo y tendido cuando recomicdamos su magistral Drácula, y aún así, por mucho que comentáramos en aquella ocasión, y a la luz de lo que se puede observar en este tomo de Toutain, mucho fue lo que se quedó en el tintero debido a que, al estar pintado, el volumen editado por Glénat no dejaba lugar para poder apreciar todo lo que Fernández lograba cuando tenía una página en blanco por delante. Capaz de dominar cualquier técnica pictórica (ya sea en color, blanco y negro, lápiz, plumilla, acuarela, pastel. rotulador, cera, témpera, óleo..) lo que demuestran los variopintos relatos del volumen es la asombrosa capacidad narrativa del autor y el sólido control que llegó a ejercer sobre los mecanismos del arte secuencial antes de retirarse a la pintura.
Tan sólo asomarse a las páginas de Cuando el Cómic es Arte en esa primera historia titulada Ocirino, las diferencias con lo que el autor desarrollaba en la adaptación de la novela de Bram Stoker se hacen más que evidentes: un trazo limpio, detallista, que usa las manchas de negro allí donde son estrictamente necesarias se conjuga con una narración que responde de forma precisa a lo que el guión (lo más flojo en términos generales de todo el volumen) va exigiendo. A partir de ahí, Fernández nos lleva de la mano por un imaginario profuso, capaz de dar cabida a análisis críticos sobre la fiesta nacional envueltos en un manto de poesía visual de belleza inabarcable, a historias para no dormir (sobre las que Chicho Ibáñez tendría mucho que explicar), tiras cómicas presas de un fino humor negro o a bucles sin fin en los que se exploran los límites de la ciencia-ficción, ya sea en riguroso y estilizado blanco y negro, como en un color capaz de robar el aliento.
Demostrando que sus capacidades como artista visual siempre quedaron por encima de aquellas que supo desarrollar como escritor, Fernández deja entrever no obstante los grandes esfuerzos realizados por dar con ideas novedosas en este último terreno, encontrando el mejor ejemplo de ello en Círculos V, penúltima historia de las recogidas en el volumen en la que combinando las técnicas más diversas y dejándose inspirar por el carácter evocador del monolito clarkiano cuaja un pequeño y fascinante relato que muestra, más allá de toda duda razonable, lo que el artista podría haber llegado a desarrollar si la industria española se hubiera desarrollado de una forma menos asfixiante. Las preguntas que quedan en el aire son muy concretas, ¿se atreverá algún día alguna editorial nacional a mirar hacia atrás para hacerse con los derechos de lo que el artista dibujo para Warren?. ¿Veremos algún día una reedición en condiciones de Argon el Salvaje?...
Sergio Benítez (288)
5 comentarios:
Argon estaba dibujado por sus 2 ayudantes
Pues he ahí un dato que desconocía, ya que en su página viene como dibujado por él (y guionizado en el segundo volumen por Josep Mª Polls). Muchas gracias por el soplo, seas quien seas.
Saludetes,
Sergio
Si lo comparas con otros comics de Fernadez veras que es mas tosco. El dato lo conozco porque uno de los "negros" fue mi profe, igual que Polls, por cierto. Si te gusta Fernadez busca (si no los tienes ya o si los encuentras) Cuba,1898 y unos libros infantiles que hizo en los setenta en plan erase una vez el cuerpo humano, el 1º es a tinta y es el mejor que le he visto a esta tecnica, el segundo es como Zora, aunque anterior.
Ah, y solo soy un seguidor de vuestro blog.
Con el comentario del anonimo me he quedado un poco fuera de juego. Decir que Argón está dibujado por los dos ayudantes que tenía, ufff, no se, no lo pongo en duda, pero si está firmado por Fernando Fernández algo debe de llevar de él. Habría que ver la implicación de los ayudantes de Fernández. En la tebeosfera dice con respecto a la segunda parte de Argon:
"con guión de José María Polls y con ayuda en la realización gráfica de sus antiguos alumnos, Amadeo Aldabert y Albert Tarragó tras sufrir un ataque coronario".
El comentario de "anónimo" es cierto. En relacion a la serie "Argon el salvaje", en el segundo de los álbums fuimos más de dos los que colaboramos con él. Desde aquí quisiera rendirle un caluroso homenaje, y lamentar profundamente su reciente pérdida, ya que hace pocos días Fernando abandonó el mundo de los vivos, aunque estoy seguro de que permanecerá por mucho tiempo en el recuerdo de mucha gente ya que era un gran artista y una persona formidable.
En cuanto a la ayuda que nosotros le pudimos ofrecer con los dibujos de Argon quisiera añadir que nunca hubieran salido sin su perseverancia en enseñarnos antes su técnica. Fué un maestro extraordinario que nos hizo creer que podíamos dibujar todas esas cosas mucho antes de que que nosotros mismos imagináramos que algún día seríamos capaces de hacerlo.
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